28/2/07

Soledad (Pedro de Miguel)

Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando.

No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.


27/2/07

Curiosidad en la red (...)


Este libro se conseguía en España allá lejos y hace tiempo. Tengo la sensación de que el autor murió en la pobreza. Seguramente, el iluso perdió su fortuna a manos de sus ex.
Sin látigo, se sabe, resulta imposible...
¡Cuac!

Hablaba y hablaba (Max Aub)

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

Un amor más allá del amor (Roberto Juarroz)

Un amor más allá del amor,
por encima del rito del vínculo,
más allá del juego siniestro
de la soledad y de la compañía.
Un amor que no necesite regreso,
pero tampoco partida.
Un amor no sometido
a los fogonazos de ir y de volver,
de estar despiertos o dormidos,
de llamar o callar.
Un amor para estar juntos
o para no estarlo
pero también para todas las posiciones
intermedias.
Un amor como abrir los ojos.
Y quizá también como cerrarlos.


22/2/07

El silencio que queda entre dos palabras (Roberto Juarroz)

El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.

Suertes (Jorge Boccanera)


Azar no es arrojar una moneda al aire.
Ni siquiera esperar el cara o cruz.
Azar es atrapar la moneda en el aire
y huir sin dejar rastro.

Síndrome (Mario Benedetti)

Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en estos detalles.

Sin cámara (...)

A continuación les cuento todo lo que vi camino al supermercado:
  • Una vieja que se tropezó en la vereda.
  • Una mujer paseando un bebé en un carrito.
  • Un ciclista que no respetó las señales de tránsito y casi es atropellado por un remís.
  • Un chofer de colectivo que ignoró el rojo de un semáforo y que fue puteado por un peatón.
  • Un chico besando una chica, los dos sentados en el cordón.
  • Un viejo tomando mate en la puerta de su casa.
  • Unos pibes tomando una birra.
  • Otros pibes fumando un porro en la esquina.
  • Una chica intentando fijar un cartel que se vuela con el viento.
  • Un tipo practicando tiro con arco en un descampado.
  • Un montón de viejos y viejas chusmeando con vecinos.
  • Una chica llorando mientras esperaba el bondi.
Me hubiese encantado tener una cámara de fotos a mano para registrar cada escena. Y también para que me crean. Saben, supongo, que no tengo necesidad de mentir. El súper está a cinco kilómetros de mi casa. En el medio pasaron todas esas cosas. Al menos, son las que vi. Otras tantas, seguramente, me las perdí. Una pena.
Tal vez estaba distraído mirándome el ombligo.

19/2/07

Instrucciones para dar cuerda al reloj (Julio Cortázar)

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Estúpida manía circular (Luis Eduardo Aute)


Miro en el reloj y los segundos van latiendo
en una estúpida manía circular.

En el ojo sucio del espejo
un rostro exhausto me consuela con un gesto familiar.
Junto a tu fotografía se amontonan las colillas en el cenicero residual.
Huele a besos todavía la almohada que dormía sueños de algodón y celofán.
Leo el libro de poemas que robamos
en un arrebato de infección sentimental.
Una fina lluvia va rompiendo en los cristales
largas lágrimas que empiezo a tutear.
Los zapatos que dejaste calzan pasos en el aire
que el silencio me obliga a escuchar.
Viene un coche por la calle pero no lleva equipaje,
tal vez sea el que venga detrás.

Miro en el reloj y los segundos van latiendo
en una estúpida manía circular.

16/2/07

Siempre empezó a llover (Julio Cortázar)

Siempre empezó a llover
en la mitad de la película,
la flor que te llevé tenía
una araña esperando entre los pétalos.

Creo que lo sabías
y que favoreciste la desgracia.
Siempre olvidé el paraguas
antes de ir a buscarte,
el restaurante estaba lleno
y voceaban la guerra en las esquinas.

Fui una letra de tango
para tu indiferente melodía.

15/2/07

Conocí un genio (Charles Bukowski)

Hoy
conocí a un genio en el tren
como de seis años de edad;
se sentó a mi lado y,
mientras el tren
corría por la costa,
llegamos al océano.
el niño me miró y me dijo:
el mar no es nada bonito.

fue la primera vez
que me di cuenta
de ello.

