20/2/08

Ahogo (...)

La vuelta implicaba la necesidad de conseguir un poco de calma. El día había sido largo, casi interminable. El calor lo había hecho aún más complicado. Pero el alivio nunca llegó. No hubo sonrisas. Tampoco comprensión. El aire desapareció. Y la noche se perdió en un ahogo.

18/2/08

Contrapunto y aparte (...)

Por vocación, el hombre persigue comienzos. Tiene la imperiosa necesidad de construir historias. Los inicios de cada aventura producen cosquillas. Son suaves. Melosos. Son producto de una alquimia perfecta. Un poco de química. Otro tanto de magia.
Los finales, en cambio, jamás son gratos. Generan dolor. Escozor. Arrancan lágrimas. Lastiman. Resulta vital echarle un poco de tierra encima a cada historia terminada. Para hacer un necesario punto y aparte. Para no ahogarse con la propia sangre. Para no morir sin olvidar que se puede ir detrás de un nuevo comienzo.

14/2/08

Inversión (...)

Se escurrió entre deseos y fantasías. En la búsqueda de construir un futuro, el hombre descuidó el presente. Se desarmó. La confusión mutó en capricho y luego devino en obsesión. Tardó demasiado tiempo en darse cuenta. Aquel mundo ideal que había imaginado jamás dejó de ser una maldita utopía. Había entregado su vida. Fue una mala elección. Y una peor inversión.

13/2/08

Número redondo V (...)

Veinte mil visitas distan de ser sinónimo de masividad en la blogósfera. Sobre todo si se tiene en cuenta que hay páginas o bitácoras que alcanzan ese número en menos de una hora. Sin embargo, la cifra encandila al escriba de los puntos suspensivos. Le llevó 13 meses y tres días. Y genera una satisfacción enorme. Ojo, las estadísticas revelan que el 75 por ciento de la gente que llega a Ese es el tema... no permanece más de cinco segundos. Eso significa que sólo cinco mil visitantes se tomaron el tiempo de ojear el contenido. ¡Sigue siendo un montón!
La idea, para dejar de juguetear con el ombligo propio, es cumplir con el ritual de cada número redondo. ¿Cómo llega la gente al blog? Aquí una lista de las búsquedas (sin editar) más curiosas entre las últimas 500 entradas.
  • tema tardes de verano
  • ya era demasiado tarde divorcio
  • guiños de magnetismo
  • acrostico a la impuntualidad
  • porongas grandes
  • banfield pelirroja
  • que hacer cuando hay ansiedad de llamar a la novia y ella no te pasa al telefono
  • foto de porongas grandes
  • grandes porongas
  • medicina por qué largan liquido las tetillas de un hombre
  • como aser guiños
  • que es sencillez
Lamentablemente, creo no haber podido satisfacer todos estos requerimientos. Sólo espero que la hayan pasado bien y que sigan viniendo por acá. Y gracias por las críticas, elogios y caricias que llegaron en este último cuatrimestre...

12/2/08

Grietas (...)

Sucedió de golpe. Y fue inesperado. El encanto se acabó. Ella ya no deslumbra. Tampoco encandila. En unos pocos segundos, como si se tratara de un hechizo, lo perfecto se pobló de grietas. Fue una historia pretenciosa. Entre tanto apuro, el final se precipitó. Ni siquiera tuvo tiempo para terminar.

7/2/08

Cursi (...)

-¿Estás mejor?
-Sí, un poco... ¿Y vos? ¿Cómo estás?
-Mal... Me siento como el orto.
-¿Por qué?
-Porque haría cualquier cosa por detener el tiempo y quedarme a pasar el resto de mi vida con vos. No necesito comer ni nada de eso. Me alcanza con mirarte y escucharte, con sentirte y poder tocarte. Besarte.
-...
-Quiero besarte y abrazarte...
-¿Te parece que vale la pena? Además, suena tan exagerado como cursi. Perdoname por la franqueza.
-Puede ser que sea cursi. Pero no exagero. Te juro que no exagero. Es lo que siento. Me lo dice la razón y lo ratifica el instinto.
-Seguís siendo cursi. Me encanta lo que me decís. Pero también me repugna. Jamás imaginé que podías decírmelo de esa manera.
-¿Existe otra manera de hacerte entender que te amo?
-No sé...
-No me digas nada. Ya entendí todo.

