30/12/07

Mirada (...)

Es una mirada. Le sirve para ver. También para decir. Pero no le alcanza. Y tiene todo su derecho a exigir más. Envuelto en un silencio involuntario, atado por el maldito infortunio, las infinitas preguntas sin respuesta son una tortuosa compañía. Sólo desea ser algo más que una mirada. Eso es todo lo que quiere. No pide demasiado. Apenas volver a ser.

17/12/07

Vademécum para enamorados (...)

Estar enamorado va mucho más lejos que una simple y fría definición de diccionario. Implica convencerse de que los defectos, incluso los peores, son virtudes. Significa concebir los retos como caricias. Se traduce en asentir ideas alocadas y calificarlas de brillantes. Casi que obliga a dejar de hacer para uno para brindarse completamente al servicio del otro. Aturde la capacidad de raciocinio. Altera los sentidos. Incendia cerebros. Confunde sensaciones. Modifica reacciones. Y empuja a un borroso segundo plano cualquier compromiso contraído.
El enamoramiento, más allá de todos estos síntomas y manifestaciones, rquiere una condición fundamental: debe ser recíproco. La unilateralidad sólo conduce hacia la enfermedad. La correspondencia tiene que ser matemáticamente biunívoca. Aclaración: también, sin reparar en promesas vinculadas con la eternidad, tiene fecha de vencimiento.
¿Cómo darse cuenta? Sencillo. Los defectos pasan a ser maldiciones diabólicas. Los retos lastiman y dejan cicatrices. Las ideas alocadas toman forma de delirios. El otro se convierte en un lastre imposible de cargar. La razón y los sentidos retoman su funcionamiento normal. Lo mismo para las sensaciones y las reacciones. Sólo se repiten dos indicios. Los cerebros necesitan con urgencia un matafuegos. Y los compromisos anteriores pasan a un plano difuso.
Por favor, ante cualquier duda consulte a su médico...

15/12/07

¿Demasiado tarde? (...)

El hombre intenta reparar con sus manos lo que hace un tiempo rompió definitivamente con su mente. Sus movimientos son torpes. Se siente distinto. Está agotado. Y también escaso de reflejos para resolver una nueva encrucijada. Sabe que cada una de sus acciones no tiene retorno. Sin embargo, más allá de las tentadoras distracciones, mantiene una idea fija. Desea reconstruir aquella escenografía que le deparó una felicidad enorme. Nada más espera que no sea demasiado tarde.

Evidente (...)

Crece la preocupación. También ese molesto nudo que por momentos impide que el aire entre y salga con normalidad. Las escenas se repiten. Y el producto de la erosión comienza a hacerse evidente. Unos pocos segundos de conjunción intentan maquillar el desgaste. La fractura es una posibilidad latente.

13/12/07

No quería (...)

Como si se tratara de un castigo, un correctivo para intentar enmendar su error, puso su cabeza debajo del potente chorro de agua que salía de la ducha. Intentó dejar de respirar. Pero segundos después se dio cuenta de que uno no tiene potestad para frenar en forma voluntaria un acto reflejo. No podía volver atrás. Pero tampoco deseaba avanzar. Era irremediable. El hombre no quería enamorarse otra vez. Pero ya lo había hecho. A destiempo.

12/12/07

Fórmula (...)

No tiene nada de secreto. Es evidente. Pero nadie se dio cuenta. Ni siquiera nosotros. Sobran las palabras. Abundan los misterios. No sé cuán lejos se puede llegar. Tampoco cuál sera el destino final. Unidos o separados. Dominados o no. Las distancias, hoy, se hicieron largas. Demasiado. Se hace difícil estar cerca. Casi imposible. Sólo habrá que descubrir la fórmula. Para estar mejor. Para no seguir cayendo en las profundidades del desamor.

11/12/07

Ataque (...)

Un nudo de angustia. Ardor. Sudor frío. Falta de aire. Desesperación. Latidos acelerados. De un lado a otro, recorría sin querer un círculo vicioso. La salida parecía estar muy lejos. Miraba hacia su alrededor y sólo veía paredes. Su pecho estaba a punto de explotar. Su cabeza también... Hasta que una puerta, casi mágicamente, se abrió. No perdió tiempo. No podía perderlo. Y se escapó. Como pudo. Tratando de no dejar nada en el camino. Con los ojos humedecidos e hinchados, el hombre tuvo el valor de mirar hacia atrás. El nudo se había aflojado. Casi que había desaparecido, al igual que el ardor y el sudor frío. La desesperación sólo era un mal recuerdo. El corazón ya no iba al galope. Había sido un susto grande. Un llamado de atención.

7/12/07

Siete actos (...)

Escena 1 - El, siempre listo para enredarse, se enamoró.

-¿Sabés por qué organicé todo esto?
-Ni idea.
-Porque quiero estar un rato más con vos. Yo soy capaz de hacer cualquier cosa por vos.
-¿En serio?
-Sí, en serio.

Escena 2 - No sé qué quiero.

-Es raro porque hace rato que no me pasa algo así. No dejo de pensar en vos. Vivo con ganas de llamarte por teléfono. Me muero por saber qué estás haciendo.
- ...
-No sé qué pensás. Pero yo estoy un poco más aliviado.
-¿Y qué querés que hagamos?
-No sé. ¿Qué podemos hacer? Dame un beso.
-No... Acá no podemos.
-Pero no puedo más.
-Mejor me voy.
-Quedate.
-Es muy tarde. Hasta mañana.
-Pará...
-Chau.

Escena 3 - No sé qué querés.

-Hola.
-...
-¿Qué te pasa?
- Estoy cansada de que me preguntes qué me pasa. ¿Quién te crees que sos?
-Nadie. No me creo nadie. Sólo me preocupo por vos. Porque te quiero. Y quiero que estés bien.
-Estoy cansada. Nada más.
-¿Por qué?
-Me aburrís. Dejame tranquila.
-Pero... Contame qué te pasa. Dale.
-Dejame tranquila. Te lo pido por Dios.
-Bueno... Perdón, no te quería molestar.
-Siempre terminás pidiendo perdón. ¿No te podés dar cuenta solo?

Escena 4 - Está todo bien.

-¿Cómo estás?
-Bien, ¿vos?
-Mejor. Te pido perdón.
-No hace falta.
-Te extrañé.
-Yo también.
-Te quiero mucho.
-Yo también.

Escena 5 - Está todo mal.

-Estoy cansada. Necesito descansar.
-Entonces, descansá.
-Pero no es fácil. Ponete en mi lugar.
-Tenés que intentar hacer cosas que te hagan bien y dejar de hacer cosas que te hacen mal.
-Es muy fácil decirlo.
-Tenés razón. Nunca me voy a poder poner en tu lugar.

Escena 6 - El, siempre listo para enredarse, se cansó.

-Hola...
-...
-¿Qué te pasa? ¿Por qué estás enojada?
-No me pasa nada. Yo nunca estoy enojada.
-Lo bien que hacés.
-...
-Chau.
-...

Escena 7 - Se acabó.

-...
-...

Silencios (...)

Algunos sostienen que es saludable. Es cierto. Porque generalmente ofrece tranquilidad. Sirve para tomar aire y también grandes decisiones. Pero hay distintos tipos de silencios. En ocasiones, puede llevar a pensar en exceso y resultar altamente contraproducente. Es, en ese caso, sinónimo de soledad. Entonces, se asocia casi sin vacilar con la angustia. Y hace doler. Agobia. También puede funcionar como un modo de desprecio. Ahí, el silencio lastima. Hiere.

29/11/07

Otra sesión (...)

El sofá de cuerina que provee calor en invierno se convierte en una tortura extra en verano. La licenciada Estévez jamás da la cara. Sólo lo hace cuando González llega y se va. Los otros 49 minutos los pasa sentada en un sillón que está pegado al apoya brazos en el que se posan las cabezas de sus pacientes. Rubia y con anteojos, de curvas generosas y firmes, no parece haber pasado los 45 años. González no sabe casi nada de ella. También lo perturban otros sentimientos extraños.
-Veo que todavía no limpió el ventanal. ¿Acaso no le gusta que miremos el patio?
-Puede ser. Aunque también puede ser que se haya vuelto a ensuciar, ¿no? Mejor empecemos.
-El otro día estaba pensando en que no sé nada de usted... Y que usted está al tanto de todo lo que hago y casi todo lo que pienso.
-Y sí, es lógico. Yo soy la psicóloga y usted es mi paciente. De eso se trata.
-Lo que pasa es que hay veces que la veo triste. Y me gustaría saber qué es lo que le está pasando. Tal vez hay días que no tiene ganas de escuchar los problemas de un gil como yo. ¡Qué sé yo! Me lo podría decir y yo me voy.
-Ajá.
-¿Ajá? ¿Nada más? ¿No me va a decir nada al respecto?
-Yo no estoy acá para hablar. Además, ¿de dónde viene tanto interés por mí?
-Me parece que es una mujer inteligente, con mucho sentido del humor... Pero también me parece que por momentos no la pasa nada bien.
-González...
-No, espere. Déjeme hablar. O acaso no quería que hablara. Yo le dije que soy muy enamoradizo. Se lo advertí. Y usted me dio a entender que no tenía que callarme. El otro día me fui porque me sentí un pelotudo. Sólo pensaba en que quería tomarla de una mano y llevarla a esa banqueta que tiene en el patio, ahí entre el cerezo y el limonero. Quería que se me ocurriera alguna idea brillante para invitarla a ir a comer. O al cine. No me alcanza con verla 50 minutos por semana
-Me parece que esto no da para más. Lo voy a derivar con un colega. Además, ¿no le parece extraño invitar a salir a una persona que ni siquiera tutea?
-Uh. Entiendo. Otro rechazo más. No importa. Ya estoy acostumbrado. No sólo soy muy enamoradizo. También soy bastante pelotudo. Ahora no la voy a poder ver más.
González se incorporó, tomó su pequeño bolso y enfiló hacia el ventanal. Ahí, ante la cara de asombro y pavor de la doctora, abrió el morral y sacó un atomizador con un líquido celeste. Roció la parte sucia del vidrio y con un pliego de un diario hizo un bollo y lo pasó por encima del manchón.
-González...
-No me diga nada. Ya entendí todo. Le dejo esto. Le va a servir más que a mí.
-Espere un poco. Acá tiene el teléfono de mi colega. Es una eminencia.
-No me importa. Me parece que no tiene demasiado sentido seguir. Sin usted y sin el patio, creo que es hora de tomarme un descanso. Me voy a dar el alta. Ya no tengo ganas de hacer terapia... Además del limpiavidrios, le dejo mi tarjeta. Capaz, si lo piensa bien, acepta mi invitación.
-...
-Hasta luego. Yo sé que me va a llamar. Lo sé.