14/2/07

Rodolfo Walsh por Rodólf Fowólsh

Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República. Mucho después descubrí que podía pronunciarse como dos yambos aliterados(1) y eso me gustó.
Nací en Choele-Choel, que quiere decir "corazón de palo". Me ha sido reprochado por varias mujeres.
Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas; el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antig"uedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba.
Mi padre era mayordomo de estancia, un transculturado al que los peones mestizos de Río Negro llamaban Huelche. Tuvo tercer grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la cancha de bochas. Su coraje físico sigue pareciéndome casi mitológico. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en 1947, y otro nos dejó como única herencia. Este se llamaba "Mar Negro", y marcaba 16 segundos en los 300: mucho caballo para ese campo. Pero esta ya era zona de la desgracia, provincia de Buenos Aires.
Tengo una hermana monja y dos hijas laicas.
Mi madre vivió en medio de cosas que no amaba: el campo, la pobreza. En su implacable resistencia resultó más valerosa, y durable, que mi padre. El mayor disgusto que le causo es no haber terminado mi profesorado en letras.
Mis primeros esfuerzos literarios fueron satíricos, cuartetas alusivas a maestros y celadores de sexto grado. Cuando a los diecisiete años dejé el Nacional y entré en una oficina, la inspiración seguía viva, pero había perfeccionado el método: ahora armaba sigilosos acrósticos.
La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke: Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir. Mi noviazgo con una muchacha que escribía incomparablemente mejor que yo me redujo a silencio durante cinco años. Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, del que hoy abomino. Lo hice en un mes, sin pensar en la literatura, aunque sí en la diversión y el dinero. Me callé durante cuatro años más, porque no me consideraba a la altura de nadie. Operación masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de seis años. En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces.
En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.

(1) Unidad métrica compuesta por
una sílaba breve (sin acento) y una larga (acentuada).
Así, habría que leer Rodólf Fowólsh.

13/2/07

Preguntas (Bertolt Brecht)

¡Escríbeme qué llevas puesto! ¿Es cálido?
¡Escríbeme en qué duermes! ¿Es también blando?
¡Escríbeme qué aspecto tienes! ¿Sigue siendo el mismo?
¡Escríbeme qué echas de menos! ¿Mi brazo?
¡Escríbeme cómo te va! ¿Te respetan?
¡Escríbeme qué andan haciendo! ¿Tienes bastante valor?
¡Escríbeme qué haces tú! ¿Sigue siendo bueno?
¡Escríbeme en qué piensas! ¿En mí?
¡La verdad es que sólo tengo preguntas para ti!
¡Y espero con ansiedad la respuesta!
Cuando tú estás cansada, nada puedo llevarte.
Si pasas hambre, no puedo darte de comer.
Así que estoy como fuera del mundo,
perdido, como si te hubiese olvidado.

11/2/07

El dilema de Eliseo (…)

La situación se repite hasta el hartazgo en los sueños: el sendero se bifurca.
El problema es que Eliseo no imagina hacia dónde va.
Ni siquiera lo sabe.
Sólo desea llegar a algún lugar donde exista algo semejante a la felicidad.
Entonces, sencillamente, comenzó caminar.
Tras recorrer un largo pasadizo, Eliseo se encontró con dos alternativas a seguir.
No sabe qué hacer.
Tiene que elegir.
La correcta o la incorrecta.
No puede quedarse paralizado ante la disyuntiva.
Y debe decidir por sí solo.
Nadie lo puede ayudar.
Una vez que opte por una de las dos arterias no habrá chance de marcha atrás.
Y esa situación de irreversibilidad lo pone en aprietos.
Lo hace transpirar.
Presiente que va a fracasar.
Nunca fue bueno para elegir.
Aunque, siendo un poco más misericordioso, tampoco resulta necesario ser tan terminante.
Es posible que las dos opciones tengan un final feliz.
No siempre hay que caer en los opuestos.
Existen los grises.
Los grises claros.
Y los grises oscuros.
No todo, como quieren hacerle creer, es blanco y negro.
¿Qué hará Eliseo?
¿Es apenas un sueño?

Apunte callejero (Oliverio Girondo)

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.
Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.

