12/1/08

Llamada (...)

Después de un mes y medio de dudas y de prolongadas charlas con su propio analista, la licenciada Estévez se animó a llamar por teléfono a González, el paciente que le declaró su amor luego de tres años de terapia. Ella no pudo dominar su ansiedad. ¿Quería saber qué le pasaba a ese hombre? No dejaba de pensar en él y en su insólita declaración con el líquido limpiavidrios incluido. Algo, no sabía qué, la atraía de ese muchacho, 15 años menor que ella, que vivía enamorándose. Intuía que la historia no había terminado con aquel portazo en su consultorio.

-Hola...
-Hola, sí, ¿con Javier González?
-Sí, con él habla... Perdón, usted es la licenciada Estévez, ¿no? Su voz es inconfundible.
-Sí, soy yo, González...
-Por favor. No me diga González. Me llamo Javier.
-Bueno... Javier. Sólo quería saber cómo estaba...
-¿La puedo llamar por su nombre?
-Sí, por supuesto.
-Sabía que me iba llamar, Clara... Se lo había dicho, ¿se acuerda?
-No empiece, González.
-Dígame Javier -la interrumpe el hombre.
-Bueno, como quiera... Javier, le pido por favor que no se haga la película. Sólo lo llamé para ver cómo estaba. Hablé con el especialista que le había recomendado y usted no lo había visitado. Me preocupaba que no siguiera con la terapia.
-No me mienta, Clara. ¿La puedo tutear?
-Ehh... Sí, qué se yo. Además, no le estoy mintiendo.
-Bueno... Te creo. Pero esto es muy largo para hablar por teléfono. Te invito a cenar, dale. ¿Te parece mañana? Te paso a buscar por el consultorio. A las 9. Conozco un lugar que te va a encantar.
-Espere...
-No acepto una negativa. A las 9 te toco el timbre. Hasta mañana.
-...
-¿Quedamos así?
-Bueno, qué se yo... Nos vemos mañana.

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