2/2/08

Abrazo (...)

Javier se puso la ropa a las apuradas y recibió la pizza. Apenas cerró la puerta del consultorio llegó el helado. Clara, en tanto, improvisó un mantel con una de las mantas que decoraban su cómodo sillón. Sólo se había puesto el corpiño y el culotte. Así, abrió el ventanal y llevó las copas y el vino al patio, mientras el muchacho colocaba el helado en el congelador de la heladerita que está en la pequeña cocina. Javier llegó con la caja de la pizza y con un rollo de papel cocina que se había encontrado sobre la mesada. La psicóloga volvió a servir vino y espero que su ex paciente le alcanzara una porción.
-Brindemos otra vez –dijo ella-, pero esta vez por el futuro.
-Salud –le contestó Javier sin quitarle la mirada de sus ojos.
-¿Qué era lo que me querías decir?
-Nada. Sólo lamento haber tardado tanto tiempo en invitarte a salir. De sólo pensar que pasaron tres años de terapia hasta que me animé...
-Ajá –atinó a balbucear Clara, como si se tratara de una sesión más.
-Mirá todo el tiempo que perdimos. Mirá la química que tenemos. La verdad es que me da mucha bronca... Decime, ¿a vos no te pasaba nada conmigo?
Clara volvió a llenar su copa. Y la vació de un trago.
-Rico, ¿no? El otro día lo vi en el supermercado y salía 70 pesos. Estaba loco el tipo que me lo regaló. ¿Qué se habrá creído? ¿Qué me iba a abrir de piernas por un vino de 70 mangos?
-Te pregunté algo.
-Sí, sí...
-¿Te incomodé con la pregunta?
-No, para nada... Lo que pasa es que recuerdo la última vez que viniste como paciente. ¿Te acordás? El día que desenfundaste el líquido limpiavidrios para atacar el ventanal me preguntaste cómo estaba, me dijiste que querías saber más de mí.
-Sí... Lo que pasa es que tenía la necesidad de saber quién eras. La psicóloga me cautivaba, pero quería saber si la mujer también. Yo jamás imaginé que podía llegar tan lejos con vos. Me parecías inalcanzable...
Clara sonrió, tomó la cabeza de Javier y la puso entre sus pechos.
-¿Y ahora qué te parezco?
-...
-Dale, decime... Te parezco una vieja puta, que se está sacando las ganas con un pendejo.
-No, Clara, no te confundas. Yo estoy totalmente enamorado de vos. Te digo más: si estuviese casado, mañana empezaría los trámites de divorcio. Y eso que casi no te conozco. Pero estoy seguro de que no sos una vieja puta, como decís vos. Sos inteligente, hermosa... No entiendo por qué estás sola.
-¿Será porque soy un poco complicada? ¿Será porque tuve una pésima experiencia con mi ex marido? ¿Será porque él me metía los cuernos con cualquiera? ¿Será porque cada vez que un hombre me invitaba a salir sentía algo parecido a un ataque de pánico? Son demasiadas preguntas. Y todas tienen como respuesta un sí enorme que titila como si fuese un cartel luminoso.
Clara empezó a llorar. Ya no era la mujer que había tomado las riendas de la aventura nocturna en su propio consultorio. Ya no era la misma que se había aparecido vestida con apenas una botella de vino. Ni siquiera la misma que había llamado al delivery totalmente desnuda, antes de continuar con la faena sexual hasta que sonara el timbre por culpa del repartidor de pizza. La psicóloga se estaba mostrando como mujer. Estaba desnudando su dolorida alma. Y Javier, que había nacido para enamorarse, se conmovía cada vez más.
-¿Querés que te abrace? –preguntó el muchacho.
-Sí, es lo que necesito. Es lo único que necesito.