Condicional (...)

Si pudiera...
Si me dejaras...
Si te dijera...
Si me escucharas...
Todo en condicional.
Nunca pasa nada.

26/11/07

Sesión (...)

Charla de diván. Con la cabeza posada en un apoyabrazos de un sofá de tres cuerpos de cuerina. Con la mirada clavada en un manchón que empañaba la magnífica vista al patio que ofrecía la enorme puerta-ventana.
-¿Sabe una cosa?
-Dígame, González.
-Mi gran problema es que soy demasiado enamoradizo. Todos los días, cada minuto que pasa, me cautivo con algo diferente. Y no sólo con mujeres...
-Perdón, sabe que no suelo interrumpir. ¿También se enamora de hombres? Hace tres años que se analiza y no me había dicho nada al respecto. Pero me parece que estaba omitiendo algo importante...
-No, no, no. No se confunda. Cuando le dije "no sólo con mujeres" quise decir que también me enamoro de situaciones. ¿Me entiende?
-Intento.
-Bueno, le decía... el amor, generalmente, es pasajero. Dura segundos. Casi tanto como el desencanto. Sin embargo, algunas veces me quedo enganchado. Muy enganchado. Y me cuesta volver a poner los pies sobre la tierra. Y era mucho peor cuando era más joven. Me deslumbraba casi en forma constante. Si quiere, para no confundirla, le hablo de mujeres. Pero también tengo otros ejemplos para darle.
-Mejor sigamos con las chicas.
-No, nada... Si conozco una chica que me hace reír, que me divierte... Chau. Quedo tonto por un rato largo.
-Y entonces, ¿por qué sigue soltero?
-Ya no les digo nada. Me río, me acerco, pero jamás les confieso mi amor. Bah, lo hice un par de veces y me fue mal. Una vez... Uy, ya no me acuerdo cómo se llamaba... Bueno, eso no importa. Importa que me frenó en seco y tiró sin vacilar: "Me parece que estás equivocado". Era demasiado linda para mí. La otra también era hermosa. Pero en esa época estaba de novio y ella acababa de quedarse sola tras descubrir que había sido engañada. Y me dijo que no quería que mi chica pasara por lo mismo que estaba viviendo ella. Creo que fue una forma elegante de cortarme la cara. Al menos, fue un poco más diplomática. Ojo, yo tampoco tuve el coraje para decirle a Elena que no la admiraba tanto como a Cristina. Al final, Elena se fue con un compañero de trabajo. Y yo me quedé solo. Sin Elena. Y sin Cristina, que para entonces ya había conocido a otro pibe.
De repente, el hombre se quedó en silencio. La doctora no podía ver que su paciente estaba llorando.
-Siga, González, le quedan diez minutos de sesión.
-La verdad es que no tengo más ganas de hablar. Sólo una cosa. Trate de limpiar mejor el ventanal. El patio es demasiado lindo como para que no se lo pueda disfrutar. A mí me da mucha tranquilidad. Hasta el martes, doctora.

16/11/07

Cíclico (...)

La duda. La injusticia. El dolor. La muerte. La angustia. La incertidumbre. Las molestias. Los espasmos. La esperanza. La felicidad. Las inquisiciones. La bronca. El cansancio. El alivio. El agotamiento. Todo se termina. Todo se repite. Todo vuelve a empezar. Sólo hay dos maneras de olvidar. Sólo hay que pensar. Imaginar.

12/11/07

Malos entendidos (...)

Las palabras conducen siempre hacia algún lugar. Es irremediable. No importa el sentido que intente darle el autor. Sólo interesa el significado que le otorga el lector. Nada más. Nada menos. Un término de uso común es capaz de transformarse en un guiño involuntario. Aunque no exista la más mínima intención, puede funcionar como el disparador de una sonrisa. O de un abrazo. Pero también de un enojo fuerte. Incluso, puede llevar hasta el hartazgo. De ahí, los malos entendidos...

9/11/07

El corazón hecho un bollo (...)

-A ver. Siéntese, Romero. ¿Se hizo los estudios que le pedí?
-Sí, doctor. Acá los tiene. Otra cosa: no me diga Romero, me llamo Romiro.
-Romiro, ¿así está bien, amigo? Los sobres están cerrados. No los abrió... ¿No le dieron ganas de ver los resultados? -pregunta con algo de curiosidad Oscar Parrado, que es uno de los más veteranos médicos de planta del Hospital Británico.
-La verdad que no. Total, no entiendo nada. Y, además, no me va a quedar otra que hacer lo que usted me diga. ¿Para que voy a pasar una semana preocupándome por cosas que no dependen de mí? -responde con desgano el maltrecho Romiro.
-Tiene razón. Para qué se va hacer problemas antes de tiempo... A ver. Déjeme ver todo esto.
Javier Romiro tiene 35 años. Es periodista. Hace diez llegó de Azul para radicarse en la Capital Federal. Trabaja como redactor en un diario. Y desde hace unos meses comenzó a sentirse mal. Migrañas, acidez, náuseas. Los primeros síntomas de malestar se manifestaron casi al mismo tiempo que su novia decidió dejarlo. El todavía no sabe por qué se quedó solo. La chica es una periodista radial a la que conoció en la cobertura de la toma de rehenes en las oficinas del ferrocarril en Plaza Constitución. Y no le habló más desde aquella noche de sábado en que salieron a comer para después cumplir con la reglamentaria relación sexual semanal. El, angustiado y desolado, sólo siente molestias y dolores en su cuerpo. Por eso fue a ver a Parrado, médico clínico y especialista en gastroenterología. Una eminencia.
-¿Tengo algo malo? -La pregunta de Romiro interrumpió los dos minutos de silencio total y el tsunami de gestos del hombre del delantal blanco.
-¿Algo malo? Mmmmmm. No. En realidad, lo que usted tiene es algo raro. Los estudios revelan fallas graves en el sistema cardiovascular. ¿Del laboratorio no le dijeron que venga enseguida a verme?
-Sí, me lo dijeron. Incluso, me pidieron el número de su teléfono. Pero yo estaba muy ocupado intentando arreglar algunas cuestiones personales con mi novia... Bah, en realidad, con mi ex novia. Pero eso no viene al caso. Dígame qué tengo, por favor.
-A ver, para que lo entienda, las estadísticas dirían que sólo un hombre entre cinco mil millones está vivo con todos estos trastornos. Y ese hombre es usted.
La cara de Romiro se convirtió en una postal de la incredulidad. No entendía una jota de lo que le estaba diciendo el médico.
-Usted, doctor, me quiere decir que yo debería estar muerto en este instante.
-Algo así... Pero esta vivo. No vaya a pensar que soy el pibe de Sexto sentido... No veo gente muerta... Ja, ja, ja. La vio, ¡está muy buena!
-¿De qué se ríe? Me acaba de decir que tengo un problema gravísimo y enseguida se pone a hablar de cine. No lo entiendo. No entiendo nada. Por favor, dígame qué tengo...
-Todos los estudios que se hizo revelan que su corazón está vacío. Late, bombea, pero no tiene sangre. Es un milagro que esté vivo. Su corazón ahora tiene la forma de un bollo de papel. Le pido por favor que se quede acá que voy a llenar la orden de internación. Usted está en riesgo de muerte.
-Le juro que no entiendo nada. Si apenas siento dolor de cabeza y un poco de acidez.
-Yo tampoco entiendo nada. Sólo le pido que me haga caso. ¿Le avisamos a alguien?
-¿A quién? Si lo que queda de mi familia vive en Azul. No... Mejor déjelos tranquilos, Parrado.
-¿A su novia, tampoco?
-No, si no me habla más.
-Pero necesitamos la autorización de alguien. ¿Un amigo? ¿Al menos un compañero de trabajo?
-Nada.
-¿Nada de nada? Es muy raro. Pero ahora que lo pienso empiezo a entender todo. Usted no está muerto, pero le pega en el palo. ¿Cómo es posible que no se hable con nadie? Perdón que se lo diga: es un muerto vivo, como el de las películas...
-Lo que pasa --interrumpió Romiro antes de otro chiste malo y cinéfilo-- es que a mí me gusta escribir. Hace tiempo que no se me ocurren ideas. Desde entonces, dejé de hablar con el resto del mundo. Y mi novia se cansó. Lo único que hago es llenar el horóscopo en el diario. Allá dicen que estoy medio loco. Y después nada más. Todo lo que escribo lo tiro. No paro de hacer bollos de papel.
-Como su corazón -grita exaltado Parrado, saltando de su cómoda silla, como si hubiera descubierto una vacuna contra la muerte.
-Sí, doctor, como mi corazón.

1/11/07

Castigo (...)

