30/3/07

Siesta al paso (...)

Dos de la tarde. Día lluvioso. Muy. El agua dio unos minutos de tregua. Por eso, aproveché para salir rajando del trabajo y caminar hasta Plaza Constitución. No tenía paraguas. Tampoco plata para pagar un taxi. Esquina de Montes de Oca y Caseros. Cambió el semáforo. Detrás mío, mientras esperaba la luz verde, una pareja jugueteaba con palabras de amor. Parecían novios. Tal vez eran compañeros de trabajo. O viejos amigos. Ahora que me pongo a pensar, su historia no debía ser tan sencilla. No pude evitar escuchar el diálogo.

-¿Qué vas a hacer a la tarde? -pregunta el hombre, con barba de una semana y un traje azul un poco desarreglado por la insoportable humedad.
-Voy a dormir la siesta -responde ella, sin dudar, haciendo gala de una seguridad envidiable, propia de una chica muy bonita. Y vaya si era bonita. Digamos que era hermosa. De hecho, presté atención a la situación porque fue ella quien atrajo mi mirada --y la del resto de los compañeros ocasionales de esquina-- mientras consumía el tiempo viendo cómo pasaba humeando un colectivo de la línea 133.
-Entonces... ¿En tu casa o en mi casa? -replica él, rápido para el convite.
-No, no, no... Me parece que estás equivocado -contraataca la señorita--. Vos no podés dormir conmigo. No corresponde.
-Ahhh. ¡Mirá vos! Ahora me doy cuenta de que mi gran problema en la vida es que sufro de siesta no correspondida...

Cambió el semáforo. No tuve otra que empezar a caminar. Traté de no acelerar el paso para escuchar un poco más, para saber cómo terminaría la historia. Nunca lo supe. Ellos no iban para Constitución.

Le faltaron 21 palabras (...)


-A ver los de primero. Silencio. Fórmense bien... -grita la directora de la escuela.
Cada tarde, desde marzo hasta diciembre, la escena radial se repite cerca de las cinco de la tarde. No me queda otra. El fondo de mi casa limita con un colegio privado. Medianera mediante se escucha casi todo lo que sucede en el patio. Y no miento. Tan cerca lo tengo más de una vez salí corriendo a la puerta creyendo que tocaban el timbre y en realidad era, simplemente, la hora del otrora celebrado recreo.
-Los de tercero... Por favor. ¡Y los de quinto! Ya son grandes ustedes -brama la directora, con el megáfono en mano, intentando calmar a las pequeñas fieras que no paran de cuchichear.
-Bueno. Silencio... Recuerden que el lunes no hay clases -advierte.
-Eeeeeeeeeeeeeeeehhhhhhhhhh.
La segunda de las vocales, bien alargada, es la manifestación de alegría de los chicos, que ya paladean el feriado. La mayoría, intuyo, no sabe por qué gozará un fin de semana largo. La directora, tal vez presa de un arcaico programa de estudios, quizá víctima de su propia incapacidad, tampoco hace demasiado esfuerzo para que sus alumnos se enteren.
-Paren, chicos. Este feriado no es para festejar. Les pido que les pregunten a sus papás por qué no hay clases. Lo único que les digo es que no van a venir porque ese día pasó algo muy triste. ¡Silenciooooooooo! Y ustedes deben quedarse en sus casas y reflexionar. Hasta el martes.
-Hasta el marteeeeeeeeeeeeeeeeehhhhhhhhhh.