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El delivery (...)

Fueron necesarias dos horas de combate para calmar las urgencias de Clara y Javier. El muchacho recorrió cada rincón del generoso y curvilíneo cuerpo de la licenciada, que demostró ser una experta conocedora de las artes sexuales. Tirados en el sofá de cuerina que funcionó como cama, ring y sauna, los dos quedaron abrazados mirando al ventanal que da al patio. La luz tenue iluminaba el banco de cemento, el limonero y el cerezo. Ella le acariciaba el pelo, un poco húmedo por la transpiración.
-Uffff –suspiró Clara.
-¿Estás bien?
-Sí, mi amor... Estoy fantástica.
-Yo la pasé bárbaro. Sólo hay algo que me inquieta...
-¿Qué?
-Desde hace un rato no paro de cuestionarme por qué tardé tanto en invitarte a salir.
-No te entiendo...
-Es largo de explicar...
-Quiero saber, lindo. Contame, dale... Pero tengo una idea. ¿Por qué no nos vestimos y vamos a comer algo por ahí? Tenemos que recuperar energías.
-Puede ser. No está mal. Podríamos pedir algo y comer en el patio. Total, vi que tenés un par de vinos acopiados... Mejor nos quedamos acá, tranquilos, sin que nadie nos moleste.
-Una pizza, ¿te parece?
-Me parece perfecto.
Clara se incorporó y Javier no pudo evitar mirarla otra vez. Ya conocía cada uno de los delicados pliegues de su piel. Ya podía cerrar los ojos e identificar cada parte de su cuerpo. En realidad, tampoco era muy complicado. Sus firmes redondeces se delataban al acto y al tacto. El hombre había quedado embelesado con la figura de su conquista. La seguía con la vista de un lado a otro. Casi no pestañaba. Y, sin proponérselo, volvió a sufrir una erección.
Mientras tanto, Clara no perdía el tiempo. Buscó en su agenda el número del teléfono de una pizzería y el de un delivery de helados.
-¿Te parece una pizza caprese?
-Sí, muñeca, lo que quieras.
-Bueno, también voy a pedir medio kilo de helado. Tengo una botellita de champán en la heladerita de la kitchenette. Así que encargó sólo de limón, ¿te parece?
-Me parece bárbaro.
Mientras Clara hablaba por teléfono con la pizzería y la heladería, Javier luchaba con su mente para bajar el grado de excitación y evitar quedar como un pendejo pajero frente a la licenciada. Se levantó del sillón y enfiló derecho hacia el baño... Pero no pudo evitar que Clara descubriera su pequeño pecado.
-Uy... Miralo a tu amiguito. Parece que no le alcanzó con todo lo que hicimos. Parece que quiere un poco más. Dejame que yo me encargue de él. Total tenemos media hora hasta que lleguen los pedidos. Vení para acá -le ordenó la mujer antes de parapetarse con las rodillas en el piso.
Así, con otro round carnal, trascurrieron los 35 minutos de espera. Sólo el timbrazo del muchacho encargado del delivery interrumpió la experta faena de Clara, que parecía decidida a exprimir hasta la última gota de hombría de Javier.

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1/2/08

Complejidad (...)

Se trata de comprender los procesos operativos de la lógica del pensamiento que llevan a desear en forma constante lo inalcanzable y a descuidar sistemáticamente lo adquirido. Quizá la explicación radica en que el hombre se motiva ante los desafíos y descarta con desidia lo sencillo. Es pura complejidad.

Brindis (...)

