2/2/08

El delivery (...)

Fueron necesarias dos horas de combate para calmar las urgencias de Clara y Javier. El muchacho recorrió cada rincón del generoso y curvilíneo cuerpo de la licenciada, que demostró ser una experta conocedora de las artes sexuales. Tirados en el sofá de cuerina que funcionó como cama, ring y sauna, los dos quedaron abrazados mirando al ventanal que da al patio. La luz tenue iluminaba el banco de cemento, el limonero y el cerezo. Ella le acariciaba el pelo, un poco húmedo por la transpiración.
-Uffff –suspiró Clara.
-¿Estás bien?
-Sí, mi amor... Estoy fantástica.
-Yo la pasé bárbaro. Sólo hay algo que me inquieta...
-¿Qué?
-Desde hace un rato no paro de cuestionarme por qué tardé tanto en invitarte a salir.
-No te entiendo...
-Es largo de explicar...
-Quiero saber, lindo. Contame, dale... Pero tengo una idea. ¿Por qué no nos vestimos y vamos a comer algo por ahí? Tenemos que recuperar energías.
-Puede ser. No está mal. Podríamos pedir algo y comer en el patio. Total, vi que tenés un par de vinos acopiados... Mejor nos quedamos acá, tranquilos, sin que nadie nos moleste.
-Una pizza, ¿te parece?
-Me parece perfecto.
Clara se incorporó y Javier no pudo evitar mirarla otra vez. Ya conocía cada uno de los delicados pliegues de su piel. Ya podía cerrar los ojos e identificar cada parte de su cuerpo. En realidad, tampoco era muy complicado. Sus firmes redondeces se delataban al acto y al tacto. El hombre había quedado embelesado con la figura de su conquista. La seguía con la vista de un lado a otro. Casi no pestañaba. Y, sin proponérselo, volvió a sufrir una erección.
Mientras tanto, Clara no perdía el tiempo. Buscó en su agenda el número del teléfono de una pizzería y el de un delivery de helados.
-¿Te parece una pizza caprese?
-Sí, muñeca, lo que quieras.
-Bueno, también voy a pedir medio kilo de helado. Tengo una botellita de champán en la heladerita de la kitchenette. Así que encargó sólo de limón, ¿te parece?
-Me parece bárbaro.
Mientras Clara hablaba por teléfono con la pizzería y la heladería, Javier luchaba con su mente para bajar el grado de excitación y evitar quedar como un pendejo pajero frente a la licenciada. Se levantó del sillón y enfiló derecho hacia el baño... Pero no pudo evitar que Clara descubriera su pequeño pecado.
-Uy... Miralo a tu amiguito. Parece que no le alcanzó con todo lo que hicimos. Parece que quiere un poco más. Dejame que yo me encargue de él. Total tenemos media hora hasta que lleguen los pedidos. Vení para acá -le ordenó la mujer antes de parapetarse con las rodillas en el piso.
Así, con otro round carnal, trascurrieron los 35 minutos de espera. Sólo el timbrazo del muchacho encargado del delivery interrumpió la experta faena de Clara, que parecía decidida a exprimir hasta la última gota de hombría de Javier.

Ver capítulo 1: Sesión
Ver capítulo 2: Otra sesión
Ver capítulo 3: Llamada
Ver capítulo 4: Mancha
Ver capítulo 5: El encuentro
Ver capítulo 6: Brindis

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