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El lunes es 2 de abril. Es feriado porque, hace 25 años, un dictador borracho creyó estar iluminado por la providencia del dios Old Smuggler y decidió recuperar las Islas Malvinas. Es cierto que muchos argentinos, incluso este cronista, entonces con edad de primer grado de la primaria, nos ilusionamos con darles una lección a los piratas ingleses. Pero sólo se trató de un reflejo inconsciente y chauvinista. Cualquier ser pensante (no olvido que mi viejo no se cansaba de repetir "esto es una locura") se habría dado cuenta de que era un delirio. Y así fue. Mientras Galtieri llenaba las cubeteras con agua y las ponía en el congelador de la tomada Casa de Gobierno, hubo 635 muertos y 1.068 heridos en las fuerzas argentinas. Muchos de ellos tenían entre 18 y 20 años. Eran pibes, con instrucción militar mínima, que estaban haciendo la colimba.
Espero que los chicos de la escuela lindante a mi casa, vayan a sus casas y se acuerden de preguntar por qué descansarán hasta el martes. Y también espero que los padres o tutores les cuenten la historia. El lunes no hay clases porque es el día del veterano y de los caídos en la guerra de Malvinas. A la directora no le debería haber costado tanto decir esas 21 palabras juntas...

29/3/07

Sube y baja (...)

¿Dónde estás?
¿Acá? ¿Allá?
¿Lejos? ¿Cerca?
No juego a los opuestos.
No me interesa.
Sería una pérdida de tiempo.
Sólo intento encontrar
el lugar ideal para estar bien.
Pero te busco y no te encuentro.
Y al rato
te encuentro sin buscarte.
Y me confundo.
Otra vez.
Ya es tarde.
Estamos marcados.
La idea, creo, es establecer
la distancia justa.
No podemos estar lejos.
Tampoco podemos estar cerca.
¿Por qué no parás de moverte?
¿O será que el que se mueve soy yo?

Días y flores (Silvio Rodríguez)

Si me levanto temprano,
fresco y curado,
claro y feliz,
y te digo: «voy al bosque
para aliviarme de ti»,
sabe que dentro tengo un tesoro
que me llega a la raíz.
Si luego vuelvo cargado
con muchas flores
(mucho color)
y te las pongo en la risa,
en la ternura, en la voz,
es que he mojado en flor mi camisa
para teñir su sudor.
Pero si un día me demoro, no te impacientes,
yo volveré más tarde.
Será que a la más profunda alegría
me habrá seguido la rabia ese día:
la rabia simple del hombre silvestre,
la rabia bomba —la rabia de muerte—,
la rabia imperio asesino de niños,
la rabia se me ha podrido el cariño,
la rabia madre por dios tengo frío,
la rabia es mío —eso es mío, sólo mío—,
la rabia bebo pero no me mojo,
la rabia miedo a perder el manojo,
la rabia hijo zapato de tierra,
la rabia dame o te hago la guerra,
la rabia todo tiene su momento,
la rabia el grito se lo lleva el viento,
la rabia el oro sobre la conciencia,
la rabia —coño— paciencia paciencia.
La rabia es mi vocación.
Si hay días que vuelvo cansado,
sucio de tiempo,
sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.
En esos días,
compañera,
ponte alma nueva
para mi más bella flor.

28/3/07

Melancolía (Charles Bukowski)

la historia de la melancolía
nos incluye a todos.
me retuerzo entre las sábanas sucias
mientras fijo mi mirada
en las paredes azules
y nada.
me he acostumbrado tanto a la melancolía
que
la saludo como a una vieja
amiga.
ahora tendré 15 minutos de aflicción
por la pelirroja que se fue,
se lo diré a los dioses.
me siento realmente mal
realmente triste
entonces me levanto
PURIFICADO
aunque no haya resuelto
nada
(...)
hay algo mal en mí
además de la
melancolía

A oscuras (...)


La musa que logró salir de la nebulosa le había iluminado el camino de la probable felicidad. Pero su luz, poco a poco, se fue apagando. Y él quedó a oscuras. Se dio cuenta de que estaba desnudo. Sin energías. Sólo le quedó una insoportable condena que deberá purgar hasta el final de sus días. Su mente, eternamente disconforme, no deja de plantear problemas imposibles de resolver. Ya no puede disfrutar de las cosas simples. Llora. No para.

27/3/07

Sexta poesía vertical - Número 7 (Roberto Juarroz)

¿Cómo amar lo imperfecto,
si escuchamos a través de las cosas
cómo nos llama lo perfecto?