Dicen por ahí que hacen falta castigos ejemplares. Lo que llaman mano dura. Pero, la verdad, yo no estoy tan convencido de que sirva de algo... El que lo sufrió en carne propia fue el pobre Joaquín. Lo que le sucedió fue un colmo de la severidad. Lo confinaron a las sombras sin haber cometido crimen alguno. Todo por haberse enamorado de una chica muy bonita. Ella, Ernestina, siempre se resistió a sus embates. Tenía sus buenas razones para decirle que no. Una conducta a prueba de balas. Casi tan ejemplar como los castigos que propulsan por ahí. Pero él, perdido en la irracionalidad, jamás lo entendió. En realidad, para ser sinceros, nunca sucedió demasiado entre ellos. Su amor apenas transgredió los límites de la oralidad. Joaquín, en plena efervescencia, fue víctima de sus dudas y jamás se atrevió a romper el hielo. Hasta que llegó aquella tarde fatídica que marcó el final. Sólo quiso mirar un poco más allá. Cansado de su cobardía, intentó bajarle un bretel con la imaginación. Ella, que lo conocía como pocos, descubrió su jugada poco inocente. Después del cachetazo no vio nada más. Desde entonces, todo es oscuridad.

A un costado (...)

En la nada, con la abundancia de la imaginación como parte indeleble del pasado, el hombre se toma tiempo para pensar. Cierra los ojos y una imagen se repite. Lo persigue. Lo tortura. Abre los ojos y la situación se corporiza. No puede evitarlo. Se le escapa una sonrisa moderada. Recuerda, sin quererlo, algunos instantes de plenitud. Se extendían por quince o veinte minutos. Nada más. A uno de sus lados, siempre encontraba algo parecido a una salida. Tal vez, simplemente, se trataba de un escape ficticio. Pura evasión. Pura fantasía.

29/10/07

No hay por qué (...)

El último capítulo de una saga que empezó muy bien y terminó muy mal. Como sucede casi siempre con todo lo que empieza y en algún momento se termina. El todo. La nada. Gracias. No hay por qué. Por más puntos seguidos que se hayan intentado poner. Alguno, inevitablemente, marcó el final.

25/10/07

Culpable (...)

Las horas de sueño se consumen mientras intento desentrañar cómo pasó lo que pasó. Unos creen que fue un asesinato premeditado. Sobre todo luego de haber recibido tantas advertencias. Otros apelan a la figura de homicidio culposo. La verdad es que no puedo ayudar demasiado en el esclarecimiento del caso. No entiendo de derecho penal. Tampoco creo que un abogado pueda servir de mucho. Además, todavía estoy shockeado por su muerte. No me puedo acostumbrar a su ausencia. Siento que me hace falta. Mucha falta. El luto será por tiempo indefinido. Por otro lado, no sé si tengo el castigo que merezco. Suena injusto haber sido confinado a la sombra casi sin oportunidad para la defensa. Muy injusto. Hubiese preferido matarlo de otra manera. Bah, hubiese preferido no matarlo. De eso estoy seguro. Pero ya fue...

A destiempo (...)

Obstinado en forjar un futuro de dudoso porvenir y muy improbable realización, acaba de concluir que está atrapado en el ideal de un pasado lejano y feliz que parece imposible reconstruir. Los puntos en común apenas son parte de una agradable escenografía. Vive a destiempo. Lo sabe. Lo sufre.

24/10/07

Número redondo IV (...)

Ya lo saben, pero me reitero. El control de visitas arrancó el 10 de enero pasado gracias al consejo del cataléptico El Impreciso de LH, ahora devenido en cinematófilo. El 16 de abril, el Statcounter marcó cinco mil. La cifra se duplicó para el 19 de julio --el día de la muerte del gran Roberto Fontanarrosa-- y hoy, a diez meses y días de la primera medición, el número se triplicó. Es decir --aclaro para los que andan mal en matemática--, el blog del hombre de los puntos suspensivos acaba de superar las 15 mil visitas, con un promedio diario de 52. En realidad, para no andar mintiendo por ahí, se habla de cargas de páginas. Si se contabilizan las visitas únicas, el blog ronda las 10 mil, con unas 34 por jornada. Nada mal si se tiene en cuenta el acotado vuelo prosaico del autor. ¡No hay que agrandarse! Está comprobado que la mayoría llega a esees por error o por ineptitud a la hora de utilizar el Google. Las estadísticas marcan que apenas el 20 por ciento de los visitantes soporta más de cinco segundos en el blog. Para cerrar y seguir con la costumbre, vale repasar los temas más leídos del último mes. Obviamente, la búsqueda está más fragmentada que la oposición en las elecciones presidenciales que se avecinan. Con sólo un 4,5 por ciento, manda el término "imperativo", lo sigue "número redondo" con 3,67% y "sencillez" e "inquietud" completan el podio con el 3,27%. ¿Un dato de color? Un 2,45% pretende encontrar "porongas grandes" y un 1,63% está a la caza de "grandes porongas". El público está necesitado de cosas que los puntos suspensivos son incapaces de ofrecer...

Estrofa (...)

Sentado a una mesa, con el televisor encendido, pero sin volumen, el hombre luchaba contra su analfabetismo tecnológico e intentaba descubrir los secretos de su flamante adquisición. Tenía entre sus manos un dispositivo ultramoderno de color rojo y blanco que hace las veces de teléfono, agenda, reproductor de música, radio, calculadora, almacenador de datos, cámara de fotos y de video, entre otras funciones aún sin develar... Demasiadas para un aparato que mide ocho centímetros de alto por cuatro de ancho y que cabe en la mayoría de los bolsillos. De repente, tras presionar con torpeza un par de botones, comenzó a sonar una canción... El hombre dejó el celular sobre la mesa. Y comenzó a llorar. Todavía no sabe por qué.

23/10/07

Sucesión (...)

Sucesión de imágenes captadas a partir de las seis AM.
Una bebé durmiendo panza abajo y a pata suelta. Un gordo de barba abundante y con terribles ojeras lavándose los dientes. Un cuerpo amorfo enjabonado. Una bebé que se despierta y grita fuerte mamá. Una bebé que sonríe antes de tomar una mamadera abrazada a su muñeca de trapo y a su mamá, todavía dormida. Un vendedor ambulante que saluda cordialmente en vez de ofrecer su siempre rechazada mercancía. Una rubia con pinta de gato en una parada de colectivos de Banfield. Una enfermera de unos 50 años acosada por dos pibes totalmente borrachos en otra parada de colectivos, ya en Lanús. Un hombre que pasa por al lado, baja la vista, apretuja el diario que lleva bajo el brazo y no hace nada para ayudar a la enfermera. La enfermera que se aleja, un pibe que la sigue y el otro que se tropieza y se va de trompa al piso. Un camionero enardecido que acaba de encerrar brutalmente a un Taunus de los viejos contra un cordón en Gerli y putea al conductor del auto en todos los idiomas (bah, en uno solo). El chofer, totalmente sacado, está parado en la base del remolque y gesticula a lo loco. El del Taunus lo mira con temor desde la butaca de su coche. Una chica que empuja a un chico en el triste boulevard de la avenida a la altura de Avellaneda y lo insulta de arriba a abajo. Se leen sus labios que dicen claramente: "la concha tuya, puto, pajero". Cada uno sigue por su lado. Una autopista congestionada. Un espacio reducido para estacionar el auto teniendo en cuenta mi incapacidad para maniobrar.
Siete AM. Se acabaron las sorpresas.
-Hola.
-Buen día.
Lo que viene es historia conocida. Y repetida.

22/10/07

Repaso (...)

Con la cabeza hundida en la almohada y la mirada perdida en una pequeña imperfección, casi imperceptible, que se ve en una de las paredes de la habitación, la cabeza se rebela ante la severa orden de tomarse un descanso. Desobedece. Y no se detiene. Analiza en forma antojadiza situaciones del pasado inmediato. Se repasan diálogos. También se reviven silencios. Se imaginan escenarios posibles dentro de todas las imposibilidades. Vaivenes. Sólo hay una variable que no puede controlar. El reloj no para: está empecinado en no dar vías de escape. Apenas le da tiempo para hacer lo que hace. Todo. Y nada.

Instante (...)

Frenó y se golpeó duro la cabeza contra una pared de cemento. Y en la supuesta agonía llegó a repasar todo lo que había hecho en vida. Ni siquiera él entendía cómo había llegado hasta ese instante de confusión. La veloz sucesión de imágenes alcanzaba para determinar aciertos y errores. Era muy tarde para emparchar todos sus deslices. Pero había algo peor: era demasiado tarde para disfrutar de sus pequeños éxitos.

19/10/07

Tarde de verano (...)

Ella intentaba acomodar el pelo que se había zafado de una poco prolija atadura. El calor tenía mucho que ver con ese movimiento repetido en forma mecánica. Parecía un tic. Podía ser también un juego de seducción maquillado como un reflejo que no hacía más que llamar la atención. Su cuello aparecía en la escena. Invitaba a acercarse. También se veía una parte de su hombro, apenas cubierto por un bretel rebelde y provocativo. Demasiada piel para una tarde de verano. Demasiada piel para observar desde tan lejos.

18/10/07

Sueños (...)

La imaginación mezcla el mazo de la realidad con total libertad y entrega una mano con cartas diferentes, pero de la misma baraja. El juego nocturno altera el orden establecido. Produce una revolución en contra de la rutina. Se subleva. Y también divierte y alivia. Pero se esfuma inevitablemente con las primeras luces del amanecer y el sonido del maldito despertador. Una muerte anunciada y programada. Es el suicidio de un dulce delirio onírico.

