30/12/08

La realidad (...)

-¿Tenés dos minutos?
-Ahora no... Estoy apurada.
-Son sólo dos minutos... Nada más.
-Te dije que no puedo.
-Por favor...
-No te pongas pesado. Mañana hablamos, dale. Ahora me tengo que ir.
-Te llevo.
-Voy para otro lado.
-Te llevo a donde quieras, preciosa.
-No, Marcos, me vienen a buscar.
-¿Quién?
-No te interesa.
-¿Estás saliendo con alguien?
-No.
-No me mientas. A mí me lo podés decir.
-A vos no te puedo decir nada. Andate, dale.
-No, pará... ¿Por qué no me contaste que estás saliendo con alguien?
-Porque te ibas a poner así. Porque nunca terminaste de entender que entre nosotros nunca va a pasar nada...
-¿Con quién estás saliendo?
-Marcos, dejalo ahí.
-¿Estás saliendo con Juan?
-...
Ah, no! ¡Con Juan! ¿No era un baboso? ¿Un pesado?
-Pesado sos vos, Marcos.
-No, loca, vos decías que Juan era un pesado. Y ahora estás saliendo con él.
-No te entiendo. ¡Ves cómo te ponés! ¿Por qué te ponés celoso?
-Porque no te entiendo. Porque vos no entendés que estoy muerto con vos.
-Otra vez con la misma historia. Me aburrís...
-Y vos me lastimás.
-Pará un poquito. Estás exagerando.
-No ves... Siempre terminamos de la misma manera.
-¿Cómo?
-Peleados. Vos siempre te enojás conmigo.
-Será que vos siempre me hacés enojar.
-Parece que Juan te dejó de garpe...
-...
-Vení conmigo. Hablemos.
-¿De qué?
-De nada. De lo que surja. Yo la paso bien con vos.
-Yo también.
-¿Entonces?
-Entonces, ¿qué?
-Entonces por qué nunca llegamos a nada...
-Porque no da... Te quiero como amigo. Nada más.
-Suena feo eso.
-Pero es la realidad.
-Tan real como que yo te quiero besar, te quiero abrazar y te quiero llevar a la cama.
-Suena feo eso.
-Pero es la realidad...

18/12/08

Indeleble (...)

Un recuerdo se aferra en mi memoria. Un momento único, con gusto a aventura, se tornó indeleble. Cuando se fue, sentí tristeza. La seguí con la mirada. Deseé y hasta hice fuerza para que diera media vuelta y regresara. No quería que entrara por esa puerta. Estaba aceleradamente emocionado. Vi, a través de los vidrios, cómo su figura se convertía en sombra y se evaporaba en la oscuridad. No me podía ir. La esperé. Pensé en llamarla. Recién entonces, en pleno estado de desesperanza, entré en razón. Sus besos no me correspondían. Para mí sólo había sonrisas. El resto, lo mejor, era para otros. No entiendo por qué no olvido esa madrugada. No sé por qué no puedo dejar de pensar en ella.

11/12/08

Amor con prefijos (...)

Era omnipresente su belleza. Era imposible decirle que no. Así nació una relación extraordinaria. Lucíamos inseparables. Creíamos que nuestro amor era infinito. Intramuros todo estaba bien. Pero el paso del tiempo se encargó de alimentar el descontento. Casi siempre estaba disconforme. Le decía algo y se ponía ultrasensible. Cuando podía, se retrotraía y aseguraba que yo me había transformado, que ya no era el mismo. Resultaba intolerable su carácter volátil y, por momentos, se tornaba infrahumano soportarla. Tal vez estaba un poco bipolar. El nivel de comprensión había caído al subsuelo. Y el clima estaba muy recargado. Fue cuestión de autoconvencerse. No había un punto intermedio. No había simbiosis. Así el amor mutó en desamor.