¿Cómo alcanzar a seguir
en la caída o el fracaso de las cosas
la huella de lo que no cae ni fracasa?

Quizá debamos aprender que lo imperfecto
es otra forma de la perfección:
la forma que la perfección asume
para poder ser amada.

A contramano (...)


Me duele la cabeza. Estoy resfriado. No puedo mover el cogote. Me hago problemas por todo. Me siento mal. Me quejo.
¡No aguanto más!
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Tomo un migral. Y un Qura. Pido turno con el kinesiólogo. Salgo a correr. Sólo me me ocupo de las cuestiones que valen la pena. Me siento bien. Disfruto.
¡Era tan sencillo!
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Los problemas no se acabaron ni se acabarán. Pero la paso mucho mejor.

24/3/07

Memoria (...)

(Del lat. memorĭa).
1. f. Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado.

Rodolfo Walsh nació en 1927 en Choele-Choel, Río Negro. Fue escritor, periodista, traductor y asesor de colecciones. Su obra recorre el género policial, periodístico y testimonial, con obras cumbre como "Operación Masacre" y "Quién mató a Rosendo". Un grosso. Sus libros, crónicas y relatos no tienen desperdicio. Son brillantes.
El 25 de marzo de 1977 un grupo de tareas lo emboscó en calles de Buenos Aires con el objetivo de secuestrarlo. Walsh, que tenía unos cojones enormes, se resistió y logró herir a uno de sus agresores. Pero finalmente fue asesinado. Su cuerpo nunca apareció. El día anterior había escrito la carta abierta a la junta militar.

22/3/07

Decires (...)

Te quiero decir algo. Pero no me animo. Entro enseguida en pánico porque, si me atrevo a decirte todo lo que pasa por mi cabeza, tengo miedo de que me digas que no. Si eso sucede, creo que después no sabré qué decir. De hecho, estoy convencido de que jamás podré volver a decirte algo a la cara. Y eso que me importa un comino el qué dirán. Porque, ya te lo dije, todos los demás dicen por decir. Y eso a mí no me dice nada. Por favor, podrás decirme que sí sin que yo te diga nada. Bah, decime lo que quieras... Yo no te puedo decir lo que quiero que me digas.

Terapias (Julio Cortázar)

Un cronopio se recibe de médico y abre un consultorio en la calle Santiago del Estero. En seguida viene un enfermo y le cuenta cómo hay cosas que le duelen y cómo de noche no duerme y de día no come.

-Compre un gran ramo de rosas- dice el cronopio.

El enfermo se retira sorprendido, pero compra el ramo y se cura instantáneamente. Lleno de gratitud acude al cronopio, y además de pagarle le obsequia, fino testimonio, un hermoso ramo de rosas. Apenas se ha ido el cronopio cae enfermo, le duele por todos lados, de noche no duerme y de día no come.

21/3/07

¿Me entendés? (...)


De pequeño --aunque lo fui por poco tiempo-- mis padres me frenaban con el clásico "ya lo vas a entender cuando seas grande" ante cada intento de encontrar claridad a cuestiones que superaban mi capacidad de análisis o formaban parte del inmenso universo de lo desconocido. Sabía que aquella respuesta era, simplemente, una manera rápida de salir de un brete provocado por una mente inquieta y curiosa. Pero no podía pasar por alto el mandato de la autoridad paternal.
Lo raro llegó después. Bah, mejor dicho ahora... A medida que pasa el tiempo y mi capacidad de comprensión crece --al menos, eso es lo que creo-- cada vez entiendo menos todo lo que sucede a mi alrededor. Me desorientan las palabras. Me asustan los mensajes. Me desarman las actitudes. Y me agoto.

