1/2/08

Brindis (...)

Con algo de torpeza, Javier y Clara estiraron el beso hasta que se quedaron sin aire. La doctora Estévez, de manera inconsciente, le puso las manos en el pecho e intentó tomar algo de distancia. Sin embargo, el muchacho quería llegar un poco más lejos.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te separás?
-Lo que sucede es que no quiero ensuciar el vidrio. Después te vas a poner loquito. No quiero que te distraigas y vayas a buscar el líquido limpiavidrios en el momento del clímax.
-Tenés razón. ¿Entonces? ¿Qué hacemos?
-Vos sólo tenés que esperar sentado en el sofá. Y por favor no te acuestes como si fuese una sesión de terapia porque te echo a patadas. ¿Entendiste bien?
Las palabras de la licenciada no hicieron más que avivar las llamas. Javier miraba a Clara con admiración. Ardía de ganas de tener sexo con ella. Y no quería arruinar la situación con una de sus habituales bravuconadas. Por eso, siguió al pie de la letra las indicaciones de la mujer y se sentó en el cómodo sillón de cuerina de tres cuerpos. Mientras tanto, Clara salió de la habitación con la botella de vino blanco que ya había perdido la temperatura ideal para ser bebido.
De repente, la licenciada se asomó por el marco de una puerta que estaba entreabierta y le ofreció un vino tinto. Apenas podía ver su cara, sus brazos y una botella de vidrio con una etiqueta enorme.
-¿Te da lo mismo un malbec? Este me lo obsequió un paciente que tiene un cargo altísimo en una multinacional. Me dijo que lo reserve para una ocasión especial. Yo creo, en realidad, que deseaba que me lo tomara con él… Pero yo me hice la tonta...
-¡Mirá qué pícara que resultaste! Parece que todos los pacientes se enamoran de vos...
-¿Vos me estás hablando en serio?
-No, tonta... No te lo tomes en serio. Era un chiste...
¡De mal gusto! Vos te crees que yo me ando regalando por ahí. Para que sepas: sos el primer paciente con el que me encontré fuera de la terapia por voluntad propia.
-¿Lo tengo que tomar como un piropo?
-No... Date cuenta. Yo no soy una mujer fácil. De hecho, llevo separada un montón de tiempo y éste de recién fue mi primer beso en la boca en años.
-Entonces te gusto...
-Ay, qué infantil que sos. ¿Qué querés que te diga? ¿Qué sos el hombre de mi vida? No vayas tan rápido, nene. Si no te vas a perder todo esto.
De repente, Clara cruzó la puerta e ingresó a la sala. Estaba desnuda. Lo único que llevaba era la botella del exclusivo Luigi Bosca y un sofisticado sacacorchos. Su cuerpo, más allá de sus 42 años, resistió bien el paso de las décadas. Sus tetas, grandes y redondas, todavía desafiaban la ley de la gravedad. Tenía el cuerpo de una modelo veterana. Y Javier no dejaba de observar la generosa figura de la mujer. Pensó en pellizcarse, en frotarse los ojos... Pero no era necesario. Clara era una hembra formidable que estaba frente a él.
El muchacho no sabía qué hacer. Pensó en desnudarse y tirarse encima de la mujer... Pero temió arruinar todo. Sabía que desde hacía un rato había perdido el control de la situación. Sabía que ella era la que mandaba.
Con Javier en plena ebullición de la duda, casi en la misma medida que la bragueta de su pantalón, Clara se puso en cuclillas y le mostró hasta su código genético -obviamente, depilado-. Entonces, apoyó la botella sobre la mesa ratona y le sacó el corcho con un cuidado extraordinario luego de cortar de manera prolija el precinto de plomo. El no podía dejar de observarla. Ella, mientras tanto, se incorporó y con el vino en una de sus manos fue a buscar las dos copas que habían quedado sobre el pequeño escritorio ubicado detrás del sillón desde el que escucha las historias y fobias de sus pacientes. Dándole la espalda a su enamorado, la mujer exhibía otro enemigo derrotado además de la siempre complicada lucha contra la gravedad. La celulitis también parecía controlada por la tirante redondez de su cola. Tras servir las dos copas, Clara volvió hacia el sofá, le dio una a Javier, que no podía salir de una mezcla de confusión y admiración, y se sentó a su lado.
-Brindemos –dijo Clara-.
-Sí, claro. Te lo tengo que decir: sos hermosa. En serio. Jamás imaginé que tuvieses un cuerpo tan fantástico. Sos una mujer increíble –respondió Javier.
-Entonces, lindo, brindemos por el fantástico polvo que nos vamos a echar.

Ver capítulo 1: Sesión
Ver capítulo 2: Otra sesión
Ver capítulo 3: Llamada
Ver capítulo 4: Mancha
Ver capítulo 5: El encuentro

1 comentario:

Diego Sagardía dijo...

muchas gracias por compartir y generar expectativas en esta madrugada.
abrazo sincero