Con algo de torpeza, Javier y Clara estiraron el beso hasta que se quedaron sin aire. La doctora Estévez, de manera inconsciente, le puso las manos en el pecho e intentó tomar algo de distancia. Sin embargo, el muchacho quería llegar un poco más lejos.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te separás?
-Lo que sucede es que no quiero ensuciar el vidrio. Después te vas a poner loquito. No quiero que te distraigas y vayas a buscar el líquido limpiavidrios en el momento del clímax.
-Tenés razón. ¿Entonces? ¿Qué hacemos?
-Vos sólo tenés que esperar sentado en el sofá. Y por favor no te acuestes como si fuese una sesión de terapia porque te echo a patadas. ¿Entendiste bien?
Las palabras de la licenciada no hicieron más que avivar las llamas. Javier miraba a Clara con admiración. Ardía de ganas de tener sexo con ella. Y no quería arruinar la situación con una de sus habituales bravuconadas. Por eso, siguió al pie de la letra las indicaciones de la mujer y se sentó en el cómodo sillón de cuerina de tres cuerpos. Mientras tanto, Clara salió de la habitación con la botella de vino blanco que ya había perdido la temperatura ideal para ser bebido.
De repente, la licenciada se asomó por el marco de una puerta que estaba entreabierta y le ofreció un vino tinto. Apenas podía ver su cara, sus brazos y una botella de vidrio con una etiqueta enorme.
-¿Te da lo mismo un malbec? Este me lo obsequió un paciente que tiene un cargo altísimo en una multinacional. Me dijo que lo reserve para una ocasión especial. Yo creo, en realidad, que deseaba que me lo tomara con él… Pero yo me hice la tonta...
-¡Mirá qué pícara que resultaste! Parece que todos los pacientes se enamoran de vos...
-¿Vos me estás hablando en serio?
-No, tonta... No te lo tomes en serio. Era un chiste...
¡De mal gusto! Vos te crees que yo me ando regalando por ahí. Para que sepas: sos el primer paciente con el que me encontré fuera de la terapia por voluntad propia.
-¿Lo tengo que tomar como un piropo?
-No... Date cuenta. Yo no soy una mujer fácil. De hecho, llevo separada un montón de tiempo y éste de recién fue mi primer beso en la boca en años.
-Entonces te gusto...
-Ay, qué infantil que sos. ¿Qué querés que te diga? ¿Qué sos el hombre de mi vida? No vayas tan rápido, nene. Si no te vas a perder todo esto.
De repente, Clara cruzó la puerta e ingresó a la sala. Estaba desnuda. Lo único que llevaba era la botella del exclusivo Luigi Bosca y un sofisticado sacacorchos. Su cuerpo, más allá de sus 42 años, resistió bien el paso de las décadas. Sus tetas, grandes y redondas, todavía desafiaban la ley de la gravedad. Tenía el cuerpo de una modelo veterana. Y Javier no dejaba de observar la generosa figura de la mujer. Pensó en pellizcarse, en frotarse los ojos... Pero no era necesario. Clara era una hembra formidable que estaba frente a él.
El muchacho no sabía qué hacer. Pensó en desnudarse y tirarse encima de la mujer... Pero temió arruinar todo. Sabía que desde hacía un rato había perdido el control de la situación. Sabía que ella era la que mandaba.
Con Javier en plena ebullición de la duda, casi en la misma medida que la bragueta de su pantalón, Clara se puso en cuclillas y le mostró hasta su código genético -obviamente, depilado-. Entonces, apoyó la botella sobre la mesa ratona y le sacó el corcho con un cuidado extraordinario luego de cortar de manera prolija el precinto de plomo. El no podía dejar de observarla. Ella, mientras tanto, se incorporó y con el vino en una de sus manos fue a buscar las dos copas que habían quedado sobre el pequeño escritorio ubicado detrás del sillón desde el que escucha las historias y fobias de sus pacientes. Dándole la espalda a su enamorado, la mujer exhibía otro enemigo derrotado además de la siempre complicada lucha contra la gravedad. La celulitis también parecía controlada por la tirante redondez de su cola. Tras servir las dos copas, Clara volvió hacia el sofá, le dio una a Javier, que no podía salir de una mezcla de confusión y admiración, y se sentó a su lado.
-Brindemos –dijo Clara-.
-Sí, claro. Te lo tengo que decir: sos hermosa. En serio. Jamás imaginé que tuvieses un cuerpo tan fantástico. Sos una mujer increíble –respondió Javier.
-Entonces, lindo, brindemos por el fantástico polvo que nos vamos a echar.

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