30/12/08

La realidad (...)

-¿Tenés dos minutos?
-Ahora no... Estoy apurada.
-Son sólo dos minutos... Nada más.
-Te dije que no puedo.
-Por favor...
-No te pongas pesado. Mañana hablamos, dale. Ahora me tengo que ir.
-Te llevo.
-Voy para otro lado.
-Te llevo a donde quieras, preciosa.
-No, Marcos, me vienen a buscar.
-¿Quién?
-No te interesa.
-¿Estás saliendo con alguien?
-No.
-No me mientas. A mí me lo podés decir.
-A vos no te puedo decir nada. Andate, dale.
-No, pará... ¿Por qué no me contaste que estás saliendo con alguien?
-Porque te ibas a poner así. Porque nunca terminaste de entender que entre nosotros nunca va a pasar nada...
-¿Con quién estás saliendo?
-Marcos, dejalo ahí.
-¿Estás saliendo con Juan?
-...
Ah, no! ¡Con Juan! ¿No era un baboso? ¿Un pesado?
-Pesado sos vos, Marcos.
-No, loca, vos decías que Juan era un pesado. Y ahora estás saliendo con él.
-No te entiendo. ¡Ves cómo te ponés! ¿Por qué te ponés celoso?
-Porque no te entiendo. Porque vos no entendés que estoy muerto con vos.
-Otra vez con la misma historia. Me aburrís...
-Y vos me lastimás.
-Pará un poquito. Estás exagerando.
-No ves... Siempre terminamos de la misma manera.
-¿Cómo?
-Peleados. Vos siempre te enojás conmigo.
-Será que vos siempre me hacés enojar.
-Parece que Juan te dejó de garpe...
-...
-Vení conmigo. Hablemos.
-¿De qué?
-De nada. De lo que surja. Yo la paso bien con vos.
-Yo también.
-¿Entonces?
-Entonces, ¿qué?
-Entonces por qué nunca llegamos a nada...
-Porque no da... Te quiero como amigo. Nada más.
-Suena feo eso.
-Pero es la realidad.
-Tan real como que yo te quiero besar, te quiero abrazar y te quiero llevar a la cama.
-Suena feo eso.
-Pero es la realidad...

18/12/08

Indeleble (...)

Un recuerdo se aferra en mi memoria. Un momento único, con gusto a aventura, se tornó indeleble. Cuando se fue, sentí tristeza. La seguí con la mirada. Deseé y hasta hice fuerza para que diera media vuelta y regresara. No quería que entrara por esa puerta. Estaba aceleradamente emocionado. Vi, a través de los vidrios, cómo su figura se convertía en sombra y se evaporaba en la oscuridad. No me podía ir. La esperé. Pensé en llamarla. Recién entonces, en pleno estado de desesperanza, entré en razón. Sus besos no me correspondían. Para mí sólo había sonrisas. El resto, lo mejor, era para otros. No entiendo por qué no olvido esa madrugada. No sé por qué no puedo dejar de pensar en ella.

11/12/08

Amor con prefijos (...)

Era omnipresente su belleza. Era imposible decirle que no. Así nació una relación extraordinaria. Lucíamos inseparables. Creíamos que nuestro amor era infinito. Intramuros todo estaba bien. Pero el paso del tiempo se encargó de alimentar el descontento. Casi siempre estaba disconforme. Le decía algo y se ponía ultrasensible. Cuando podía, se retrotraía y aseguraba que yo me había transformado, que ya no era el mismo. Resultaba intolerable su carácter volátil y, por momentos, se tornaba infrahumano soportarla. Tal vez estaba un poco bipolar. El nivel de comprensión había caído al subsuelo. Y el clima estaba muy recargado. Fue cuestión de autoconvencerse. No había un punto intermedio. No había simbiosis. Así el amor mutó en desamor.

27/11/08

Papi (...)

Mañana complicada en los suburbios de los suburbios. Apenas pasado el mediodía, el mercurio de los termómetros sobrepasa la marca los 35 grados. El auto llega con lo justo a una estación de servicio atendida por chicas de siluetas generosas, atuendos diminutos, extra apretados, y caras poco amigables. El calor agobia bajo la estructura donde se cobijan los surtidores. Ella tiene ganas de hablar.
-¡Qué día, papi!
-...
-¿Qué le ponés?
-Súper, lleno, por favor.
La muchacha, que tiene un tatuaje en su brazo, gira y toma la manguera para colocarla en la boca del tanque de nafta. Y sigue con ganas de hablar.
-Me voy a buscar un poco de jugo.
-Dale.
Mientras el auto se alimenta de combustible, ella encara para la heladera donde se guarda el hielo. Habla con una de sus compañeras, se ríe. Y vuelve, sin quitarme la mirada de los ojos.
-Uy, ¡se me congeló! ¿Querés un poquito?
-No, gracias.
-Mirá que está fresquito, papi.
-No, en serio.
-Uy, esto ya está. Lo llevamos hasta 120.
-Si llega...
-No, mejor lo dejamos en 117. Ya está llenito, llenito...
Ella se ríe y me guiña un ojo. Yo me hago el tonto, algo que me sale muy bien, casi sin esfuerzo. Le doy la tarjeta de débito y la cédula de identidad. Ella la mira. Y retoma el diálogo.
-Marcos, así te llamás.
-Sí.
-Este jugo está congelado -insiste.
-Bueno, mejor, con el calor que hace...
-Lo que pasa es que yo no desayuné. Sólo tomé un poco de leche -y vuelve a guiñar el ojo-. Firmá acá, Marcos. Poné la aclaración. Y el número de teléfono -¿hace falta decir que vino otro guiño?-.
-Listo.
-Chau, papi. Espero que vuelvas.
-Chau...
No queda otra que seguir camino por los suburbios de los suburbios. La temperatura sigue en alza. Y no sólo en la estación de servicio. Rumbo a la ciudad, la cabeza va a más revoluciones que el motor del auto. ¿Será tan efusiva con todos? ¿O será una estrategia de marketing para conseguir una propina más generosa? Por las dudas, le puse cualquier número. Si llama, se pudre todo...

26/11/08

Una noche (...)

Le dije que quería pasar una noche con ella. También una tarde. O una mañana. Me daba lo mismo. Sólo quería besarla. Mirarla. Disfrutarla. Ella se sonrojó. Dio a entender que todo estaba bien. Me dijo que la esperara. Que enseguida regresaba. Ella nunca volvió.

Ataduras (...)

Empecinado en vivir historias que no son propias, el hombre es totalmente ajeno a su realidad. Está convencido de que cualquier aventura es posible. Sin embargo, olvidó que está atado. Y que no se puede soltar.

21/11/08

Si ella lo supiera (...)

Ella ejerce un dominio silencioso. Si ella lo supiera... Tal vez lo sabe. Y lo disfruta. A tiempo.

16/11/08

Imprescindible (...)

Una mirada. Una sonrisa. Una caricia. Con eso, sólo eso, ella me hace sentir imprescindible. Si ella lo supiera...

3/11/08

Cobardía (...)

El hombre persigue amores imposibles. ¿Lo hace por romántico? ¿O simplemente porque tiene la convicción de que son imposibles? Seguramente, si creyera que fueran posibles, él elegiría no perseguirlos. Porque es cobarde. Apenas los miraría y los dejaría pasar. Como hace, al fin y al cabo, con los imposibles, pero sin ningún tipo de esfuerzo y sufrimiento.

28/10/08

Entrelíneas (...)

Una línea, sinuosa, asoma. Llama la atención. Dan ganas de hundirse. Perderse. Otra línea, peligrosa, asoma. No debería ser vista. Dan ganas de perderse. Hundirse. Dos líneas. Dos caras. Entrelíneas. Un mismo enredo dentro del gran laberinto. Ese maldito y hermoso pasatiempo que parece imposible de resolver.

21/10/08

Contacto (...)

Lloraba. Intenté consolarla. Pero las palabras, apresuradas, sin demasiado sentido, resultaban inocuas. No alcanzaban para contenerla. Su creciente angustia no encontraba techo. Por eso, sin saber qué hacer o qué decir, me acerqué. Y ella, sin dudar, sin dejarme hablar, me abrazó. Fuerte, con ganas de no soltarme jamás. El contacto, efusivo y sincero, apaciguó sus penas. Era mucho más sencillo que lo que imaginaba. Apenas un contacto. Nada más.

16/10/08

Número redondo VII (...)

Con el fin de cumplir con el rito pseudo onanista y cuasi cabulero de celebrar cada 5.000 ingresos, el escriba de los puntos suspensivos se alegra de informar que al día de la fecha ya llegaron poco más de 30.000 visitantes al ajado Ese es el tema...
Para no perder la costumbre, aquí va el agradecimiento para los pocos que permanecen más de cinco segundos en el blog y el sincero ofrecimiento de disculpas para los muchos que llegan a este sitio por error.