17/10/07

Todavía una canción de amor (J.S.)*

No te fíes si te juro que es imposible
no dudes de mi duda y mi quizás
el amor es igual que un imperdible
perdido en la solapa del azar

La luna toma el sol de madrugada
nunca jamás quiere decir tal vez
la muerte es un amante despechada
que juega sucio y no sabe perder

Estoy tratando de decirte que
me desespero de esperarte
que no salgo a buscarte porque se
que corro el riesgo de encontrarte
que me sigo mordiendo noche y día
las uñas del rencor
que te sigo debiendo todavía
una canción de amor.

No corras si te llamo de repente
no te vayas si te grito piérdete
a menudo los labios más urgentes
no tienen prisa dos besos después.
Se aferra el corazón a lo perdido
los ojos que no ven miran mejor
cantar es disparar contra el olvido
vivir sin ti es dormir en la estación.

*Mi amigo Joaquín todavía escribe mejor que yo...

16/10/07

Historia (...)

La historia fue revuelta por la proximidad de cambios profundos. Y entonces aparecieron los recuerdos, el legado material de los que ya no están. Por las manos desfilan fotos, adornos, jarrones, bujías, herramientas, telas, colecciones de cajas de fósforos, juegos, botellas de vino, libros, revistas... Chucherías a granel inutilizadas por el paso del tiempo. Y mucho polvo. Muchísimo. Algunos resisten a la selección natural y apresurada. Y pasan a descansar con más comodidad en prolijas cajas de cartón. Otros, tras una prolongada resistencia cobijada por el involuntario anonimato y la suciedad, no pueden evitar su destino de bolsa de consorcio. Tal vez terminen en un basural. Quizá tengan fortuna y pasen a formar el colectivo de los recuerdos de otro grupo familiar. Una nueva historia.

11/10/07

Inquietud (...)

Ideas que van de un lado a otro y procuran convertirse en ideales. La palabra básica es construir. Sin ladrillos. Pero sí con espíritu rebelde y crítico. Se cuestiona hasta el hartazgo un sistema que tiene predilección por la exclusión y el descarte. Se combate a los poderosos a sabiendas de que nunca jamás dejarán de tener el poder. Pero se los pone en aprietos para que no se sientan tan cómodos. Se intenta contar otra historia para que se sepa que los exitosos no son los únicos que tienen la razón. No hace falta ir al choque. Sólo usar la inteligencia para darse cuenta de que la dignidad y el honor tienen mucho más valor que una valija llena de billetes.

Mal tiempo (...)

El pronóstico anuncia lluvias y tormentas. La escena se repite. Cansa por ser rutinaria. Agota. El clima es altamente contagioso. Por carácter transitivo, no se sabe bien por qué, las nubes no sólo están en el cielo. También se ven en el techo del living. Mal tiempo. Ojalá no caiga mucho agua.

5/10/07

Sencillez (...)

La sencillez puede ser tomada como una virtud. Sin embargo, en este caso forma parte de un terrible e insoportable defecto. El hombre tiene una extraña facilidad para arruinar todo. El exceso de confianza no es compatible con el extremo de irritabilidad. En plena efervescencia, una caricia inocente se convirtió en el peor de los insultos. Así llegó el final. Un nuevo final en una indefinida historia de nunca acabar.

Suficiente (...)

Un segundo. Diez minutos. Media hora. Una noche.
¿Es suficiente? No. ¿Alcanza? Puede ser.

3/10/07

Conexión(...)

-¿En qué estás pensando?
-En nada. ¿Por qué me preguntás eso?
-Porque estás hablando pausado. Y cuando hablás pausado es que estás pensando en otra cosa.
-¿Cómo te diste cuenta?
-¿En qué estás pensando?
-En nada.
-Dale, contame...
-No te lo puedo contar.
-¿Por qué?
-Porque todo lo que te diga no va a cambiar nada. ¿O hay algo que pueda cambiar las cosas?
-¿En qué estás pensando?
-¿Hace falta que te lo diga? A ver... ¿En qué puedo estar pensando?
-...
-¿No me vas a responder?
-Sabés que el otro día...

2/10/07

Intolerancia (...)

No se sabe si fue el viento, el agua, el sol, la sombra o simplemente el paso del tiempo. El hombre, casi sin darse cuenta, se quedó sin paciencia. Y todo por culpa de la erosión que desgasta en forma silenciosa. En simultáneo, la intolerancia ganó terreno y protagonismo. Se manifiesta ante el más pequeño de los estímulos. Se hace difícil de manejar. Y amenaza con convertirse en ira.

30/9/07

Impuntual (...)

El hombre que se jacta de su puntualidad acaba de darse cuenta de que siempre llega tarde a todos lados. Es obvio: no hace falta tener el reloj en hora para estar a tiempo en el momento preciso y el lugar indicado.

27/9/07

Recreo (...)

En pleno desorden, con ideas que se confunden con impulsos, resulta de vital importancia encontrar un punto en común para descargar necesidades. No estaría mal salirse un poco de los esquemas convencionales que imponen las reglas culturales para tomarse un recreo. Serán unos minutos. Tal vez un poco más. Un descanso útil para recuperar energías y convicciones. Para darse cuenta de que existen maravillosos universos paralelos.

25/9/07

Extraño (...)

Es extraño extrañar lo que nunca jamás se tuvo y parece imposible tener. Es extraño, pero se extraña como se extraña lo que alguna vez se tuvo y ya no se tiene ni se volverá a tener.
Extraño extraño.

*Algunos "extraño" podrían haber sido reemplazados por raro o singular. Otros, en cambio, tienen que ver con añorar, echar de menos o evocar. En este caso, es preferible repetir.

20/9/07

Rutina (...)

El cansancio alienta la dispersión. Los detalles cotidianos toman mayor trascendencia de la que realmente merecen. El ruido de dedos obedientes martillando teclas se convierte en una tortura auditiva. Pero mucho más molesto es el olor que emanan un par de cigarrillos encendidos de madrugada en tiempos de rebeldía. Apenas pasaron unas pocas horas de un día que se reitera de lunes a viernes. Todavía no hay tensión, siempre un poco exagerada. Tampoco chistes repetidos como si fueran pasos de comedia ni mensajes cifrados. Ya llegarán. Y estarán acompañados por la habitual sobredosis de histeria y de lugares comunes. La rutina desespera. Es previsible. Pero somos parte de ella. Y no hacemos demasiado para alterarla.

19/9/07

Silencio (...)

A lo lejos, perdida entre tanto ruido, se oye una voz que hace delicias con el arte de la retórica. Sólo hay que afinar el oído. Descartar selectivamente la basura en el desesperante tráfico del barullo. Y callar. Y escuchar. Y gozar.
Shhhhhhhhhhhhhh.

No olvidar (...)

Olvidar es uno de los canales más comunes de la evasión. Ayuda a vivir en un estado de gracia. Permite pasar el tiempo libre de culpa y cargo. También hace mal. Daña. Y no facilita la inevitable cicatrización. Por eso es necesario ejercer el derecho de la memoria. No para autoflagelarse. Todo lo contrario. Es esencial. Las historias, las malditas de los años del terror, no deben repetirse. Hay que estar atentos. Es vital para que la palabra justicia vuelva a tener contenido y deje de ser sólo ocho letras huecas manejadas en forma antojadiza por los poderosos de turno.

17/9/07

Instrucciones para (no) hacer guiños (...)

Para hacer un guiño hay que cerrar un ojo por un momento y dejar el otro abierto. Generalmente, se lo hace con disimulo, como si se tratara de una seña de un juego de naipes, para advertir a los incautos del mensaje implícito. En otras ocasiones, en tanto, sólo bastan unas frases que tengan la capacidad de tomar distintos significados en los oídos de uno de los receptores. Sólo unos pocos entenderán la real intención del emisor. Lo curioso, sin embargo, es recurrir a los guiños en una conversación entre dos. Algunos, con aires intelectuales y benévolos, los llaman eufemismos. Los más sinceros los entienden como falta de valor para afrontar una realidad. En este caso, a diferencia del refrán, el que huye no sirve para ninguna otra batalla. Pierde. No llega ni a historia. Se queda ahí.

14/9/07

Claridad (...)

Era difícil imaginar que la claridad fuera capaz de confundir tanto.
Advertencia: no se trata de un juego de palabras.
Tampoco es un contrasentido.
Es así.
Tan sencillo como entreverado.

12/9/07

Destino (...)

Apenas es un pensamiento sin mayor sustento. No alcanza el nivel pretencioso de una hipótesis. Ni siquiera persigue el fin de convertirse en una señorial teoría. Sin embargo, cada vez se fortalece más la idea de que el destino está escrito con tinta indeleble. Uno puede intentar miles de trucos. Desde optar intencionalmente por un camino equivocado hasta salirse de la senda para dormir una siesta eterna. No sirve de nada. Tampoco tomar atajos, omitir señalizaciones, escapar, retroceder o acelerar. Inevitablemente, se acabará en el mismo lugar. Sólo somos actores, buenos o malos, que interpretamos un libreto. Y lo hacemos como podemos. El y ella. Ustedes. También vos y yo.

10/9/07

Curvas pronunciadas (...)

Ideas que se cruzan por la cabeza y que son literalmente esculpidas con forma de palabras por unos dedos gordos que golpetean las teclas con torpeza.
Los ojos se cierran. Entre la oscuridad no tan oscura, se aleja la bonita figura de una muchacha con curvas pronunciadas. Se oye su risa. Contagia. Se huele su perfume. Dan ganas de alcanzarla. También de abrazarla. Pero se va. Su silueta generosa se pierde en algún rincón...
Los ojos se abren. Entre la claridad no tan clara, se aleja la bonita figura de una muchacha con curvas pronunciadas. Se oye su llanto. Contagia. Se percibe su tristeza. Dan ganas de alcanzarla. También de abrazarla. Pero se va. Su silueta generosa se pierde en algún rincón...
Ideas que se cruzan por la cabeza y que son literalmente esculpidas con forma de palabras por unos dedos gordos que golpetean las teclas con torpeza.