20/3/07

Persecuta (Mario Benedetti)

Como en tantas y tantas de sus pesadillas, empezó a huir despavorido. Las botas de sus perseguidores sonaban y resonaban sobre las hojas secas. Las omnipotentes zancadas se acercaban a un ritmo enloquecido y enloquecedor.
Hasta no hace mucho, siempre que entraba en una pesadilla, su salvación había consistido en despertar, pero a esta altura los perseguidores habían aprendido esa estratagema y ya no se dejaban sorprender.
Sin embargo esta vez volvió a sorprenderlos. Precisamente en el instante en que los sabuesos creyeron que iba a despertar, él, sencillamente, soñó que se dormía.

18/3/07

De vuelta (...)


Ya que hubo aviso de despedida, ahora "..." anuncia sin bombos ni platillos su regreso al ciberespacio. Tras una semana de descanso reparador en las sierras bonaerenses, el amigo vuelve a tener contacto con una computadora (afortunadamente, la maldita herramienta de trabajo no generó nostalgia) y aprovecha para reincorporarse al planeta blogger. El retiro espiritual, tal como se había prometido, no trajo aparejadas nuevas ideas. Sin embargo, "..." le sacó rédito al tiempo libre y se reconcilió con los vitales ejercicios aeróbicos. Y también pudo saldar su vieja deuda con el octogenario GGM. Nada mejor que siete días de ocio para disfrutar de "Cien años de soledad". Algo es algo.

8/3/07

Abierto por vacaciones (...)

Después de una prolongada e inconducente discusión con su alter ego, el petulante “…” informa que el sábado se despedirá por unos días para tomarse un breve descanso en Tandil. Si bien su otro yo, o sea yo, considera que este aviso es una muestra innecesaria de arrogancia, propia de un blogger vanidoso y presumido, la idea de “…” es no dejar pagando a sus seguidores (¿existirán o serán todos visitantes eventuales que llegan a esta página por error o por impericia en el uso de los buscadores de internet).

“…”, además, se compromete a regresar de su retiro espiritual en las sierras bonaerenses con nuevas ideas para seguir alimentando el blog que, dicho sea de paso (es horrible, pero tenía ganas de escribirlo), cumple con el propósito inicial de su autor.

Una pequeña reflexión para el final. “…” quiere saludar a sus “amigos y conocidos”, los vinculados y también aquéllos que prefieren continuar con sus proyectos bajo la noble protección del anonimato, por los consejos y, en especial, por lo buenos momentos que le hacen pasar.

Cap.2 La Guillermina (...)

La Guillermina es un bar de viejos burreros y timberos. Un tipo que apenas supera los 30 años es un bicho raro en ese sucucho de mala muerte que está a media cuadra de la estación de Banfield. Hasta desentona con las casas coquetas de la zona. O con la fiambrería top de la esquina. ¡Ojo! Peor la pasan las mujeres. La última que entró y se quedó más de cinco minutos debe haber sido la ex de Nicanor. ¡La pobre no podía sacarlo del pedo que se había agarrado! Creo, incluso, que ése fue el motivo que desencadenó la separación... Un detalle: el baño de las damas está cerrado con llave. Y no se trata de una cuestión de seguridad. El dueño lo usa como depósito para las latas de conservas y las servilletas... Un lugar no apto para señoras y señoritas.

Continuará.

*La imagen es gentileza del dueño de A mí no me mires

Cap. 1 Mejor me voy a un bar (...)

Miro hacia afuera y siento una desesperación enorme por salir. No estoy preso. ¿O sí? No lo sé. Todas las decisiones que tomé, hasta la más pequeña e intrascendente, me llevaron al lugar en el que estoy. Podría estar tirado en la cama, mirando tele o intentando dormir la siesta. Pero no. Estoy frente a esta maldita computadora tratando de buscarle una explicación a todo esto...

¿Voy a perderme una hermosa tarde de sábado en mi casa, solo, sentado en una silla incómoda y tratando de armar un cuento de mierda con seguro destino de papelera de reciclaje? Sí, ya me decidí. Me voy.

La remera está manchada. Me la cambio, ¿no? De paso aprovecho y me pruebo esta camisa nueva que me regalaron para Navidad. Ufff ¿Hace cuánto tiempo que no uso camisa? El desarrollo desmesurado de mi abdomen no se lleva nada bien con los botones. Pronto voy a tener que vestirme con una túnica...

