11/2/12

Eternidad (...)

La tarde no termina de pasar. Se hace eterna. Una mosca se cree dueña del lugar y merodea insistentemente por la mesa de madera. A puro instinto, elude manotazos y aplausos asesinos. El calor agobia. Música ochentosa suena de fondo. Acompañan, medianera mediante, alaridos histéricos de niños desatados. El mate se enfría una y otra vez. El pequeño duerme. El sol no se quiere ir. Y yo, encerrado en el tedio, escribo sin parar.