7/9/07

Descartables (...)

Se acabó. Y ni siquiera hay tiempo para llorar. Retroceder es imposible. La estructura, que parecía indestructible, se desmoronó. Sólo queda una sensación horrible. Todos somos descartables.

4/9/07

Unilateral (...)

La mente primitiva no entiende los cambios superficiales. Apunta a la simpleza. La complejidad lo asusta. Lo espanta. La decisión unilateral de convertir el día en noche y la noche en día carece de sentido. La luz y la oscuridad siguen alternándose. Apenas modificaron el orden. El cambio, en definitiva, resulta imperceptible. Adaptarse será producto de una lenta aclimatación. Pronto, se convertirá en una triste rutina.
Otra más. Nada más.

28/8/07

No va más (...)

Todos aquellos que van con asiduidad al casino están convencidos de que una noche se irán del lugar con los bolsillos llenos de dinero. Así, con un golpe de fortuna como aliado, habrán consumado el postergado sueño de la movilidad social. Todos, se estima, conocen el riesgo que implica jugar en forma compulsiva. Saben que es mucho más probable quedar en bancarrota que transformarse en millonario con sólo acertar una seguidilla de plenos. Pero nadie, ni siquiera el más pesimista de los perdedores, va con esa alternativa como premisa.
En este caso, luego de esta trillada introducción lúdica, no hay ruletas ni naipes. Se trata, nada más, nada menos, de hacer una gran apuesta en tiempos de cambios, que incluyen refacciones, mudanzas y desafíos. Y eso genera incertidumbre.
Crisis.
La finalidad es crecer. Evolucionar. Sentirse más a gusto. Explorar. Aprender. Vivir.
El riesgo existe. Se puede perder. Se puede ganar.
Lo que no se puede hacer es dudar.
Pero dudo y luego no existo.
Si tuviese el convencimiento de que cualquiera puede hacer saltar la banca...

24/8/07

Milímetros (...)

La imagen se repite entre sueños y vuelve a acelerar los latidos. La duda se agiganta con el paso del tiempo. Se magnifica cada noche que pasa. Nada sucedió por centímetros. Quizá, milímetros. Observadores casuales en la oscuridad de la calle podrían haber oficiado de testigos. Ganó el temor sin sentido. El final de una historia sólo se habría precipitado. Otra etapa se habría abierto. Ahora, la distancia es enorme. Parece que todo está perdido. Sólo queda la imagen y la duda.

23/8/07

Final de juego (...)

La idea madre era alcanzar una comunión. Un lugar secreto para decir lo que no se podía decir y sentir lo que no se debía sentir. Por un descuido, el aforo se amplió. No hubo otra alternativa que correr el telón y seguir con la función. Se procuró no mutar el concepto original. Y el desafío se potenció. Algunos percibían inocencia. Otros, más sagaces, intuían indecencia. Podía tomarse como una caricia o somatizarse como una puñalada. Sin embargo, resulta imposible permanecer eternamente en el limbo. Era indispensable crecer. Tomar valor para cruzar el muro que separaba la ficción de la realidad. Y ahí, entre la cobardía y la inacción, el juego murió. Aquel recreo en un patio imaginario perdió su esencia. Se tornó aburrido e inconducente. Insípido. Hasta llegar a convertirse en insoportable.
En plena crisis, el duelo seguirá hasta nuevo aviso.

22/8/07

Confusión (...)

La puerta, por ahora, está cerrada. Se puede abrir. Y no se sabe qué hay del otro lado. La costumbre genera seguridad. Ofrece garantías al igual que la rutina. También devuelve chatura. Insatisfacción. Como contrapartida, el desafío de cambiar genera temor. Despierta preocupación. Eso está claro. En pleno proceso de mutación, la incertidumbre altera el ánimo. Los nervios extreman su sensibilidad. Se pierde lucidez. ¿Cómo evitarlo? Tal vez sea el momento de darle cabida a los instintos. Basta de razón. ¿Basta?

Contrarreloj (...)

La exigencia es sumamente presuntuosa. Tiene forma semejante a una utopía... Pido, por favor, días más largos para que no queden tareas pendientes. También noches más extensas para no acumular fatiga innecesaria. Además, solicito vacaciones sin obligaciones. Y la posibilidad de aumentar la carga horaria para el placer. La sensación de falta de tiempo genera desesperación. La híper actividad consume el reloj. Y el ocio, elemento fundamental para la sanidad mental, queda relegado a la nada. Los libros perdieron su lugar de privilegio. El cine fue víctima de la desidia y de la fobia, y devino en una vieja película por tevé que siempre empezó hace veinte minutos. La adictiva dispersión lúdica descansa en un cajón de un bonito mueble estilo provenzal. Las salidas perdieron la batalla con algún partido de fútbol o con una siesta poco reparadora. Se sabe, las utopías no existen. Se acepta que la culpa es propia. Los días duran 24 horas para todos. La exigencia es personal y contrarreloj. Hay que cambiar. ¿Será posible?

7/8/07

Miércoles (...)

Ya era tarde. Demasiado tarde para encarrilar su vida. Lo curioso fue cómo se dio cuenta de que todo estaba en estado terminal. Hacía años que no tenía sexo. Casi ni se hablaba con su mujer y, en consecuencia, le parecía poco feliz la idea de proponerle una noche de descarga en la desvencijada cama matrimonial que sólo usaban para dormir y discutir. Tampoco le interesaba saciar su abstinencia entre las piernas de una puta. La idea de pagar por los servicios prestados jamás lo convenció. Y no es que Ernesto fuese un puritano. Nada que ver. Más de una vez amaneció con un rayo de sol que le quemaba la cara y lo aturdía tras una traicionera resaca que no lo dejaba despegar su cuerpo de esos colchones mugrosos, cubiertos con una sábana manchada y un plástico tajeado, de los cabarets más baratos. A los cincuenta años, la burocracia de trocar dinero por cariño ficticio ya le daba arcadas. Por eso, llevaba una década como fiel devoto de la auto satisfacción. Con un razonamiento algo misógino, se justificaba recordando aquel cuento que intentaba ser gracioso y dejaba como moraleja la eterna fidelidad de la mano, que jamás hace reclamos, que nunca eleva una queja. Y que siempre responde en el momento de mayor necesidad.
Por eso, Ernesto jamás pudo olvidar aquella fría mañana de junio. Como Marisa, su mujer, dejaba la casa de madrugada para ir a trabajar, él aprovechaba sus ratos de soledad, antes de salir para su laburo, para darse pequeños gustos personales. Algunos días se quedaba durmiendo hasta las dos de la tarde. Otros, esperaba con los ojos entrecerrados que ella se marchara para encender el televisor y ver o rever alguna película clásica que pasaban por el cable. Muchas veces leía. Y otras se duchaba e inmediatamente iba al bar de la estación de trenes para desayunar un café con leche con dos medialunas de grasa y una de manteca. No tenía una grilla establecida. Siempre cambiaba. A excepción de los miércoles. Ese era el día que le dedicaba a la masturbación. Un rito sagrado que seguía como el más fiel de los feligreses. Ernesto contaba con un abanico de opciones para llegar al clímax. Tenía videos, revistas con fotos y relatos… Más allá del arsenal de pornografía celosamente guardado en un ropero bajo llave, generalmente recurría a los recuerdos. No podía olvidar sus primeras experiencias con sus novias de la adolescencia. También evocaba los años felices de su matrimonio con Marisa y su cuerpo exuberante. Y no se olvidaba de las trolas amigas de aquel boliche de Recoleta ni de las dos o tres amantes que supo tener en tiempos de apogeo de su virilidad. Vivía de lo bien que lo había pasado. Pero todo conjugado en pretérito imperfecto. Es que el presente era triste y continuo. Ya no sabía qué hacer ni dónde ir. Su vida conyugal sólo seguía de pie por inercia. Cada vez que Marisa amagaba con dejarlo, él ensayaba una suerte de autocrítica para lograr una amnistía. Sin embargo, con cinco minutos de diferencia, estaba totalmente arrepentido de haberla retenido. Una relación enfermiza que tenía clara fecha de vencimiento. Ni siquiera les quedaban los hijos, que cansados de la oscuridad del hogar decidieron marcharse lejos. Bien lejos. Uno es ingeniero electrónico y vive en Cincinnati, Estados Unidos, gracias a una beca conseguida en la universidad. Y el otro, bohemio, se fue a probar suerte a España, con la idea de embolsar una buena cantidad de euros. Pero terminó casado con una hermosa andaluza con la que ya tiene una niña más bella que su madre –-a quien sólo conoce por fotos-- y su abuela --a quien no quiere ver ni en figuritas--...
En medio de una vida que ya no lo satisfacía, Ernesto sólo esperaba que llegaran los miércoles para poder descargar toda la tensión acumulada a lo largo de la semana. No sólo la pasaba mal en su casa. Tampoco era feliz en su trabajo. Ya llevaba veinte años en el mismo diario y quince con el mismo cargo. Lo que en un principio fue un mundo por descubrir mutó en un martirio rutinario y monótono. Su mayor motivación era esperar el cinco de cada mes para ver la cuenta del banco con una cifra de cuatro dígitos que se iba erosionando hasta llegar al cuatro del mes siguiente transformada en algo muy parecido a cero pesos con cero centavos. Lo mejor de su horrible vida, sin dudas, pasaba por la mañana con sus escapadas, sus películas, sus libros. Y sobre todo con sus pajas.
Aquel 13 de junio, luego de un sueño muy caliente, Ernesto se despertó con unas terribles ganas de coger. Ya no estaba Marisa, que se había ido a trabajar a las seis de la mañana, como siempre. Tan mal estaban las cosas con ella que hacía un buen tiempo que ni siquiera atinaba a despertarse para despedirla. Para qué hablar de aquellas épocas lejanas en las que se levantaba junto a ella para compartir unos mates antes de acompañarla a la parada de colectivos. Ya nada quedaba de aquel gran romance. No obstante, vaya paradoja, esa fría mañana se dio cuenta de que la excitación era producto de un recuerdo de la luna del miel. Tras casarse en 1981, decidieron subirse al 3CV de Ernesto para recorrer el país. Así encararon hacia Santa Fe y luego pasaron por Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja. En pleno periplo, el Citröen los dejó a gamba y tras 28 días de travesía debieron pegar la vuelta en un micro. El auto regresó por las suyas remolcado una grúa. La noche del percance, sin embargo, pasaron una velada inolvidable en la soledad de la ruta provincial 74, camino a Chilecito. Si al coche le quedaba algo por romperse, ellos se encargaron de terminar la faena luego de una maratón de lujuria y pasión.
Curiosamente, Ernesto se despertó con ese hermoso recuerdo. Y fue como un rayo al baño decidido a completar el homenaje. Antes de bajarse el pantalón del pijama y el calzón para sentarse en el inodoro, se miró al espejo. Se notó demacrado, con unas terribles ojeras. Descubrió arrugas. La imagen, además, reflejaba un rostro avejentado con una preocupante palidez verdusca. Enseguida, pensó que no tenía ni la más mínima gana de masturbarse. Ya estaba grande para tener a la auto satisfacción como el objeto de mayor veneración, como móvil de una vida sin sentido. Se desnudó y volvió a mirarse al espejo. Esta vez de cuerpo entero. Lo más llamativo de su triste figura era una cicatriz que cruzaba el abdomen de punta a punta, una vieja e indeleble marca de un serio problema intestinal que lo tuvo al borde de la muerte. Hacía mucho que no se miraba. Estaba descuidado. Casi no se reconoció.
Se bañó, se vistió y llamó por teléfono a Marisa.
Ni siquiera la saludó con un hola. Apenas soltó quince palabras.
-Soy yo. Tenemos que hablar.
-¿Estás bien? ¿Te sentís bien?
-Sí, bárbaro. ¿Te paso a buscar y vamos a almorzar?
-Bueno. Te espero en la puerta de la oficina... Pero no te pasa nada, ¿no? Te noto raro.
Ernesto cortó. Tampoco le dijo chau. Sintió un alivio terrible. Al fin, había visto la manera de salir de la oscuridad. Tomó valor. No tenía otra que volver a empezar.