Finalmente, aquí va el top cinco de búsquedas:

1. Porongas grandes*
2. qué es el tema
3. ladrón de sábado gabriel garcía márquez
4. capitanes de la arena
5. cíclico

*También ranquean las siguientes variaciones: "grandes porongas", "fotos de porongas grandes", "site:esees.blogspot.com porongas grandes", "fotos porongas grandes", "porongas grande", "fotos porongas", "porongas grandes fotos" y el desesperado ruego "quiero porongas grandes".
El autor de este blog jamás imaginó que los buscadores de miembros viriles de dimensiones generosas fuesen sus principales admiradores.
Es algo así como un contrasentido entre la semántica y la anatomía.

9/10/08

Atracón (...)

Una mirada se correspondió con otra mirada. Ella se sonrió. Una caricia fue la consecuencia de otra caricia. Él no pudo evitar sonrojarse. Un beso llevó a otro beso. Y enseguida llegó un abrazo intenso y reparador. La felicidad en plenitud. Fue un atracón de amor. Auténtico, sin histerias, sin dobles intenciones. Único.

29/9/08

Encanto (...)

Hacía tiempo que no se veían. Por eso, más allá de la lejanía, el hombre sintió la necesidad de observarla con atención. Deseaba revisar cada detalle. Quería volver a explorarla. Y lo notó enseguida. Ella estaba igual que siempre, pero no era la misma que antes. Ya no tenía el aura que la hacía única. Había perdido la capacidad de engañarlo con un guiño. Tampoco podía hechizarlo con una sonrisa. El hombre, un poco confundido, suspiró. La saludó. Le preguntó cómo estaba. Y no mucho más. El encanto, como todos los encantos, había llegado a su final.

25/9/08

¿Cómo estás? (...)

-Y vos, ¿cómo estás?
-...

El hombre sintió un pequeño ahogo. Le costó un instante retomar el ritmo normal de su respiración. Jamás imaginó que una pregunta tan sencilla le despertara semejante confusión. Se dio cuenta de que llevaba tiempo sin conocer el paradero de sus sensaciones y sentimientos. Se angustió. Le dieron ganas de llorar.

-¿Te pasa algo, Juan? ¿Estás bien?
-Sí. Bah, un poco confundido. Pero quedate tranquilo. Voy a estar bien.
-¿Querés ir a tomar algo?
-Dale...

19/9/08

Mara (...)

-Se me hace difícil. Cada vez me cuesta más...
-¿De qué estás hablando?
-De ella, de Mara, ¿de quién va a ser?
-¡Ah! Porque el tema salió de la nada...
-Es que ése es el tema. En vez de estar concentrado en lo que estoy haciendo, me pongo a pensar en ella.
-Uy, boludo... Entonces, dejame manejar a mí...
-No seas infeliz. No me cambies el tema. Esto es muy importante para mí.
-Bueno, a ver... ¿Qué es lo que te pasa con esa chica? ¿Qué es lo que se te hace tan complicado?
-Olvidarla.
-Pero si no pasó nada. Apenas fue un coqueteo, digamos, amistoso.
-Por eso, no puedo dejar de pensar en lo que habría pasado si, justamente, pasaba algo.
-¡No te puedo creer! ¿Desde cuándo estás así de pelotudo?
-Desde el día que me dejó. Se enojó y parece que bastante. De hecho, casi que no la veo.
-Mirá, esto es muy sencillo. Lo que tenemos que hacer es salir esta noche, levantarnos un par de minuzas y listo. Así, te dejás de romper las bolas con Mara...
-Vos me estás jodiendo...
-No, gil, te conozco demasiado. Vos te enamorás cada media hora...
-No es así. Yo cambié desde que conocí a Mara. No habrá otra como ella. De eso, estoy seguro.
-Bueno, entonces quedate en tu departamento pensando en ella. O llamala por teléfono y pedile perdón.
-Ya lo hice. Y la muy guacha no me atiende. La lejanía es lo que me mata.
-Ves, otro motivo para hacerme caso. Olvidate de ella, es lo mejor que te puede pasar...
-Sí, sería lo mejor... Pero no sé cómo olvidarla. No sé qué hacer...
-Haceme caso y...
-Uh, pará, pará, mirá qué buena está esa mina... Mirá las gomas que tiene... Ah, no, es una bestia...
-¿Cómo era lo que me decías recién?
-Sí, papá, pero es igualita a Mara... No la ves...

11/9/08

Mal recuerdo (...)

Ella me miró enojada y se rió con bronca. Sin vacilar, dio media vuelta y encaró a paso firme hacia la puerta. Sabía que me había equivocado, aunque no imaginaba que había echado todo a perder. La llamé. Le pedí que se quedara. Le rogué que me escuchara. Ella regresó. Se rió con ganas. Tomó su saco y su morral que había dejado olvidados en la barra. Volvió a mirarme, aunque esta vez con desprecio. Y me dio una cachetada. Dolorosa e indeleble. Acababa de convertirme en un mal recuerdo. Acababa de convertirme en pasado.

4/9/08

Ella (...)

Aunque esté, aunque la vea, ella ya no está. Tampoco están sus guiños, sus estallidos, sus laberintos, sus vaivenes, sus salidas. Ella se fue, así lo decidió, de repente, sin avisar. La indiferencia, provocada y forzada, generó asombro, dolor y replanteos. También, curiosamente, causó indiferencia. Aunque esté, aunque la vea, ella ya no está.

27/8/08

Banfield, según Cortázar

"Era un meta suburbio, un suburbio más allá de los suburbios... Las calles no estaban pavimentadas... Había pequeños faroles en las esquinas que tenían una pésima iluminación y que favorecían al amor y a la delincuencia en iguales proporciones".

25/8/08

Una cuestión física (...)

-Ella fue lo mejor que nunca me pasó...
-No te entiendo. ¿De qué me estás hablando?
-De la flaca que acabo de saludar. ¿La viste? Es hermosa. Fue la mejor, sin dudas. Pero nunca pasó nada entre nosotros.
-¿Y por qué la dejaste ir?
-Yo no la dejé ir. Ella se fue. Solita.
-Y andá a buscarla. No seas gil, no te quedes con las ganas.
-No se trata de quedarse con las ganas. Es una cuestión física. Los dos llegamos tarde a nuestras vidas. Ahora, por más que lo deseemos, ya no se puede hacer nada. Sólo lamentarnos por no habernos cruzado antes. Y eso que siempre estuvimos cerca...
-Estás completamente loco.
-Puede ser...
-Y además estás hecho un boludo importante...
-Dale, seguí... Burlate de mi falta de fortuna con las mujeres.
-No seas tarado. ¿Querés que vaya y le diga algo?
-Dejate de joder. Además, no va a servir de nada. Yo ya lo intenté todo. Hasta le propuse casamiento, sin haberle dado siquiera un beso...
-¿Pero vos ya te habías casado con Mariana?
-Sí, boludo, fue hace dos años.
-¿Y qué te dijo?
-Se rió, me preguntó si le estaba hablando en serio, se sonrojó, me dio un beso en la mejilla y me dijo que me quería mucho.
-¿Y?
-Y se fue.
-¿Y después?
-Nada, no pasó nada. Sólo pasó el tiempo y dejamos de vernos tan seguido.
-¡Qué loco! A vos solo te pasan esas cosas...
-¿Pido otra cerveza?
-Sí, claro...

19/8/08

Casi todo, casi nada (...)

Casi todo sucedió en ese maravilloso y fútil instante.
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Los estados de ánimo, volátiles y cambiantes, derrumbaron con furia todas las estructuras e intentaron edificar sobre las flamantes ruinas. Sin embargo, apresurados, olvidaron destruir los cimientos. Y ahí estuvo la gran falla: la construcción de una realidad alternativa se tornó imposible. Las aparentes semejanzas eran, en realidad, incongruentes diferencias. Cada una de las situaciones encontró inequívocamente su propio antónimo. Entre histerias y cobardías, el nuevo escenario se desdibujó mágicamente. Ya era demasiado tarde. Las horas se habían convertido en días y los días se habían transformado en meses.
----------------------------------------
Casi nada sucedió en ese maravilloso y fútil instante.

30/7/08

Espera (...)

Ella estaba apoyada sobre una ochava de una de las tantas esquinas de Barracas. Estaba peinada y sutilmente maquillada. Desde lejos se sentía su suave perfume. Jugaba nerviosamente con sus manos. Sus dedos se entremezclaban con velocidad hasta que se trababan con los anillos. Entonces, resignada, volvía a empezar con su rudimentario juego digital. Apuntaba su mirada hacia uno de los dos puntos de fuga. Parecía perdida. Sólo alzaba la vista cuando escuchaba un bocinazo o algún grito. Era evidente que esperaba a alguien.

21/7/08

Espejismo (...)

Atiborrado entre curiosos beneficios e inéditos perjuicios, el cambio repentino despierta confusión. La rutina aún no se convirtió en hábito gracias a la dulce sensación que produce lo que se supone erróneamente excepcional. La mente, con sus interminables laberintos, construyó su propio espejismo. Una vez más.

18/7/08

Desgano (...)

De repente, mientras repasaba unos viejos escritos, empecé a llorar. Enseguida, sentí la necesidad de contarlo. Supuse que una acertada combinación de palabras podría ayudarme a canalizar la pena. Pensé que el dolor redundaría en inspiración. Pero estaba equivocado. No tenía energías para seguir llorando. Las ganas se habían convertido en desgano.