¡Uh! Me entra... ¿Estaré más flaco? ¿O tendré alguna enfermedad terminal que me está consumiendo? Miro la etiqueta. Es XXL. ¡Con razón! El lunes arranco con la dieta. Sin falta. Y el martes salgo a correr. Sin falta.

¿Dónde estará el pantalón? ¡Si lo llevé para lavar la semana pasada! ¿Lo fui a buscar? Sí, señor. Acá está, debajo de la cómoda. Bueno, estoy listo para salir. Ya cerré el gas, agarré un poco de plata, la tarjeta y las llaves...

¿Y ahora? ¿A dónde voy? ¿A lo de Ernesto? Nooooo. Si hace meses que ni siquiera hablo por teléfono con él... Seguro que se fue a Gesell de vacaciones. ¿Gonzalo? La mujer debe estar por parir. ¡Mirá si me agarran de chofer! Para eso me quedo en casa navegando por internet.

Mejor me voy a un bar...

Lluvia (Federico García Lorca)*

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

*Para ver completo clickear en el título de la entrada

Nubosidad variable (...)


Hay distintos tipos de nubes. A saber.
  • Cirros: Son nubes blancas, transparentes y sin sombras internas. Parecen inofensivas, pero es probable que a las 24 horas se produzcan cambios notables en el clima.
  • Cirrocúmulos: Forman una capa casi continua. Suelen preceder a las tormentas.
  • Cirrostratos: Tienen la apariencia de un velo. Malas noticias. Viene el agua.
  • Altocúmulos: Parecen copos de tamaño mediano y estructura irregular, con sombras entre los copos. Se avecina una tormenta.
  • Altostratos: Capas delgadas de nubes con algunas zonas densas. Posibles lloviznas.
  • Nimbostratos: Tienen el aspecto de una capa regular de color gris oscuro con diversos grados de opacidad. Típicas de lluvia de primavera y verano y de nieve durante el invierno.
  • Estratocúmulos: Presentan ondulaciones amplias parecidas a cilindros alargados. Rara vez aportan lluvia.
  • Estratos: Tienen la apariencia de un banco de neblina grisáceo sin que se pueda observar una estructura definida o regular. Indican buen tiempo
  • Cúmulos: Nubes grises. En caso de existir alta humedad y fuertes corrientes ascendentes, se agrandan y originan aguaceros intensos.
  • Cumulonimbos: De gran tamaño y apariencia masiva con un desarrollo vertical muy marcado que da la impresión de farallones montañosos. Tormentas intensas y hasta granizo.
Dicen que siempre que llovió paró... Hasta ahora, más allá de unos cuantos diluvios e inundaciones, la máxima tiene cien por ciento de efectividad.
Algo es algo.

5/3/07

Ladrón de sábado (Gabriel García Márquez)


Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.

A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana se queda dormida en un dos por tres.

A la mañana siguiente Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan, ya que han terminado de hacer el desayuno. Ana se sorprende de lo bien que se llevan. Además, le encanta cómo cocina ese ladrón que, a fin de cuentas, es bastante atractivo. Ana empieza a sentir una extraña felicidad. En esos momentos una amiga pasa para invitarla a comer. Hugo se pone nervioso pero Ana inventa que la niña está enferma y la despide de inmediato. Así los tres se quedan juntitos en casa a disfrutar del domingo. Hugo repara las ventanas y el teléfono que descompuso la noche anterior, mientras silba. Ana se entera de que él baila muy bien el danzón, baile que a ella le encanta pero que nunca puede practicar con nadie. Él le propone que bailen una pieza y se acoplan de tal manera que bailan hasta ya entrada la tarde. Pauli los observa, aplaude y, finalmente se queda dormida. Rendidos, terminan tirados en un sillón de la sala.