Bufar (...)

Tenía muchas ganas de decir. Pero no lo hice. Quedé mudo. De inmediato, con la garganta seca, opté por tomar aire hasta llenar los pulmones y la boca. Conté hasta cinco y comencé a largarlo lentamente. Creí que el ejercicio de respiración, muy parecido a un bufido, lograría descomprimir la situación. Supuse que sería lo más parecido a una solución. Pero estaba equivocado.
Con un par de días de guarda, no logro entender por qué cometí semejante traición a mis convicciones. Quizá sentí que no me iban a escuchar. En realidad, necesito admitir que tuve un enorme temor a no ser comprendido. Las palabras quedaron ahí. Lo peor de todo es que dejaron de tener validez. Ya no sirven de nada. Sólo aportarían más confusión. Sin embargo, siguen rondando en mi cabeza. Errantes, sin destino, causan bronca. Devoran neuronas.

2/8/07

Hipoteca (...)

La híper actividad mantiene el cerebro híper ocupado. Y eso significa que no hay tiempo de ocio que sea útil para enroscarse en los complicados laberintos que propone el día a día. La duda, no obstante, surge. Es inevitable.
¿Es bueno dejar de pensar por un rato?
¿Sirve de algo tomarse un descanso de los problemas?
¿Es saludable?
¿O se trata de una hipoteca que se tornará imposible de saldar?

31/7/07

Disparador (...)

¡Qué suerte que tiene este tipo que hace lo que se le da la gana! La reflexión superficial surgió casi como un reflejo tras leer un reportaje a un afamado artista. Enseguida, con una respuesta propia del conductismo, Joaquín se llenó con una enorme imagen de felicidad al pensar lo bien que se sentiría si hiciera sólo lo que desea... Pero el efecto alucinógeno duró unos pocos segundos. El alivio se transformó en agobio. Acababa de darse cuenta de que no tenía identificado qué era lo que quería. Y se preocupó. Mucho. Tanto es así que tomó la determinación de encontrarle una solución al dilema. Así, apresuradamente, llegó a la conclusión de que lo único que tenía en claro era que sabía lo que no quería. Pero eso, lamentablemente, no alcanzaba para descubrir cuáles eran sus reales ambiciones. Apenas las delimitaba. Dejar de hacer algo que no gusta, no implica directamente hacer lo que a uno le causa placer y satisfacción. Empecinarse en criticar modelos antipáticos es una tarea tan cómoda como improductiva. Después de caminar en círculo por años, tomó conciencia de que era un pequeño engranaje perdido en el gigantesco mecanismo de la nada. Ese tipo de la entrevista que disparó un frenético debate interno no tiene nada de suerte. El forjó su destino con sudor, talento e ingenio. Ahora, de una vez por todas, Joaquín decidió ser un nombre propio. Simplemente para algún día hacer lo que se le dé la gana.

27/7/07

Quién (...)

¿Quién da? ¿Quién no da? ¿Quién hace? ¿Quién no hace? ¿Quién está? ¿Quién no está? ¿Quién quiere? ¿Quién no quiere? Preguntas. Demasiadas. Lo curioso es que las respuestas, en este caso, no son necesarias. No son útiles. La búsqueda de un culpable o un responsable sólo sirve para avivar el fuego. Cuando se trata de un juego de dos, los errores siempre son plurales.

25/7/07

Fuga (...)

No importa dónde esté. Tampoco cuándo. En plena vorágine diaria, de repente, casi sin proponérmelo, me voy. Desaparezco. Por suerte, nadie se entera. Los demás, también en la lucha, me ven. Creen que estoy trabajando. O haciendo cualquier otra cosa. Sin embargo, sólo les dejo mi envase. Mi cabeza viaja. Se escapa del agobio. Se fuga. Le alcanza con visualizar una imagen para llegar a un lugar placentero. Treinta segundos. Un minuto. Tal vez, un ratito más. Parece poco. Es suficiente. Lo ideal sería que alguna vez el cuerpo se sume a la excursión. No estaría nada mal...

24/7/07

Imperativo (...)

Del otro lado, curiosamente, cada una de las oraciones está formada con verbos en modo imperativo...
Hay dos alternativas.
El receptor puede ser un vago, un inútil.
Quizá.
¿O será que el emisor es un dictador en potencia?

23/7/07

Inflexión (...)

La cabeza no para. Y el inconsciente no se hace el gil. Avisa. Deja marcas en el cuerpo. Lo desgasta. No queda otra que cambiar de actitud. Hay que demorar la erosión. Sobre todo si parte de la autodestrucción. La idea es capitalizar la energía. Para volver a disfrutar. Para sentir otra vez placer. Basta de retracción. Basta. Punto final para las quejas sin sentido. Resultan inconducentes. Lo mismo corre para el dolor y las broncas constantes.
Llegó el tiempo de construir. Demoler paredes si es necesario.
Y volver a construir.

Ilustración: "Invierno en París", de Emilio Pettoruti (1955)

19/7/07

Número redondo III (...)

"¡Qué lo parió!", diría Mendieta, el perro hablador del renegáu Inodoro Pereyra. Justo hoy, un día de mielda (tenía razón el Maestro al respecto: la ere le da muchísima más fuerza a la palabra mierda), el blog llegó y superó las 10.000 visitas. Mi ombligo y el de (...) están extasiados.
Las bondades del contador --gracias Lord Henry por presentármelo-- me permiten saber cómo desembarcó tanta gente en este sitio perdido en la red. Sobre las últimas 500 entradas, me encontré con que el 11 por ciento se acercó googleando la palabra "angustia". Lo sigue el término "eufemismo" con un 8 por ciento, "síndrome de abstinencia" y "calentamiento global" comparten tercer escalón del podio con un 4% e "incertidumbre" cierra el quinteto inicial con un 3,5. El top ten se completa con "explícito", "frustraciones", "Juan Sasturain", "receta para llorar Julio Cortázar" y "distracción".

Conclusión apresurada bajo la óptica de los puntos suspensivos: hay mucha gente que está triste y que no sabe cómo decirlo. Se preocupa, entre otras cosas, por problemas propios, pero también tiene espíritu colectivo y desea desentrañar qué será de la humanidad. Todo eso redunda en un enorme signo de interrogación. Estimo que muchos han pasado por el consultorio médico y se han enterado de que sufren gastritis como uno que yo conozco.

PD1: La muerte del gran Fontanarrosa disparó las visitas. Hoy recibí más de 180 luego de conocerse la noticia. En realidad, el promedio, con suerte, llega a las 60 por día. Una muestra pequeña de la grandeza del genio rosarino.
PD2: Hay gente que sigue buscando "porongas grandes" y llega a este blog. Ya les dije: acá no hay...
PD3: Gracias por venir.

Con respeto y devoción (...)