9/7/08

Circo (...)

Dícese de un conjunto de artistas, animales y objetos que forman parte de un espectáculo. Dícese también para ilustrar confusión, desorden o caos en forma coloquial. Una paradoja semántica que toma significado por la propia dicotomía entre la denotación y la connotación. Una casualidad impura.

7/7/08

Otra chance (...)

Nos cruzamos de casualidad. Yo iba por la calle. Ella venía caminando en dirección contraria. La miré sin darme cuenta de quién se trataba. Lo mío había sido una respuesta instintiva ante un estímulo visual con forma de mujer bonita. Ella fue quien me reconoció y me frenó de un tirón en una de las mangas de la campera. Yo habría seguido de largo... Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Algo así como 15 años. Sin dudarlo, me saludó con un beso efusivo en plena Lavalle. Enseguida me preguntó si tenía tiempo para aceptar una charla en un café. No me dio opción. Me recordó que se lo debía. Que esta vez no le podía fallar. Entonces, frente a frente, en una mesa del bar más cercano, me hizo un exhaustivo cuestionario sobre mi vida. Me dijo que me imaginaba más gordo, sin barba y con anteojos de marco grueso. También me contó que suponía que había estudiado genética o algo parecido. De hecho, estaba convencida de que me había ido a vivir a los Estados Unidos. Me miraba fijo, me tomaba de las manos. Me contó también que se había casado y que se había divorciado. Que tenía una hija y que trabajaba en una biblioteca. Habían pasado tres horas de conversación y ninguno de los dos se había dado cuenta. Seguía siendo hermosa, aunque poco quedaba de aquella adolescente de la que me había enamorado. Era otra persona. Yo también, obvio. Le dije que tenía que irme. Que llegaba tardísimo al trabajo. Intercambiamos los números de nuestros teléfonos y volvió a darme un beso efusivo, esta vez acompañado por un abrazo. Quedamos en vernos... Y me dio otro beso.

-Una pregunta más, Juan.
-Sí, linda, decime.
-¿Vamos a volver a vernos?
-Sí, claro. ¿Por qué no?
-Porque la otra vez, hace 15 años, me dijiste lo mismo.

30/6/08

Repeticiones (...)

Se había enamorado. De vuelta. Estaba convencido de que aquella morocha de rasgos delicados y curvas abundantes era la chica indicada. Creía haber encontrado el amor de su vida encarnado en la mujer de sus sueños. Su instinto no podía traicionarlo por enésima vez... Estaba equivocado. De vuelta.

28/6/08

Infidelidad (...)

-Advino en tu mirada ganas de decirme algo. ¿Estoy equivocado?
-No. No estás equivocado... -respondió ella y no pudo evitar sonreír- Vos me conocés demasiado...
-Entonces, ¿por qué te quedás callada?
-Porque prefiero que las cosas sigan así como están, -la muchacha volvió a ponerse seria- ¿entendés?
-Pero yo quiero que me lo digas.
-Me importa un carajo lo que querés vos. Acá tampoco importa lo que quiero yo. ¿Qué es lo que no podés decodificar? Todo esto es imposible...
-No... ¡Dame un beso!
-No. ¿Qué te pasa?
-Esto no es imposible. Es inevitable. Dale, dame un beso...
-Vos a mí no me podés dar órdenes. ¿Qué te crees? ¿Acaso soy tu mujer?
-A mi mujer tampoco le puedo dar órdenes.
-Mejor terminemos. Me bajo acá...
-Pará, pará... ¿No íbamos a Belgrano?
-No. Y por favor no me sigas que empiezo a gritar...

Las puertas del tren subterráneo se abrieron y ella se bajó. El ruido de los tacos se escuchó hasta que la máquina volvió a moverse. El se quedó sentado y sólo se atrevió a seguirla con la mirada. Luego, en el túnel, puso la cabeza entre sus manos, con los codos apoyados en las piernas. Se bajó una estación después. Apenas pisó el andén, marcó un número en el celular y comenzó a hablar. Sonrió, guardó el teléfono en un bolsillo y empezó a correr. Iba en dirección contraria, como si quisiera retroceder...

9/6/08

Número redondo VI (...)

Bicho de costumbre, atrapado por la maldita rutina, vale la pena repetir el ritual de celebrar cada cinco mil visitas. Bueno, el número es 25.000 y todo gracias a la encomiable insistencia de unos cuantos amigos y otros tantos conocidos de venir seguido por acá. Cada vez encuentran menos y peor oferta, es cierto, pero es lo que hay por ahora: poca inspiración, demasiado síndrome de la hoja en blanco y una terrible autocensura, todo matizado por un interesante grado de pereza. Lo grato es que siguen pasando a diario para buscar una nueva entrega del poco lúcido escriba de los puntos suspensivos. Ojo, también vale reiterar otro concepto: hay muchos que llegan por error o impericia en el uso de los buscadores. Y a ellos también el agradecimiento... De ahí, la idea de reflejar las palabras que llevan a los intrépidos navegantes de la red a visitar Ese es el tema... sin tener la más mínima intención.
¡Salud!

Top ten de búsquedas

1. Estrofa
2. qué es un tema
3. qué es el tema
4. cazuza
5. porongas grandes
6. inquietud
7. silencios
8. imperativo
9. unilateral
10. cursi


Top 25 de
curiosidades

porongas grandes/demasiado tarde/no te voy a dejar/cómo hacer guiños/fotos de porongas grandes/esta historia no puede terminar puntos suspensivos sin un final/qué es un bollo de/letra de gestito de idea/migraña y cuerina/reconcubitedio/que es un número redondo?/qué es el delivery/rotisería cómo poner/hombres de grandes porongas desnudos/te quiere dejar sola/cómo combatir el síndrome de abstinencia/psicología de la venganza/lo más sobresaliente y reciente de magnetismo/bocetos de tarjetas de podólogos/qué es el bollo/ejemplos de que nada es imposible/garchando en la playa/el magnetismo en agencia de viajes/erebus s.a./ marcas en el cuerpo maleficio/qué es el delivery

PD1: Gracias una vez más a Lord Henry por introducirme al mundo de Statcounter.
PD2: reconcubitedio es un término usado por Oliverio Girondo en "Y de los replanteos..."
PD3: Sí, siguen buscando porongas grandes.

31/5/08

Lágrimas (...)

-Así no puedo vivir, mi amor...

Lavalle, esquina Suipacha. Eran las tres y cuarto de la tarde de un sábado demasiado frío. Celular en mano, el hombre tenía una camiseta de mangas largas de la selección de fútbol de Francia. También tenía una gorra con la visera cubriendo la nuca. Y un par de lágrimas negras prolijamente dibujadas en sus mejillas.

-Escuchame, por favor, escuchame... No me cortes, no me cortes...

El semáforo cambió y no tuve otra alternativa que seguir camino. No pude escuchar más. Al alejarme, mientras cruzaba la calle, giré en forma disimulada para poder observarlo. Vi que el hombre se sacaba el teléfono de la oreja, miraba con bronca la pantalla y guardaba el aparato en uno de los bolsillos traseros del pantalón. La historia acababa de terminar para mí.

20/5/08

Justo ella... (...)

Entre otras cosas, sin saber qué pasaría después, ella me aconsejó que a las chicas no les hablara melosamente de sus miradas. Tampoco de sus sonrisas. Me advirtió que esos artilugios románticos rozan la cursilería. Sostuvo enfáticamente que recurrir a ellos sonará inequívocamente a poesía barata, a sanata, y que con eso voy a espantar a cuanta mujer tenga adelante. Justo ella me dijo eso... Justo ella... Es hermosa. También inteligente y divertida. No me acuerdo si usaba pollera o si tenía pantalones. Si tenía remera o musculosa. Tampoco me acuerdo si hacía calor o frío. Bah, frío no hacía y estoy casi totalmente seguro de que era una noche de verano. Eso sí, estábamos sentados en un bar en una mesa larguísima junto con un grupo de amigos. Todo era normal. Hasta que ella, un poco desinhibida por el vino blanco, se sentó enfrente y me clavó la mirada. Todo mi universo cambió. De repente, aunque odio los lugares comunes, sentí que estábamos solos. Empezamos a hablar. De cualquier cosa. Yo no escuchaba a nadie más que a ella. Y creo que a ella le sucedió lo mismo conmigo. Me volvió loco que coincidiéramos en casi todos los gustos. Y que soltara una coqueta carcajada cuando le propuse fugarnos ya a cualquier lugar. Dijo que no, obvio, que era imposible. Y tenía razón. Pero la idea quedó flotando hasta que terminó la noche. Yo también. Antes de partir, luego de esbozar su teoría sobre las palabras prohibidas, me hizo un guiño y me besó intencionadamente en el límite entre la comisura del labio y el bigote. Me dijo al oído que teníamos que volver a encontrarnos. Solos. Esa era la única condición... El problema es que me muero de ganas de decirle que no puedo olvidar su mirada y su sonrisa. Y no sé qué hacer. Mirá si se me escapa y tiro todo a la mierda por haberme enamorado.