Conciliar el sueño (Mario Benedetti)*

"...En los últimos tiempos mis aventuras nocturnas han sido invadidas por el cine. No por el cine de ahora, tan venido a menos, sino por el de antes, aquél que nos conmovía y se afincaba en nuestras vidas con rostros y actitudes que eran paradigmas. Yo me dedico a soñar con actrices. Y qué actrices: digamos Marilyn Monroe, Claudia Cardinale, Harriet Anderson, Sonia Braga, Catherine Deneuve, Anouk Aimée, Liv Ullmann, Glenda Jackson y otras maravillas. (A los actores, mi Morfeo no les otorga visa.) Como ve, doctor, la mayoría son veteranas o ya no están, pero yo las sueño como aparecían en las películas de entonces. Verbigracia, cuando le digo a Claudia Cardinale, no se trata de la de ahora (que no está mal) sino la de La ragazza con la valigia, cuando tenía 21. Marilyn, por ejemplo, se me acerca y me dice en un tono tiernamente confidencial: «I don't love Kennedy. I love you. Only you». Sepa usted que en mis sueños las actrices hablan a veces en versión subtitulada y otras veces dobladas al castellano. Yo prefiero los subtítulos, ya que una voz como la de Glenda Jackson o la de Catherine Deneuve son insustituibles.
Bueno, en realidad vine a consultarle porque anoche soñé con Anouk Aimée, no la de ahora (que tampoco está mal) sino la de Montparnasse 19, cuando tenía unos fabulosos 26 años. No piense mal. No la toqué ni me tocó. Simplemente se asomó por una ventana de mi estudio y sólo dijo (versión doblada): «Mañana de noche vendré a verte, pero no a tu estudio sino a tu cama. No lo olvides». Como voy a olvidarlo. Lo que yo quisiera saber, doctor, es si los preservativos que compro en la farmacia me servirán en sueños. Porque ¿sabe? no quisiera dejarla embarazada."

10/2/07

Vacío creativo (...)

Y otros tipos de vacío...

Vacío oriental

Vacío de sed

Vacío suicida

Vacío utópico
(tren vacío)

Vacío comestible

7/2/07

Cita con ángeles (Silvio Rodríguez)



"...El ángel pasa bajo un puente,
después rodea un rascacielos.
Parque Central, lleno de gente,
no se da cuenta de su vuelo.
Cuánta utopía será rota
y cuánta imaginación
cuando a la puerta del Dakota
las balas derriben a John..."

5/2/07

Opiniones (Juan Gelman)

Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.

1/2/07

La conjura de los necios (...)

Le pido permiso a John Kennedy Toole (en realidad a sus deudos) para tomarle prestado el título de su novela póstuma “La conjura de los necios” (se las recomiendo: es un interesante recorte satírico de la sociedad estadounidense). Luego de las formalidades del caso, les cuento que la idea de esta breve entrada bloggera, apenas un boceto apresurado, es procurar hallar una respuesta a un dilema que me atormenta a diario.
¿Estamos rodeados de idiotas? ¿O será que el imbécil, en realidad, es uno?
Mi autoestima, por estas horas, recorre los subsuelos del barrio y se acerca peligrosamente a las napas. Sin embargo, creo que estoy lejos de ser un tipo alelado (pese a que voy en camino de hacer un posgrado al respecto) Como contrapartida, tengo la firme convicción de que está plagado de hombres y mujeres que convalecen tras padecer idiocia. Los hay en todos los estratos de la sociedad. Y son tan peligrosos como monos con navaja. Sobre todo aquellos que tienen al menos una pizca de autoridad y que convierten su idiotez en hijoputez (perdón, como siempre, por el neologismo). En consecuencia, se transforman en garcas…
Lo peor, encima, es que casi siempre se confabulan para entorpecer el accionar diario de aquellos que simplemente intentamos disfrutar de los pocos placeres que da la vida sin tomar parte de interminables e inconducentes disputas de poder. Ojo: tampoco voy a caer en la teoría del complot permanente. Alguna culpa debemos tener…
¿Qué hay que hacer para sobrevivir sin terminar convirtiéndose en uno de ellos? No lo sé… Si alguien tiene la respuesta, por favor, avise.