Para entonces ya se les fue el santo al cielo, pues es hora de que el marido regrese. Aunque Ana se resiste, Hugo le devuelve casi todo lo que había robado, le da algunos consejos para que no se metan en su casa los ladrones, y se despide de las dos mujeres con no poca tristeza. Ana lo mira alejarse. Hugo está por desaparecer y ella lo llama a voces. Cuando regresa le dice, mirándole muy fijo a los ojos, que el próximo fin de semana su esposo va a volver a salir de viaje. El ladrón de sábado se va feliz, bailando por las calles del barrio, mientras anochece.

80 años reales y mágicos (...)


Feliz cumple, maestro. Gracias por su magia literaria. No me atrevo a llamarlo Gabo por un simple motivo. Leí y quedé cautivado por casi toda su obra. Sin embargo, le debo ser sincero: jamás pude terminar --y vaya si lo intenté-- sus "Cien años de soledad". Sé que se trata de algo parecido a una blasfemia. ¿Pero qué puedo hacer? Tal vez, prometerle que no voy a claudicar...

4/3/07

La hora del almuerzo (...)


-¿Cómo me imaginás en la cama? A ver, definime con una palabra -Emilia juguetea con Alfredo.
Alfredo y Emilia trabajan en el mismo edificio en el centro de la ciudad. Los separa un piso. Ella es ayudante del contador de Caledonians, una empresa dedicada a la importación de bebidas espirituosas. Con 39 años, está juntada desde hace once y tiene una hija, Sofía. Su convivencia con Ricardo está en coma terminal. Desde hace rato tiene fecha de vencimiento. No se tocan. No se besan. Ni siquiera se toleran. No pueden pasar un minuto sin pelearse. Les molesta, incluso, mirarse cara a cara. Ella supone que Ricardo tiene una amante. O dos... Y su intuición no suele fallar. Lo único que los une, por ahora, es el amor por la pequeña Sofía.
Alfredo la pasa muy bien con Emilia. A ella le pasa lo mismo con él. Pero nunca interferirá en el hogar de su compañero. No quiere que Mariana, la mujer de Alfredo, sufra lo mismo que padece a diario con Ricardo.
El es subgerente de marketing de la casa matriz de Cartero S.A., dedicada al correo privado, que funciona en el piso de arriba de Caledonians. Tiene 42 años y está casado con Mariana. Su matrimonio no corre riesgos. Al menos eso es lo que todos ven de afuera. La confianza es mutua. Parece que van a cumplir con el tradicional "hasta que la muerte los separe", que vociferó el poco original cura que los unió hace 15 años...
Desde hace siete meses, Emilia y Alfredo comparten la hora del almuerzo. Se conocieron a principios de 2005 al cruzarse en un ascensor. Hubo química inmediata. Ambos notaron el flash. Pero no pasó nada… Apenas se miraron.
La escena, ¿obra del azar?, se repitió tantas veces hasta que el formal “buen día” dejó paso a un recíproco “¿cómo andas?” y llegó al no muy santo “¿venís a almorzar conmigo?”, que salió de la boca del siempre correcto Alfredo.
Como ya saben, tras unas cuantas dudas, el “no” rotundo de Emilia mutó en un “sí, ¿por qué no?”.
La primera vez fue en un pequeño restorán del microcentro. La pasaron tan bien que debieron regresar corriendo a sus trabajos con hora y media de retraso. La siguiente ‘cita’ se dio a las dos semanas. Luego tardaron siete días en volver a verse fuera de sus oficinas. Después fueron los lunes, los miércoles y los viernes… Hasta que las ganas de encontrarse y estar juntos se convirtió en una necesidad diaria.
Tras un breve llamado telefónico a las doce en punto, cronometran relojes y al rato se encuentran en la plaza que está a tres cuadras del suntuoso edificio de Reconquista 993. Hace rato que no van al restorán. Sólo cuando llueve.
Se sientan en el mismo banco. Si está ocupado, van al más cercano. Y no siempre comen durante la hora de descanso. A veces, simplemente, hablan. Se cuentan sus vidas, sus problemas, sus sueños, sus fantasías. Se recomiendan libros, películas y música... Son algo así como amigos íntimos durante una hora. Allí, en la plaza, termina la aventura conjunta. Nada de indecencias o promiscuidades, más allá de lo que provoca la casi siempre incontenible imaginación. Sin embargo, el sexo, elemento totalmente ausente en la relación, se convierte a menudo en el tópico estelar de las conversaciones.
-Que te defina con una palabra... Uy, me mataste. ¿Cómo voy a definir algo que no conozco? ¿Gritás? -repregunta Alfredo, poniendo cara de tonto e intentando al menos recibir una señal.
-¿Querés averiguarlo? -lo torea, Emilia-. Te vas a quedar con las ganas... Yo no ando con hombres casados. Igual, te doy una pista: hace siete años que vivo en un edificio en el que las paredes son de papel... Y tengo mucho pudor. No quiero que los vecinos se hagan la cabeza con mis alaridos.
-Entonces, debo inferir que hace tiempo que jugás a la mudita -Alfredo enciende su mente. Es inevitable.
-Sí, a la mudita porque mi marido no me toca... Hace tiempo que perdí todo tipo de contacto con la sexualidad. Así que no te hagas ilusiones, corazón --pone el freno de mano Emilia, con una pequeña jugarreta histérica.
-Vos debés ser una fiera en la cama -tira Alfredo con una mirada pícara-. Pero si no me dejás probar, nunca lo voy a saber -apura.
-No podés ser un poco más original –se queja la dama-. Nunca lo vas a saber.
-A ver… No se me ocurre nada. Ehhhhh. ¿Cálida? ¿Te parece una buena definición? –insiste Alfredo, con muy poco tacto.
-¡Cálida! ¿Acaso soy una estufa? Por favor –se burla Emilia-. Así no vamos a llegar a ninguna parte. ¿Cómo hiciste para seducir a tu mujer?
Alfredo la mira atónito. Por primera vez en meses no sabe qué decir… -¿Te enojaste?
-¿Qué te pasa? ¿Estás loco? ¡Pero decirme cálida! ¡Ja! ¡Dejate de joder! -cierra Emilia- Dale, apurate. Son las dos. Tenemos que volver a trabajar.