6/5/08

Soledad (...)

Está solo, sentado en el viejo inodoro. En sus manos tiene una revista amarillenta, casi tanto como los azulejos del derruido baño. Está desnudo y tiembla. Tiene frío. También, miedo. El silencio casi absoluto ya no le molesta, aunque sí lo perturba escuchar los violentos quejidos de sus entrañas. Una gota de sudor helado recorre cansinamente su mejilla derecha. Se siente mal. Está convencido, como hace una semana, de que hoy es el día de su muerte. Probablemente, como casi siempre en su vida, esté equivocado.
La última vez que salió de su casa fue para asistir al funeral de su ex mujer. De regreso del cementerio, pasó por un mercado y compró cientos de latas de conservas. Llegó a su casa y se encerró. No volvió a abrir las ventanas ni las persianas. Raciona al máximo sus comidas. Sólo se alimenta en dosis homeopáticas para calmar los violentos espasmos intestinales.
Anestesiado por la soledad, no siente el olor a podrido que emana su cuerpo, ya consumido y golpeado. Asediado por la oscuridad, la luz sólo entra por la claraboya del baño. Y allí pasa gran parte del día. Lee viejas publicaciones. Mira fotos. Recuerda. El presente sólo es pasado. El futuro ya no existe. Cuando se agota de volver atrás en el tiempo, deja el inodoro y se recuesta en la fría bañadera. Ya no cierra los ojos para dormir. Hace tiempo que no puede descansar. Sólo se pregunta por qué nadie se acuerda de él. ¿Por qué?

28/4/08

REW/PLAY/FF/STOP/PAUSE (...)

La mudanza llegaba a su etapa final. Sólo quedaba desembalar un par de cajas. Claudia, feliz por estar a horas de hacer realidad el proyecto que le demoró dos años, discriminaba con velocidad entre lo inservible y lo útil. Sólo pensaba en poder tirarse en la cama sin pensar en que quedaban cosas por hacer. José, mientras tanto, ordenaba sus libros.

-¿Puedo abrir esta caja? -consultó Claudia- Dice: José, no tocar.
-Capaz que te encontrás con mis viejas revistas porno... Ja, ja. Dale, abrila...
-Uy, mirá. Está llena de casetes. Y hay un grabador. ¿Andará?
-Qué se yo. Hace como quince años que no lo uso. Desde que me fui de la casa de mis viejos. Creo que la caja está cerrada desde entonces. Dejalo ahí. Mirá si lo enchufás y hacés un cortocircuito.
-...

Claudia no quiso saber nada con la advertencia de José. Sacó el grabador de la bolsa que cuidadosamente lo protegía del polvo. Lo miró con atención, como si se tratara de una herramienta prehistórica. Tenía un casete puesto. José seguía sentado en el sillón separando los libros por autores y temáticas. Prefería no alzar la vista. Sabía que algo malo se avecinaba.

-Dejalo ahí, dale... -insistió el hombre.
-...

Ella, rápida y sin temores, enchufó el aparato, puso play y la música empezó a sonar. La cinta luchaba por avanzar a pesar de las vueltas cansinas del cabezal. Sin embargo, los primeros acordes permitían adivinar que vendría una tonta y pegadiza canción de amor. Claudia, melosa, se acercó al sillón y posó su cabeza sobre el hombro de su compañero. A su vez, sin pedir permiso, intentó abrazarlo.

-No la conozco, ¿de quién es? -preguntó la muchacha.
-No sé, no me acuerdo -balbuceó José, que no sabía cómo mentir sin que ella no se diera cuenta.

Él, shockeado, no se movía. Sólo hacía fuerza para no llorar. Sabía lo que vendría. Ya había escuchado la melodía unas cuantas veces. Conocía la letra. Conocía el final. La balada, triste hasta las lágrimas, hablaba de desengaños y engaños. Ella lo miró fijo a los ojos y entendió todo. Se incorporó con furia. Presionó el stop. Pero la música seguía su curso. Intento con el rew. Y la tecla se rompió. Lo mismo sucedió con la pausa. Sólo quedaba probar con el fast forward. Era mejor que todo terminara rápido.

14/4/08

Reflujo (...)

Los silencios contra natura son contraproducentes. Obligan a engullir frases en forma grosera. Y el banquete de términos tiene muy poco de pantagruélico. Es casi como un rito caníbal. Aquellos gritos que quedaron atragantados no completan el recorrido para ser expulsados en una letrina. Uno olvida las contraindicaciones. El efecto negativo es inmediato. Los silencios vuelven sin pedir permiso. Se transforman. Dejan de ser palabras que podrían haber quedado perdidas en el medio de una violenta diatriba. Ahora incomodan. Producen malestar. Ardor.

8/4/08

No te voy a dejar sola (...)

Se escucha de fondo una dulce balada suicida. Los separan los 90 centímetros de la diminuta mesa de un bar. La escenografía no acompaña demasiado. El calor hace todo más difícil. Ya no tienen ganas de besarse. Ni siquiera atinan a tocarse. Los dos saben que la historia está a punto de terminar. Hablan de cualquier cosa. Menos de ellos.
-¿Te acompaño hasta la parada del bondi?
-No es necesario. Me da igual. Bah, si querés, vení...
-Claro que voy a ir. Es de noche. No te voy a dejar sola.
-Ja. Es gracioso. Es un contrasentido. Me decís eso cinco minutos después de haberme dejado...
-Sabés lo que te quiero decir. No me lo hagas más difícil.
-Ahí viene... Chau.
-Chau. Cuidate.
Fue la última escena de su breve y adolescente romance. No hubo un te quiero. Ni siquiera se dieron un último beso. Se volvieron a ver. Pero apenas cruzaron un saludo diplomático. Un hola. Algún que otro qué tal. Nada más.

4/4/08

Tentación (...)

Jamás alza la vista. Apenas mira de reojo. En realidad, observa. Espía. Está al acecho. No tiene prisa. Tampoco escrúpulos. Su belleza la protege. Casi tanto como su histriónico cinismo. Sólo aguarda el momento indicado. Sus presas están indecisas. Saben que deben escapar. Pero prefieren esperar mansamente su ataque. Ella es una tentación. Irresistible.

1/4/08

Auto engaño (...)

Un agujero pequeño. Nada más que eso. Por ahí, sin pedir permiso, se filtra un desobediente haz de luz. También un poco de aire. El hombre, todavía entumecido por los golpes, tiene la esperanza de sobrevivir. No sabe que está a punto de caer una fuerte tormenta. Su aparente camino hacia la salvación no será tal. Apenas un engaño, una ilusión que le permite prolongar su agonía por unos minutos.

25/3/08

Solidaridad egoísta (...)

El hombre de los puntos suspensivos no termina de acomodarse a su nuevo habitat. Para colmo, entre una mudanza y otra, extravió el tiempo que tenía para hacer su diaria descarga a tierra en la blogósfera. Por favor, si lo ven por ahí (al tiempo), díganle que su anterior dueño lo está buscando. Lo extraña. Lo necesita. Gracias.

16/3/08

A ciegas (...)

Poco a poco, sin demasiado margen para el ocio, el hombre intenta volver. Se acomoda. Procura conocer cada uno de los nuevos rincones de su viejo hogar. Aún queda mucho por ordenar. Demasiadas tareas por delante. Una de ellas, por ejemplo, es acertar a ciegas el interruptor que corresponde a la luz que uno pretende encender. Parece sencillo. No lo es... La oscuridad no es propia de los iluminados.

5/3/08

Cap. 0 - La culpa es de Roberto (...)