Se hace difícil escribir sobre alguien que despertaba una profunda admiración como Roberto Fontanarrosa. Resulta muy complicado hacerlo de la mejor manera y sin caer en lugares comunes. Sobre todo porque en este instante de dolor por su muerte muchos emprenden la misma tarea y buscan tributar al Negro con un texto que logre estar a su altura y pintarlo de cuerpo entero. La misión sería imposible.
Porque el genial rosarino marcó un quiebre en la cultura argentina. Derribó bronces y, aunque muchos no tengan el valor de reconocerlo, se ganó un lugar en la elite de la literatura. Tras su ingreso al mundo de las artes por el patio de atrás --a través de sus inolvidables e inoxidables tiras humorísticas--, Fontanarrosa incursionó en las letras y causó una revolución. Y aquí no hay una santificación post mortem. Todo lo contrario.
Su prolífica obra, con doce libros de cuentos y tres novelas, pone en evidencia la posibilidad de entender que la literatura es apta para todo público. No es necesario ser erudito, seleccionar términos difíciles, construir oraciones con figuras retorcidas y recursos literarios suntuosos, para contar una historia magnífica. Fontanarrosa, tal vez tras los pasos de Roberto Arlt y Osvaldo Soriano, logró llevar definitivamente a las letras al llano y, vaya paradoja, con mucha altura. Casi siempre explotando la difícil veta de hacer reír. Porque, se sabe, muchos pueden hacer llorar con facilidad.
Leer los cuentos y novelas de Fontanarrosa es como sentarse en una mesa de un café a escuchar al más hábil de los narradores, capaz de animar relatos con la mágica combinación de simpleza y precisión. Historias posibles de personajes oscuros o marginales. Hazañas y grandes fracasos vinculados al mundo del fútbol. Ficciones irreverentes. Parodias de notables personajes de la historia. Con su prosa, el Negro fotografió y caricaturizó la argentinidad. Siempre al borde del absurdo, con la sutileza para no derrapar jamás. Con las palabras adecuadas, sin reparar en si son buenas o malas, palabritas o palabrotas. Así, Fontanarrosa transitó por ese camino como nadie lo había hecho. Y dejó una huella enorme.

*Publicado en la Agencia Universitaria de Noticias y Opinión

Gracias por todo (...)


12/7/07

Dos preguntas (...)

¿Qué hacer cuando no se sabe qué hacer?
¿Qué decir cuando no se sabe qué decir?

... Pero cuesta mucho.

9/7/07

Escepticismo bajo cero (...)

Dice La Nación.com:
"Una rareza. Tanto, que hasta el Servicio Meteorológico Nacional dudó en anunciarlo: nevó en Buenos Aires. Por primera vez en casi un siglo los porteños vieron caer nieve en la ciudad y, por supuesto, muchos salieron a las calles a festejar".
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Dice Clarín.com:
"En algunos barrios porteños y en ciudades del conurbano se vieron familias que disfrutaban del fenómeno climático, a pesar del frío. Los grupos más grandes se registraron en Lomas de Zamora y Devoto".
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Dice (...)
Todo bien. Es inédito. Histórico. Tal vez, irrepetible en nuestras vidas... Pero no se dan cuenta de que, al fin y al cabo, la nieve es lluvia helada. ¿Acaso la gente no se queja cuando llueve y trata de buscar protección para evitar mojarse? ¿Es para salir a la calle y quedarse una hora festejando? ¿Sirve de algo jactarse de eso?
Sí... Escepticismo bajo cero.

*Fotos: Clarín / Laura Lotti-La Nación

Evasión (...)

No hace falta decir para decir. Es que muchas veces se puede hablar sin hablar. Y hasta se escucha sin escuchar. Es una alternativa para tomar aire. Para poder respirar. Para alejarse y tomar distancia. Omitir. Evadir. Estar sin estar. Eso sí: en algún momento hay que volver. No queda otra. Para decir, hablar, escuchar. Y estar.

El tiempo no para (Cazuza-Brandão)

Cansado de correr en la dirección contraria
sin podio de llegar y mi amor me corta la cara
porque soy sólo un hombre mas,
pero si pensás que estoy derrotado
quiero que sepas que me la sigo jugando
porque el tiempo, el tiempo no para.

Cambio de fondo (...)

Se trata de un cambio de fondo. Violento. Sin medias tintas. Es, sin embargo, una leve modificación superficial. Tal vez, momentánea. Una paradoja. También un juego de palabras.

6/7/07

En blanco (...)


Empiezo a escribir. Me entusiasmo. Me parece que el relato está bueno. Freno. Leo. Releo. No me gustan algunas palabras. Retoco. Busco en el diccionario el término más apropiado. Vuelvo a corregir. Leo. Releo. No me agradan algunas oraciones. No tienen fuerza. Lucen inconexas. No dicen nada. Uffff. Me parece que la historia es una mierda. Otro texto mediocre con destino de papelera. Imposible de entender. Lo borro. La hoja virtual se convirtió en un bollo. El documento está nuevamente en blanco. Esta secuencia se repitió no menos de veinte veces en las últimas tres horas. Se me quema el cerebro. Respiro hondo. No sé qué me pasa. No se me ocurre nada. Pienso. Busco una explicación. Pienso. Siento un vacío terrible. También un raro malestar físico. No hay inspiración. Perdí motivación. Me siento diferente. Me falta algo muy importante.
¿Alguien me puede ayudar?

5/7/07

Angustia (...)

1. f. Aflicción, congoja, ansiedad. 2. f. Temor opresivo sin causa precisa. 3. f. Aprieto, situación apurada. 4. f. Sofoco, sensación de opresión en la región torácica o abdominal. 5. f. Dolor o sufrimiento.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
El diccionario, con toda su frialdad, abarca cada uno de los significados del término en cuestión. Sólo le falta detallar que una persona que sufre de angustia siente aflicción, congoja, ansiedad, temor opresivo sin causa precisa, aprieto, situación apurada, sofoco, sensación de opresión en la región torácica o abdominal, dolor y sufrimiento. Todo junto. Y eso que no habla del nudo en la garganta y las incontenibles ganas de llorar.


Ilustración: "Mujer ante el espejo", de Pablo Picasso (1931)

En las antípodas (...)

Si te digo hola es porque no quiero verte más. Si te pregunto cómo estás es porque no me interesa saber nada de tu vida. Si te llamo por teléfono es porque no tengo ganas de hablarte. Si te miro es porque no te soporto. Si te busco es porque no te quiero cruzar. Si te sonrío es porque me aburrís. Si te aconsejo es porque quiero que te vaya mal. Si te cuento historias es porque te quiero espantar. Si te digo que sí es un no rotundo. ¿O será al revés?

4/7/07

Diez kilómetros (...)

Diez kilómetros y no cruzaron palabras. Ni una. Lo único que se escuchaba era el insoportable ruido del ambiente. Bocinas, frenadas, motores, sirenas de ambulancias... Pero ellos no abrieron la boca. Ni para decirse hola. Tampoco para decirse chau. Apenas se saludaron con un beso en la boca cuando ella subió al auto y con otro cuando se bajó. No podían mirarse a los ojos. No pararon de llorar. Las lágrimas recorrían sus pómulos y humedecían los cuellos de sus elegantes ropas. El optó por el silencio. Suponía que se trataba de una pelea más. Una escaramuza que no afectaría la relación. Sólo había que guardar silencio y esperar que el tiempo, como muchas otras veces, curara la herida. Pero estaba equivocado. No la vio más. Jamás pudo pedirle perdón. Apenas recuerda su rostro desfigurado por el llanto. Nunca pudo decirle que tenía razón. Esos fueron los últimos diez kilómetros de un gran amor.

Ilustración: "Face of a face", de Paul Klee

2/7/07

Jugar (...)

El reglamento, implícito, jamás escrito, habla de contención y apuntalamiento. Incluye diálogo, complicidad, guiños y voces inocentemente codificadas. Existe además un sentimiento de pertenencia, basado en coincidencias, sostenido por gustos en común. Todo dentro de un marco de libertad. Porque no hay posesión. Porque no se puede ser dueño de lo ajeno. Aquí no se concibe la idea de expropiar ni la atribución de ser invasivo. Nada que tenga que ver con forzar. Aquél que lo haga, será sancionado. No podrá jugar más porque no entendió que apenas se necesita simpleza. Los enojos, los reproches, el cinismo y la histeria no son necesarios. Acá nadie juega a ganar. Es meramente lúdico.
Acá todos juegan a jugar.

Ilustración: "Arlequín", de Salvador Dalí (1927)

Nosotros (...)

Lo que no fue jamás será. Y no vale la pena perder tiempo en intentar modificarlo. El presente pasa. Y no existe la manera de frenarlo. Lo que será, en cambio, nadie lo sabe. Ni yo. Ni vos. Tampoco él, ella, ustedes ni ellos. ¿Y nosotros? ¿Acaso me olvidé de nosotros? Nosotros somos los que hacemos y deshacemos. Nosotros fuimos, somos y seremos nosotros. Siempre en plural. Incluso, en singular.

Ilustración: "Homme et femme", de Pablo Picasso (1971)

1/7/07

Distancias (...)

Está cerca, tan cerca... No hacen falta palabras. No son necesarias. Apenas silencios. No hay más preguntas. Tampoco respuestas. Una caricia, algo parecido a un beso, miradas, gestos. La conoce de memoria. Pero ya ni siquiera se acuerda cómo es.
Está lejos, tan lejos...

Ilustración: "Park of idols", de Paul Klee (1939)

28/6/07

Caballero (...)

Sin fina estampa, ni lucero... Ni siquiera sonríe bajo un sombrero. Pero es caballero. Anda como puede. Camina. Tropieza. Corre. Y se levanta. Se cansa. Descansa. Intenta. Acierta. Se equivoca. Aprende. Vuelve a empezar. Nunca es tarde para perder. Nunca es tarde para ganar.

Ilustración: estatua de Chabuca Granda, en Lima, Perú.
A pedido. Perdón Chabuca. Perdón Caetano.

26/6/07

Frustraciones soñadas (...)