La insoportable levedad del no ser (...)

Un capítulo que pone nuevamente en evidencia la faceta depresiva del autor. Esa cualidad-defecto que parece potenciarse a medida que selecciona letras para formar palabras y sus consecuentes oraciones que, en definitiva, se transformarán en una nueva entrada en este blog. ¿El personaje se habrá devorado a la persona? En caso afirmativo, el amigo “…” debe estar con la panza llena y el corazón con mucho colesterol tras engullirse semejante banquete pantagruélico y adiposo.
¿Dónde habrán quedado los restos de aquel optimista inquebrantable?
La cuestión, si es que les interesa conocerla luego de esta prolongada introducción, es que el hombre sigue sumido en la tediosa medianía del inconformismo. El flamante blogger, ése que combina la paradojal dicotomía de ser pelado siendo muy peludo, fue quien provocó el clic con una brillante descripción: “Siempre entendí que mis ambiciones son mayores que mis capacidades. Con frecuencia, me siento frustrado, perseguido por una sensación de fracaso”.
¿Qué hacer ante semejante problemática? Se cumplió con el objetivo de hallar el origen de la contrariedad. Sin embargo, queda por resolver lo más difícil. Es decir, encontrarle una solución a la continua molestia que despierta la insoportable levedad del no ser.
Continuará…

1/3/07

Instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo (Julio Cortázar)

En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.

En la plaza del Quirinal, en Roma, hay un punto que conocían los iniciados hasta el siglo XIX, y desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dióscuros que luchan con sus caballos encabritados.

En Amalfí, al terminar la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar a un perro más allá de la última farola.

Un señor está extendiendo pasta dentrífica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas, una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.

Al abrir el ropero para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.

Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.

El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la cabeza y sonríe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraídamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.