-Es demasiado fácil enamorarse.
-No te entiendo... ¿Qué me querés decir?
-Nada. Mejor dejalo ahí.
Mientras esperaban que el mozo repusiera la cerveza que acababa de terminarse, Javier jugaba con la piel de los maníes que habían quedado en el pequeño bowl de porcelana japonesa. Roberto lo miraba. Hacía meses que no pasaba un buen rato con su viejo amigo. Hasta el momento, no habían hablado de nada trascendente. Sin embargo, casi sin pensarlo, Javier cambió el rumbo de la charla que hasta entonces había girado alrededor de la mala campaña de Banfield y de lo mal que lo pasaban en sus trabajos.
-Pará un cachito, no seas boludo. Contame qué es lo que te pasa... ¿Para qué estamos los amigos?
-Para hablar de fútbol, para recordar los buenos y viejos tiempos...
-Dale, no te hagas el gil. Vos tenés ganas de contarme algo. Si no, no hubieses dejado de hablar del Chocho Llop y del clásico contra Lanús.
-A ver. Es difícil de explicar... Pero lo voy a intentar. Bah, vos me conocés como nadie. Sabés qué me pasa con las mujeres. Creo que sos uno de los pocos que entiende por qué estoy soltero.
-Sí, obvio... Vos te enamoras cada cinco minutos. Te gustan todas...
-Ja, ja, ja, ja -Javier larga una carcajada. Y enseguida, con los codos sobre la mesa, se toma la cabeza con sus manos.
-¿Qué te pasa? ¡Contame!
-Lo que pasa es que esta vez me enamoré en serio. Te lo juro. Hasta estoy dispuesto a proponerle matrimonio.
-¡Cómo! ¿Javier González se quiere casar? Sí, dale... Entonces a mí me va a convocar el Coco Basile para la Selección... ¡Dejate de joder!
-Viste, viste... Por eso no te quería contar nada... ¿Ves cómo sos?
-Uh, loco, no te pongas sensible... ¿A ver? ¿Quién es la afortunada?
-Se llama Agostina. Y la conozco desde hace tiempo. Es la prima de Gonzalo... ¿Te acordás de Gonzalo? Era uno de los pibes con los que jugábamos los domingos al fútbol en el Lomas Social...
-Sí, sí... ¿Y cómo la conociste?
-Una tarde vino con Gonzalo a la ferretería. El le estaba haciendo unos arreglos en la casa. Y ella vino a comprarle unos metros de cable y unos puntos y tomas...
-¿Y?
-A partir de ese momento quedé flasheado, loco... Hacía rato que no veía una chica tan linda... Además, es re inteligente. Tiré un chiste para hacerme el langa y ella lo cazó al vuelo. Javier no entendía nada. Y los dos empezamos a cagarnos de risa.
-¿Entonces?
-Nada. Pero al otro día volvió. Vino a comprar unos tornillos y unos tarugos... Se había mudado con una amiga a los departamentos de la otra cuadra, esos que están en la parte de atrás de la casa de los Parrado.
-Y vos le tiraste con una jauría...
-No seas boludo. Sabés que soy un caballero... El problema es que ella me pidió que la ayudara a colgar un par de cuadros y un espejo. Y empezamos a hablar. Le gusta la misma música, los mismos escritores. Y además es hermosa.
-¿Y cuál es el problema?
-Que no pasó nada. Y eso que yo le dije que sería capaz de dejar todo por ella. Pero no se inmuta. Está convencida de que el ferretero es su amigo. Pero el ferretero sólo quiere besarle el cuello. Abrazarla. Besarla.
-Decíselo. ¿Qué podés perder?
-Ya se lo dije... O se lo insinué. Creo que fui híper convincente. Pero no hay caso... Se hace la boluda. O, en realidad, no quiere saber nada conmigo.
-Entonces no te hagas drama. Es una histérica. No vale la pena que te vuelvas loco.
-Ese es el tema... Ya me volvió loco. No dejo de pensar en ella. No encuentro la manera de desenamorarme. Cada vez que intento olvidarla, ella se aparece por el negocio con su maldita seducción.
-Viste, te dije, es una histérica.
-¿Qué puedo hacer para olvidarla? Ya no aguanto más...
-Enamorate de otra.
-Eso no es tan sencillo. Sobre todo, después de conocer a Agostina... No hay otra como ella.
-¡Uh, loco! ¡Estás hasta las manos!
-Sí... Te decía que era demasiado fácil enamorarse. El problema es desengancharse. Yo ya no puedo hacerlo. Hasta pensé en matarla...
-¡Cómo!
-Sí, boludo, no podría soportar que esté con otro.
-Vos estás loco... Necesitás ayuda. ¿Por qué no vas terapia? Yo conozco una psicóloga que es buenísima... Se llama Clara Estévez.

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3/3/08

Falsa huida (...)

Era necesario. Para volver a empezar. También para dejar de llorar sin lágrimas. Entonces, de repente, decidió marcharse. Algunos están convencidos de que huyó. El prefiere pensar que eligió salir rápidamente. Era lo mejor para todos. Era, al fin y al cabo, lo mejor para él.

20/2/08

Ahogo (...)

La vuelta implicaba la necesidad de conseguir un poco de calma. El día había sido largo, casi interminable. El calor lo había hecho aún más complicado. Pero el alivio nunca llegó. No hubo sonrisas. Tampoco comprensión. El aire desapareció. Y la noche se perdió en un ahogo.

18/2/08

Contrapunto y aparte (...)

Por vocación, el hombre persigue comienzos. Tiene la imperiosa necesidad de construir historias. Los inicios de cada aventura producen cosquillas. Son suaves. Melosos. Son producto de una alquimia perfecta. Un poco de química. Otro tanto de magia.
Los finales, en cambio, jamás son gratos. Generan dolor. Escozor. Arrancan lágrimas. Lastiman. Resulta vital echarle un poco de tierra encima a cada historia terminada. Para hacer un necesario punto y aparte. Para no ahogarse con la propia sangre. Para no morir sin olvidar que se puede ir detrás de un nuevo comienzo.

14/2/08

Inversión (...)

Se escurrió entre deseos y fantasías. En la búsqueda de construir un futuro, el hombre descuidó el presente. Se desarmó. La confusión mutó en capricho y luego devino en obsesión. Tardó demasiado tiempo en darse cuenta. Aquel mundo ideal que había imaginado jamás dejó de ser una maldita utopía. Había entregado su vida. Fue una mala elección. Y una peor inversión.

13/2/08

Número redondo V (...)

Veinte mil visitas distan de ser sinónimo de masividad en la blogósfera. Sobre todo si se tiene en cuenta que hay páginas o bitácoras que alcanzan ese número en menos de una hora. Sin embargo, la cifra encandila al escriba de los puntos suspensivos. Le llevó 13 meses y tres días. Y genera una satisfacción enorme. Ojo, las estadísticas revelan que el 75 por ciento de la gente que llega a Ese es el tema... no permanece más de cinco segundos. Eso significa que sólo cinco mil visitantes se tomaron el tiempo de ojear el contenido. ¡Sigue siendo un montón!
La idea, para dejar de juguetear con el ombligo propio, es cumplir con el ritual de cada número redondo. ¿Cómo llega la gente al blog? Aquí una lista de las búsquedas (sin editar) más curiosas entre las últimas 500 entradas.
  • tema tardes de verano
  • ya era demasiado tarde divorcio
  • guiños de magnetismo
  • acrostico a la impuntualidad
  • porongas grandes
  • banfield pelirroja
  • que hacer cuando hay ansiedad de llamar a la novia y ella no te pasa al telefono
  • foto de porongas grandes
  • grandes porongas
  • medicina por qué largan liquido las tetillas de un hombre
  • como aser guiños
  • que es sencillez
Lamentablemente, creo no haber podido satisfacer todos estos requerimientos. Sólo espero que la hayan pasado bien y que sigan viniendo por acá. Y gracias por las críticas, elogios y caricias que llegaron en este último cuatrimestre...

12/2/08

Grietas (...)

Sucedió de golpe. Y fue inesperado. El encanto se acabó. Ella ya no deslumbra. Tampoco encandila. En unos pocos segundos, como si se tratara de un hechizo, lo perfecto se pobló de grietas. Fue una historia pretenciosa. Entre tanto apuro, el final se precipitó. Ni siquiera tuvo tiempo para terminar.

7/2/08

Cursi (...)

-¿Estás mejor?
-Sí, un poco... ¿Y vos? ¿Cómo estás?
-Mal... Me siento como el orto.
-¿Por qué?
-Porque haría cualquier cosa por detener el tiempo y quedarme a pasar el resto de mi vida con vos. No necesito comer ni nada de eso. Me alcanza con mirarte y escucharte, con sentirte y poder tocarte. Besarte.
-...
-Quiero besarte y abrazarte...
-¿Te parece que vale la pena? Además, suena tan exagerado como cursi. Perdoname por la franqueza.
-Puede ser que sea cursi. Pero no exagero. Te juro que no exagero. Es lo que siento. Me lo dice la razón y lo ratifica el instinto.
-Seguís siendo cursi. Me encanta lo que me decís. Pero también me repugna. Jamás imaginé que podías decírmelo de esa manera.
-¿Existe otra manera de hacerte entender que te amo?
-No sé...
-No me digas nada. Ya entendí todo.

2/2/08

Abrazo (...)