De chico, admito, soñé miles de veces con que era un exitoso futbolista que brillaba con la casaca de Banfield. También imaginaba que llegaba a jugar un Mundial y, como no podía ser de otro modo, convertía el gol decisivo en la final ante Brasil. Uno suele no escatimar gloria a la hora de fantasear entre sábanas...
De hecho, para seguir ejemplificando, en plena adolescencia y con las hormonas en ebullición, me di el gran gusto de ser el amante en pijamas de mujeres hermosas. Obviamente, el hechizo se desvanecía no bien sonaba el despertador y me daba cuenta de que la almohada, generosa, hacía las veces de la inalcanzable Laura Antonelli, por citar alguna de mis innumerables e imborrables fantasías como púber.
Toda esta vergonzosa y ruborosa introducción tiene una explicación. La otra noche me encontré con que un tal Gabriel García Márquez había dejado un comentario en este blog. El realista mágico de Aracataca o alguien que se hizo pasar por él, elogiaba con fervor uno de mis relatos. Obviamente, totalmente asumido de mi prosa mediocre, no me creí nada. Sólo respondí con una carcajada textual. Suponía que se trataba de una broma de algún amigote. Sin embargo, a los pocos días, el gran GGM insistió a través de un correo electrónico. Decía que entraba a menudo en esta página y que le gustaba mucho lo que hacía. Volví a responderle y le agradecí, pero seguía poco convencido... Hasta que, finalmente, el propio Gabo, a través de la gente de su editorial, se encargó de que yo comprobara que todo era cierto. Era una caricia enorme para mi devaluado ego... Era maravilloso... Era increíble... Era, como imaginaban, un sueño. La pequeña Catalina, con un llanto de madrugada magnificado por el baby-call, me hizo caer en la realidad de que todo era producto de una nueva alucinación nocturna.
Apresurado y tremendista, como siempre, llegué a una conclusión mientras preparaba la mamadera: los sueños anticipan frustraciones. ¿Cómo es eso? De habilidades discretas como futbolista y con escasa fortuna, aunque no debo quejarme por lo que tengo en casa, a la hora de conquistar mujeres bonitas, mi suerte como literato está echada.
¿Saben dónde puedo poner una rotisería? Si la memoria no me falla, jamás soñé con un matambre con rusa o con un pollo al spiedo...

Incertidumbre (...)

Suena la alarma del despertador. Miro para arriba y el techo ya no está. Me parece raro, me preocupa, pero no me detengo en el detalle porque es tarde y debo ir a trabajar. Encaro hacia el pasillo que me llevará al baño. De repente, freno, giro y observo lo que dejé atrás. Veo armonía, entusiasmo y ganas... Pero ya me pasé de largo. Es demasiado tarde para poner reversa. Es inevitable. Con bronca, encaro otra vez el eterno pasillo. Miro hacia adelante. No veo nada. Está oscuro. Muy oscuro. Me parece raro, me preocupa. Y pienso con alivio... La luz está apagada. Tal vez, sólo necesito recordar de memoria el camino que me llevará hasta el interruptor.

Ilustración: "Mimosa", de Henri Matisse (1949-51)

25/6/07

Distracción (...)

De refilón, sin pedir permiso y con un poco de rubor, intento mirar donde no debo. Del otro lado, entre la espesura que se deja ver detrás de la pequeña hendija, se adivina un universo que promete calma, contención y comodidad. Desde afuera, luce como un espacio fabuloso. ¿Lo será? El muro es muy alto. Y no es el momento ideal para trepar. Es mucha la carga. Alcanza, simplemente, con espiar. Se trata de una excelente distracción.

Ilustración: "Refuge", de Paul Klee (1930)

24/6/07

Eufemismo (...)

¿Cómo decirlo sin llegar a los extremos de la crueldad? ¿Es necesario? Opresión y silencio. Desborde y ruido. No existe un termino medio. Por ahora. La razón pide calma. Intenta buscar diferentes opciones de salida. El reloj empieza a correr. El tiempo se agota... La razón piensa. Medita. Cuenta hasta diez. Y se abre una puerta que entre tanta oscuridad no se veía. Una vía de escape. Quizás estoy exagerando un poco. Nada es tan grave como parecía.

Ilustración: "Figure", de Pablo Picasso (1928)

23/6/07

Conexiones (...)

La dispersión hace estragos. Estoy acá, sentado frente a la computadora, con la vista clavada en el monitor, las dos manos sobre el teclado y con incontenibles ganas de armar una historia. Una buena historia. De repente, siento que estoy en otro lugar, muy lejos de la oscuridad de mi estudio, conectado con otra terminal y enfocado en armar una historia distinta. Otra buena historia. Pero distinta. Ahora no sé dónde estoy. Les advertí: la dispersión hace estragos.

Ilustración: "La ventana abierta", de Juan Gris (1921)

22/6/07

Disquisiciones rutinarias (...)

¿Por qué tengo tan pocas ganas de hacer todo lo que hago a diario? ¿Por qué me muero de ganas de hacer lo que nunca hago y, seguramente, jamás haré? Por primera vez, creo, logré responder una pregunta con otra pregunta. Obviamente, el dilema no tiene una solución tan sencilla en la práctica. Está emparentado con el sentimiento constante de disconformidad. Y, además, tiene mucho que ver con la adicción que genera la maldita rutina y el temor privativo que produce apostar al cambio para romper con lo establecido.

Ilustración: "Composición en rojo, amarillo y azul", de Piet Mondrian (1921)

21/6/07

Síndrome de abstinencia (...)

La abstinencia, asegura la Real Academia Española, es una "virtud que consiste en privarse total o parcialmente de satisfacer los apetitos". Como procuro combatir a diario contra mi supina ignorancia, seguí husmeando y me encontré con que satisfacer es "saciar un apetito o una pasión". Enseguida, fui por el significado de apetito y descubrí que es el "impulso instintivo que lleva a satisfacer deseos o necesidades". En tanto, comprobé que pasión es el "apetito o afición vehemente a algo". Recién entonces, después de transitar por un círculo vicioso de definiciones, llegué a la conclusión de que el diccionario podía estar equivocado. ¿La abstinencia es una virtud? ¿O es un terrible defecto? Al estar contaminado por el tema, debería abstenerme de hacer un comentario final... Sin embargo, me veo obligado a confesar que estoy diametralmente en contra de las abstinencias. No todo debe ser racional. Resulta nocivo para la salud frenar sistemáticamente los impulsos del instinto.

Ilustración: "Irises", de Vincent Van Gogh (1890)

20/6/07

Por las dudas (...)

Aquí no se habla de meras fantasías. Se hace referencia a cuestiones que alguna vez fueron posibles, pero que se convirtieron en amargas utopías como consecuencia de decisiones equivocadas o apresuradas... Las malditas dudas. Uso el índice y acuso: todo es culpa de las dudas. ¿Qué habría pasado si hubiese hecho esto o aquello? ¿Qué pasaría si probara eso? ¿O si elijo este camino? Dudas, más dudas. Ufff... La sensación es terrible. Querer hacer y no poder genera una angustia terrible. Es una sensación extremadamente corporal, imposible de expresar con palabras. De eso, vaya paradoja, no tengo dudas.

Ilustración: "Feuerquelle", de Paul Klee (1938)

19/6/07

Explícito (...)

La psiquis trabaja a destajo, como si se tratara de una coctelera que no para de ser agitada. Las ideas chocan en forma constante. Y por generación espontánea nacen nuevas imágenes. Sin embargo, a medida que se alarga el encierro, se torna cada vez más difícil ser explícito. Toda esa entropía tiene destino seguro de papelera de reciclaje. La claridad es la materia pendiente. Porque no existe término medio. El hombre pasa, sin escalas, de la oscuridad al encandilamiento. Se enceguece. Es irremediable. Y se pierde.

Ilustración: "Szene in Blau", de Willi Baumeister (1951)

Calentamiento global (...)

Intento irme, pero me quedo... Me quiero quedar, es evidente. Necesito hacerlo, aunque lo indicado sea alejarse... Suena contradictorio. Lo es. ¿Acaso es bueno ser coherente? ¿Se puede? Es difícil seguir una línea recta cuando los vaivenes conducen a un zigzag inevitable. ¿Cómo manejar la brecha entre el quiero y el no puedo? ¿O entre el puedo y el no quiero? Posibilidades e imposibilidades. De ahí, justamente de los opuestos, salen todas las decisiones y las constantes indecisiones. La vida transcurre. Caigo en pozos, los evito, me hundo y salgo a flote. ¿Y el calentamiento global? No sé por qué... Pero también me quita el sueño.

18/6/07

Autocrítica (...)

Nunca hubo una bienvenida.
Apenas, afinidad, coincidencias, necesidades complementarias... Enormes, pequeñas, enormes. Sin embargo, no alcanzó. Se hace difícil avanzar cuando nadie se atreve a cruzar del otro lado. Aburre. Se hace imposible cuando los límites son siempre los mismos. Agoniza. Nada se obtiene si no se intenta trascender. Muere. No todo lo establecido está necesariamente bien. Es imprescindible romper, destruir y volver atrás para empezar otra vez.
Tampoco hace falta decir adiós.

*Ilustración: "Upwards", de Vasily Kandinsky (1929)

16/6/07

Desdibujado (...)

El trazo fino no delata imperfecciones. La figura delicada encandila por su excelencia extrema. Es un imán y la atracción es inevitable. La unión, esperada, luce como mágica. Pero nunca jamás se consuma. La realidad se encarga de poner las cosas en su lugar. La conjunción es imposible. Inalcanzable. Con el paso del tiempo, el trazo delicado se erosiona. Se convierte en lo que no era. Ya no hay excelencia. Todo es pueril. La figura toma forma de garabato. Tiene destino seguro de mancha. Una más. Lo que parecía un dibujo perfecto deviene en una triste y poco original caricatura.

*Ilustración: "Maniquí de Barcelona", de Salvador Dalí (1926).