Javier se puso la ropa a las apuradas y recibió la pizza. Apenas cerró la puerta del consultorio llegó el helado. Clara, en tanto, improvisó un mantel con una de las mantas que decoraban su cómodo sillón. Sólo se había puesto el corpiño y el culotte. Así, abrió el ventanal y llevó las copas y el vino al patio, mientras el muchacho colocaba el helado en el congelador de la heladerita que está en la pequeña cocina. Javier llegó con la caja de la pizza y con un rollo de papel cocina que se había encontrado sobre la mesada. La psicóloga volvió a servir vino y espero que su ex paciente le alcanzara una porción.
-Brindemos otra vez –dijo ella-, pero esta vez por el futuro.
-Salud –le contestó Javier sin quitarle la mirada de sus ojos.
-¿Qué era lo que me querías decir?
-Nada. Sólo lamento haber tardado tanto tiempo en invitarte a salir. De sólo pensar que pasaron tres años de terapia hasta que me animé...
-Ajá –atinó a balbucear Clara, como si se tratara de una sesión más.
-Mirá todo el tiempo que perdimos. Mirá la química que tenemos. La verdad es que me da mucha bronca... Decime, ¿a vos no te pasaba nada conmigo?
Clara volvió a llenar su copa. Y la vació de un trago.
-Rico, ¿no? El otro día lo vi en el supermercado y salía 70 pesos. Estaba loco el tipo que me lo regaló. ¿Qué se habrá creído? ¿Qué me iba a abrir de piernas por un vino de 70 mangos?
-Te pregunté algo.
-Sí, sí...
-¿Te incomodé con la pregunta?
-No, para nada... Lo que pasa es que recuerdo la última vez que viniste como paciente. ¿Te acordás? El día que desenfundaste el líquido limpiavidrios para atacar el ventanal me preguntaste cómo estaba, me dijiste que querías saber más de mí.
-Sí... Lo que pasa es que tenía la necesidad de saber quién eras. La psicóloga me cautivaba, pero quería saber si la mujer también. Yo jamás imaginé que podía llegar tan lejos con vos. Me parecías inalcanzable...
Clara sonrió, tomó la cabeza de Javier y la puso entre sus pechos.
-¿Y ahora qué te parezco?
-...
-Dale, decime... Te parezco una vieja puta, que se está sacando las ganas con un pendejo.
-No, Clara, no te confundas. Yo estoy totalmente enamorado de vos. Te digo más: si estuviese casado, mañana empezaría los trámites de divorcio. Y eso que casi no te conozco. Pero estoy seguro de que no sos una vieja puta, como decís vos. Sos inteligente, hermosa... No entiendo por qué estás sola.
-¿Será porque soy un poco complicada? ¿Será porque tuve una pésima experiencia con mi ex marido? ¿Será porque él me metía los cuernos con cualquiera? ¿Será porque cada vez que un hombre me invitaba a salir sentía algo parecido a un ataque de pánico? Son demasiadas preguntas. Y todas tienen como respuesta un sí enorme que titila como si fuese un cartel luminoso.
Clara empezó a llorar. Ya no era la mujer que había tomado las riendas de la aventura nocturna en su propio consultorio. Ya no era la misma que se había aparecido vestida con apenas una botella de vino. Ni siquiera la misma que había llamado al delivery totalmente desnuda, antes de continuar con la faena sexual hasta que sonara el timbre por culpa del repartidor de pizza. La psicóloga se estaba mostrando como mujer. Estaba desnudando su dolorida alma. Y Javier, que había nacido para enamorarse, se conmovía cada vez más.
-¿Querés que te abrace? –preguntó el muchacho.
-Sí, es lo que necesito. Es lo único que necesito.

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El delivery (...)

Fueron necesarias dos horas de combate para calmar las urgencias de Clara y Javier. El muchacho recorrió cada rincón del generoso y curvilíneo cuerpo de la licenciada, que demostró ser una experta conocedora de las artes sexuales. Tirados en el sofá de cuerina que funcionó como cama, ring y sauna, los dos quedaron abrazados mirando al ventanal que da al patio. La luz tenue iluminaba el banco de cemento, el limonero y el cerezo. Ella le acariciaba el pelo, un poco húmedo por la transpiración.
-Uffff –suspiró Clara.
-¿Estás bien?
-Sí, mi amor... Estoy fantástica.
-Yo la pasé bárbaro. Sólo hay algo que me inquieta...
-¿Qué?
-Desde hace un rato no paro de cuestionarme por qué tardé tanto en invitarte a salir.
-No te entiendo...
-Es largo de explicar...
-Quiero saber, lindo. Contame, dale... Pero tengo una idea. ¿Por qué no nos vestimos y vamos a comer algo por ahí? Tenemos que recuperar energías.
-Puede ser. No está mal. Podríamos pedir algo y comer en el patio. Total, vi que tenés un par de vinos acopiados... Mejor nos quedamos acá, tranquilos, sin que nadie nos moleste.
-Una pizza, ¿te parece?
-Me parece perfecto.
Clara se incorporó y Javier no pudo evitar mirarla otra vez. Ya conocía cada uno de los delicados pliegues de su piel. Ya podía cerrar los ojos e identificar cada parte de su cuerpo. En realidad, tampoco era muy complicado. Sus firmes redondeces se delataban al acto y al tacto. El hombre había quedado embelesado con la figura de su conquista. La seguía con la vista de un lado a otro. Casi no pestañaba. Y, sin proponérselo, volvió a sufrir una erección.
Mientras tanto, Clara no perdía el tiempo. Buscó en su agenda el número del teléfono de una pizzería y el de un delivery de helados.
-¿Te parece una pizza caprese?
-Sí, muñeca, lo que quieras.
-Bueno, también voy a pedir medio kilo de helado. Tengo una botellita de champán en la heladerita de la kitchenette. Así que encargó sólo de limón, ¿te parece?
-Me parece bárbaro.
Mientras Clara hablaba por teléfono con la pizzería y la heladería, Javier luchaba con su mente para bajar el grado de excitación y evitar quedar como un pendejo pajero frente a la licenciada. Se levantó del sillón y enfiló derecho hacia el baño... Pero no pudo evitar que Clara descubriera su pequeño pecado.
-Uy... Miralo a tu amiguito. Parece que no le alcanzó con todo lo que hicimos. Parece que quiere un poco más. Dejame que yo me encargue de él. Total tenemos media hora hasta que lleguen los pedidos. Vení para acá -le ordenó la mujer antes de parapetarse con las rodillas en el piso.
Así, con otro round carnal, trascurrieron los 35 minutos de espera. Sólo el timbrazo del muchacho encargado del delivery interrumpió la experta faena de Clara, que parecía decidida a exprimir hasta la última gota de hombría de Javier.

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1/2/08

Complejidad (...)

Se trata de comprender los procesos operativos de la lógica del pensamiento que llevan a desear en forma constante lo inalcanzable y a descuidar sistemáticamente lo adquirido. Quizá la explicación radica en que el hombre se motiva ante los desafíos y descarta con desidia lo sencillo. Es pura complejidad.

Brindis (...)

Con algo de torpeza, Javier y Clara estiraron el beso hasta que se quedaron sin aire. La doctora Estévez, de manera inconsciente, le puso las manos en el pecho e intentó tomar algo de distancia. Sin embargo, el muchacho quería llegar un poco más lejos.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te separás?
-Lo que sucede es que no quiero ensuciar el vidrio. Después te vas a poner loquito. No quiero que te distraigas y vayas a buscar el líquido limpiavidrios en el momento del clímax.
-Tenés razón. ¿Entonces? ¿Qué hacemos?
-Vos sólo tenés que esperar sentado en el sofá. Y por favor no te acuestes como si fuese una sesión de terapia porque te echo a patadas. ¿Entendiste bien?
Las palabras de la licenciada no hicieron más que avivar las llamas. Javier miraba a Clara con admiración. Ardía de ganas de tener sexo con ella. Y no quería arruinar la situación con una de sus habituales bravuconadas. Por eso, siguió al pie de la letra las indicaciones de la mujer y se sentó en el cómodo sillón de cuerina de tres cuerpos. Mientras tanto, Clara salió de la habitación con la botella de vino blanco que ya había perdido la temperatura ideal para ser bebido.
De repente, la licenciada se asomó por el marco de una puerta que estaba entreabierta y le ofreció un vino tinto. Apenas podía ver su cara, sus brazos y una botella de vidrio con una etiqueta enorme.
-¿Te da lo mismo un malbec? Este me lo obsequió un paciente que tiene un cargo altísimo en una multinacional. Me dijo que lo reserve para una ocasión especial. Yo creo, en realidad, que deseaba que me lo tomara con él… Pero yo me hice la tonta...
-¡Mirá qué pícara que resultaste! Parece que todos los pacientes se enamoran de vos...
-¿Vos me estás hablando en serio?
-No, tonta... No te lo tomes en serio. Era un chiste...
¡De mal gusto! Vos te crees que yo me ando regalando por ahí. Para que sepas: sos el primer paciente con el que me encontré fuera de la terapia por voluntad propia.
-¿Lo tengo que tomar como un piropo?
-No... Date cuenta. Yo no soy una mujer fácil. De hecho, llevo separada un montón de tiempo y éste de recién fue mi primer beso en la boca en años.
-Entonces te gusto...
-Ay, qué infantil que sos. ¿Qué querés que te diga? ¿Qué sos el hombre de mi vida? No vayas tan rápido, nene. Si no te vas a perder todo esto.
De repente, Clara cruzó la puerta e ingresó a la sala. Estaba desnuda. Lo único que llevaba era la botella del exclusivo Luigi Bosca y un sofisticado sacacorchos. Su cuerpo, más allá de sus 42 años, resistió bien el paso de las décadas. Sus tetas, grandes y redondas, todavía desafiaban la ley de la gravedad. Tenía el cuerpo de una modelo veterana. Y Javier no dejaba de observar la generosa figura de la mujer. Pensó en pellizcarse, en frotarse los ojos... Pero no era necesario. Clara era una hembra formidable que estaba frente a él.
El muchacho no sabía qué hacer. Pensó en desnudarse y tirarse encima de la mujer... Pero temió arruinar todo. Sabía que desde hacía un rato había perdido el control de la situación. Sabía que ella era la que mandaba.
Con Javier en plena ebullición de la duda, casi en la misma medida que la bragueta de su pantalón, Clara se puso en cuclillas y le mostró hasta su código genético -obviamente, depilado-. Entonces, apoyó la botella sobre la mesa ratona y le sacó el corcho con un cuidado extraordinario luego de cortar de manera prolija el precinto de plomo. El no podía dejar de observarla. Ella, mientras tanto, se incorporó y con el vino en una de sus manos fue a buscar las dos copas que habían quedado sobre el pequeño escritorio ubicado detrás del sillón desde el que escucha las historias y fobias de sus pacientes. Dándole la espalda a su enamorado, la mujer exhibía otro enemigo derrotado además de la siempre complicada lucha contra la gravedad. La celulitis también parecía controlada por la tirante redondez de su cola. Tras servir las dos copas, Clara volvió hacia el sofá, le dio una a Javier, que no podía salir de una mezcla de confusión y admiración, y se sentó a su lado.
-Brindemos –dijo Clara-.
-Sí, claro. Te lo tengo que decir: sos hermosa. En serio. Jamás imaginé que tuvieses un cuerpo tan fantástico. Sos una mujer increíble –respondió Javier.
-Entonces, lindo, brindemos por el fantástico polvo que nos vamos a echar.

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31/1/08

El encuentro (...)

El ventanal, al cabo de diez minutos de una cuidadosa limpieza, estaba impecable. Hasta parecía que no había vidrio que separara el interior del exterior... La licenciada se sintió satisfecha. Sabía que González no podría reprocharle nada. Tendría una inmaculada vista del patio. Con la misión cumplida, Clara se apuró en dejar el líquido azul en el estante inferior del vanitory del toilette. Y también en arrojar las hojas de revista utilizadas en el pequeño cesto que está entre el inodoro y el bidet.
Se sentía plena. Hasta que se miró al espejo. Había tirado por la borda el trabajo de un día de cuidados intensivos estéticos por un ataque compulsivo de aseo... Estaba despeinada. La transpiración había corrido el sutil maquillaje que camuflaba las mínimas imperfecciones de su rostro. Se había olvidado de los 35° de temperatura. Y tenía muy poco tiempo para emprolijarse. Sólo esperaba que Javier se retrasara un poco. Ya eran las nueve pasadas... Pero no tuvo tanta fortuna. Apenas se le cruzó por la cabeza el deseo de impuntualidad de su enamoradizo ex paciente, escuchó dos timbrazos cortos.
-Ya salgo -le dijo Clara al micrófono del portero eléctrico.
-Bueno... -respondió Javier.
La mujer, al borde de un ataque de nervios, se secó el sudor con un pañuelo de papel, corrigió a las apuradas el maquillaje frente al espejo y no tuvo otra que ir a abrir la puerta. No quería hacerlo esperar mucho más.
-Hola...
-Hola... -Javier acercó su boca a la boca de Clara. Pero ella, por acto reflejo, le corrió la cara y le ofreció una mejilla- ¿Me vas a dejar pasar? No puedo irme sin echarle un vistazo a ese patio hermoso...
Más allá de la incomodidad que le generaba la transpiración, ella sintió una satisfacción enorme. El esfuerzo de última hora no había sido en vano.
-Lo que quieras. Tengo un chardonnay en la heladera. Si querés podemos charlar un rato antes de ir al restaurante.
-Puede ser. Espero no sentirme analizado... No lo digo por vos. Lo digo por el lugar... No me malentiendas.
-Es lógico. Pasá. Conocés el camino... ¿O ya te olvidaste?
Javier encaró hacia el sofá mientras Clara se dirigía hacia la pequeña cocina del consultorio. En forma automática, el muchacho se acostó, posó su cabeza en el apoya brazos y enfocó su mirada hacia el ventanal que dejaba ver el patio suavemente iluminado. Desde allí se veía el banco de cemento cobijado por el limonero y el cerezo. Con dos copas en una mano y la botella de vino blanco en la otra, la licenciada se sorprendió al verlo recostado, como si se tratara de una sesión más.
-¿Qué hacés? ¿Por qué estás así?
-No sé... La verdad que no sé. ¿Será la costumbre?
-Dale, sentate...
-No. Esperá un poco. Ponete vos ahí -le señala el sillón donde Clara hace las anotaciones durante la terapia-. Te quiero contar algo.
-No te entiendo. Vos estás loco...
-Sí, estoy loco por vos.
-Dejate de joder. Me parece que te estás zarpando.
-¿Zarpando? Si todavía no te hice nada...
-¡Cómo! ¿De qué me estás hablando?
-Nada, nada... Dejalo ahí. ¿Por qué no empezamos de vuelta?
-Me parece que lo mejor sería que te vayas.
-Pará, pará. Vos sabés mejor que nadie que tengo un mambo terrible en la cabeza. Así y todo, aceptaste esta cita. Así que me tenés que dar otra oportunidad.
-No sé...
-Dale. Mirá cómo estás. Estás hermosa. Bah, sos hermosa. La verdad no entiendo cómo una mujer como vos está sola. Dale, vamos al patio, tomamos un poco de vino y empezamos de vuelta. No sé qué me pasó.
La zalamería de Javier venció la resistencia inicial de Clara. Ella se dirigió al ventanal de vidrio y rejas para abrir la puerta. Cuando estaba girando la llave, sintió que Javier estaba sobre su espalda. Con sus manos apretó fuerte la cintura de la licenciada. Cuerpo contra cuerpo, le dio un beso en el cuello y mordió suavemente el lóbulo de la oreja derecha. Clara respiró hondo. Suspiró. Y entre un tórrido forcejeo dio media vuelta.
-Me parece que te estás apresurando -le dijo ella con la voz entrecortada, antes de estamparle un largo beso en la boca.
-A mí me parece que ya perdimos demasiado tiempo -replicó Javier.

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28/1/08

Mancha (...)

La conversación telefónica con su ex paciente y enamorado la había dejado temblando. El miedo recorría sus entrañas. Pero no se trataba de una sensación de terror. Nada que ver. Era el miedo que sienten casi todos los mortales cuando saben que harán algo por el costado de la rutina. Apenas cortó con Javier González, Clara llamó a su asistente. Le avisó que al otro día no iría a trabajar y le pidió que tratara de suspender todos los turnos programados. No le explicó por qué. Tampoco confiaba demasiado en ella.
Le quedaban menos de 24 horas para la cita, tan inesperada como deseada, y también mucho trabajo por delante. Pensó en ir a comprarse ropa a Isolina, que tiene una línea para chicas un poco más jóvenes que ella. También en darse una vuelta por la peluquería para tapar las incipientes canas que invadían las raíces de su rubia cabellera. Sus planes no coincidían con sus palabras. Ella les decía a sus amigas que no le pasaba nada con ese muchacho de 30 años. Aseguraba que sólo estaba intrigada por su salud psíquica. Lo juraba. Y también se engañaba. En realidad, había pasado mucho tiempo desde su última salida. Mientras elaboraba el duelo luego del divorcio con su marido, los años se le habían escurrido entre el consultorio y el hospital. Creía que su vida amorosa había terminado hacía rato. No quería saber nada con enredarse otra vez en una historia. Pero apareció González y avivó un corazón que parecía estar entregado a la dolorosa soledad. Clara, de repente, volvió a sentirse deseada... La tristeza, esa maldita compañera que aparecía cada vez que llegaba a su casa, había quedado súbitamente en un segundo plano.
El día se pasó entre el shopping y el centro de estética. Supuso que la ansiedad la iba a maltratar. Pero sucedió todo lo contrario. La psicóloga había rejuvenecido unos diez años en apenas unas horas. Y no sólo por la ropa moderna y el cambio de look en el peinado. Todo pasaba por una cuestión de actitud.
Cuando faltaba media hora para las nueve, después de relajarse al cabo de un largo baño de inmersión y ponerse su ropa nueva y el más caro de sus perfumes importados, se tomó un taxi para llegar a tiempo a su consultorio. Desde la puerta de su casa hasta que se subió al auto pudo contabilizar unos quince piropos. Hasta el chofer, un flaco larguirucho con pinta de sepulturero, se tiró un lance con la licenciada al son de la novena sinfonía de Beethoven. Clara estaba a pleno. Sólo le interesaba que Javier quedara con la boca abierta.
Llegó a su consultorio a las nueve menos diez. Y se sentó en el diván a esperar que sonara el timbre. No quería arrugar su ropa. Ni siquiera se atrevió a posar su cabeza en el apoyabrazos para no despeinarse. Entonces, después de mirar por quinta vez su reloj, fijó su vista en el ventanal que da al patio. La lluvia que había caído durante el fin de semana había dejado el vidrio totalmente sucio. Clara comenzó a transpirar. El maquillaje empezaba a correrse, pero poco le importó. Fue al baño de una corrida y sacó de la parte inferior del vanitory el líquido que le había dejado Javier en su última sesión. Tomó una revista vieja de la sala de espera, arrancó unas cuantas páginas y comenzó a limpiar el vidrio. Sabía que una mancha podía arruinarlo todo.

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27/1/08

Magnetismo (...)

Se encuentran todas las mañanas a las 9.30 frente a la máquina de café del cuarto piso. Sucede desde hace dos años. Cruzan miradas. Hablan de nada. Y de todo también, aunque siempre sin profundizar demasiado. Trabajan en el mismo edificio. El es vendedor de una agencia de viajes, que funciona en el quinto. Ella integra el prestigioso bufete de abogados del tercero. Jamás imaginaron que llegarían tan lejos.

-Siento algo raro... Una especie de magnetismo. Me atraes...
-¿A qué viene todo esto?
-Clara... Lo que pasa es que no puedo dejar de pensar en vos.
-...
-Decime algo, dale. No te quedes callada. Acabo de confesarte lo que pienso, lo que siento. Y vos no me decís nada.
-¿Y qué querés que te diga? No era necesario que me lo dijeras. Ya me había dado cuenta. De hecho, lo sabe o lo supone la mayoría de la gente que pasa y nos ve todos los días en este bendito lugar.
-Decime algo. No sé. Al menos mandame a la mierda.
-¿Cómo te voy a mandar a la mierda? Si me encanta hablar con vos... Pero entendeme. Somos amigos, buenos amigos... Nada más.
-¿Nada más?
-Sí, nada más. Y nada menos.
-¿Y el beso que me diste el otro día?
-Nada... Un arrebato, una necesidad. Yo lo necesitaba. Vos lo necesitabas. No te enredes, Gustavo.
-No me podés decir eso...
-¿Y qué querés que te diga?
-No sé... ¿Qué se yo? Decime que vos también estás loca por mí.
-No te puedo mentir.
-...
-¿Qué te pasa?
-...
-Dale, bobo, ¿qué te pasa?
-Nada... Me acabás de cortar el rostro. Y lo hiciste casi sin inmutarte. Tengo ganas de llorar, de irme a mi departamento. Encima querés que te diga algo. Esto no me lo esperaba.
-¿Qué era lo que no te esperabas? Hace dos años que vamos y venimos. Hace dos años que te hacés el galán conmigo. Hace dos años... O te creés que soy tarada y que no me daba cuenta de todo esto...
-¿Entonces?
-Entonces, ¿qué? Acaso no te das cuenta. No te puedo esperar toda la vida. ¿Qué pensás hacer con tu chica? ¿Querés jugar a dos puntas? Me parece que no te da el cuero.
-¿A ver? Animate a probar, Clara.
-Estás equivocado. La cuestión no pasa por ahí. Me gustás. La paso bien con vos... Pero hasta ahí.
-¿Qué querés decirme? Si estuviera solo... Si me peleara con mi novia...
-Puede ser. Pero estás a punto de casarte con ella...
-Por vos soy capaz de dejar todo. Además...
-No te creo.
-Escuchame. Pará un poco.
-No...
-Bueno, lo que vos quieras. Pero pensalo bien.
-¿Qué querés que piense?
-Nada. Eso. Sólo quería contarte que en dos semanas me voy a España.
-¿Para qué? ¿Por cuánto tiempo?
-Me mandan de la empresa. No sé... Tal vez me quede para siempre.
-¿Y tu novia? ¿Se va con vos?
-No. Ella no puede ni quiere largar Medicina. Le queda un año para terminar la carrera. Y después tiene que hacer la residencia.
-¿Entonces?
-Y... Lo mejor para ella es quedarse acá. Y lo mejor para mí es irme. Ya lo hablamos. Creo que debemos ser egoístas, aunque duela. Además, últimamente, estábamos a los tiros. Vos lo sabés, ya te lo conté. Por eso, anoche decidimos cortar.
-¿Por qué no me dijiste todo esto antes?
-Porque creía que lo otro, lo del magnetismo, era más importante.

22/1/08

Gris (...)

La realidad oficia como verdad y desnuda el problema. Las fallas producen cortocircuitos. Los chispazos provocan momentos de ceguera. La falta de lucidez atenta contra la razón. La bronca induce a implosiones indeseadas. Repercute. Y duele. Porque hay indicios claros. Aparentemente, la felicidad está cerca. La cuestión es que cada vez parece más lejana. El hombre no dice. Tampoco hace. Va por los extremos. Vive del blanco y del negro. Se pierde el gris. Muchos creen que apenas se trata de un color intermedio. Están equivocados. ¿Quién dijo que carece de atractivo o singularidad?

21/1/08

Presentimiento (...)

No quiere causar daños. Pero sin darse cuenta lastima. Tampoco pretende alimentarse de fantasías. Sin embargo, inevitablemente, sueña. Entre la exasperante realidad y los deliciosos espasmos oníricos, el hombre siente... Y presiente.

17/1/08

Apresurado (...)

Creía que había llegado tarde. Pero estaba equivocado. La cuestión es que me apresuré. Tendría que haber esperado un poco más...

12/1/08

Llamada (...)

Después de un mes y medio de dudas y de prolongadas charlas con su propio analista, la licenciada Estévez se animó a llamar por teléfono a González, el paciente que le declaró su amor luego de tres años de terapia. Ella no pudo dominar su ansiedad. ¿Quería saber qué le pasaba a ese hombre? No dejaba de pensar en él y en su insólita declaración con el líquido limpiavidrios incluido. Algo, no sabía qué, la atraía de ese muchacho, 15 años menor que ella, que vivía enamorándose. Intuía que la historia no había terminado con aquel portazo en su consultorio.

-Hola...
-Hola, sí, ¿con Javier González?
-Sí, con él habla... Perdón, usted es la licenciada Estévez, ¿no? Su voz es inconfundible.
-Sí, soy yo, González...
-Por favor. No me diga González. Me llamo Javier.
-Bueno... Javier. Sólo quería saber cómo estaba...
-¿La puedo llamar por su nombre?
-Sí, por supuesto.
-Sabía que me iba llamar, Clara... Se lo había dicho, ¿se acuerda?
-No empiece, González.
-Dígame Javier -la interrumpe el hombre.
-Bueno, como quiera... Javier, le pido por favor que no se haga la película. Sólo lo llamé para ver cómo estaba. Hablé con el especialista que le había recomendado y usted no lo había visitado. Me preocupaba que no siguiera con la terapia.
-No me mienta, Clara. ¿La puedo tutear?
-Ehh... Sí, qué se yo. Además, no le estoy mintiendo.
-Bueno... Te creo. Pero esto es muy largo para hablar por teléfono. Te invito a cenar, dale. ¿Te parece mañana? Te paso a buscar por el consultorio. A las 9. Conozco un lugar que te va a encantar.
-Espere...
-No acepto una negativa. A las 9 te toco el timbre. Hasta mañana.
-...
-¿Quedamos así?
-Bueno, qué se yo... Nos vemos mañana.

Kiosco (...)

Como cada mañana de lunes a viernes, ella aparece en silencio, como si caminara en puntas de pie. Le dice hola, sonríe, pestañea y vuelve a sonreír, esta vez con una mueca, estirando la comisura de los labios hacia los costados y casi sin mostrar sus dientes. Lo mira fijo a los ojos y le pregunta cómo está.
-Mal. Estoy muy cansado.
-¿Dormiste mal?
-No... Dormí toda la noche.
-¿El calor? Seguro que es eso. Me tuve que dar tres duchas heladas a la madrugada para seguir durmiendo. Por mi pieza no corría nada de aire...
-No, el calor no es. Tengo aire acondicionado. Ni me di cuenta de que la temperatura no bajó de los 30 grados.
-¿Entonces?
-Después te lo cuento, dale. Cuando no haya gente. ¿Qué te vas a llevar?
-Dame un paquete de Express y unos Beldent... Ah, me olvidaba, también dame un paquete de yerba.
-¿El de siempre?
-Sí, claro...
-Te lo anoto.
-Por favor... Después, cuando salgo del trabajo, te lo pago y me contás qué te pasa, ¿te parece?
-Chau, nos vemos.
-Chau, linda... Cuidate.
Ella lo mira, sonríe, pestañea y vuelve a sonreír. Repite la mueca, casi como un tic. Y se va. El la acompaña con la vista y queda tildado... Encara a su próximo cliente.
-Es hermosa, ¿no?
-Sí, puede ser. Deme un Marlboro box y un encendedor... ¿Cuánto es?
-...
-Le pedí un Marlboro box y un encendedor...

10/1/08

Plazo (...)

La necesidad ya roza con la urgencia. El hombre no ve la hora de decir lo que piensa, sin importar las consecuencias. Por ahora, la represión causada por el inmenso temor al rechazo y al ridículo puede más que sus intensas ganas de hacer realidad su sueño.
¿Hasta cuándo?

8/1/08

Farsa (...)

Hizo lo imposible por simular una sonrisa. Se notó que forzó los músculos para aparentar, para mostrar algo que no sentía. Sin embargo, muy pocos se dieron cuenta de su histrionismo. La farsa duró un breve instante. Apenas pudo, el hombre se alejó del grupo y se cobijó en la soledad. Sin miradas intrusas, sin necesidad de ser lo que no es, se largó a llorar. Sabía que aquel viaje sería el final. Nunca más la volvería a ver.

7/1/08

Agotador (...)

Olvidar. Eso es todo lo que quiere. Pero su cabeza es una máquina de generar recuerdos. Es cíclico. También es agotador vivir del pasado.