28/6/08

Infidelidad (...)

-Advino en tu mirada ganas de decirme algo. ¿Estoy equivocado?
-No. No estás equivocado... -respondió ella y no pudo evitar sonreír- Vos me conocés demasiado...
-Entonces, ¿por qué te quedás callada?
-Porque prefiero que las cosas sigan así como están, -la muchacha volvió a ponerse seria- ¿entendés?
-Pero yo quiero que me lo digas.
-Me importa un carajo lo que querés vos. Acá tampoco importa lo que quiero yo. ¿Qué es lo que no podés decodificar? Todo esto es imposible...
-No... ¡Dame un beso!
-No. ¿Qué te pasa?
-Esto no es imposible. Es inevitable. Dale, dame un beso...
-Vos a mí no me podés dar órdenes. ¿Qué te crees? ¿Acaso soy tu mujer?
-A mi mujer tampoco le puedo dar órdenes.
-Mejor terminemos. Me bajo acá...
-Pará, pará... ¿No íbamos a Belgrano?
-No. Y por favor no me sigas que empiezo a gritar...

Las puertas del tren subterráneo se abrieron y ella se bajó. El ruido de los tacos se escuchó hasta que la máquina volvió a moverse. El se quedó sentado y sólo se atrevió a seguirla con la mirada. Luego, en el túnel, puso la cabeza entre sus manos, con los codos apoyados en las piernas. Se bajó una estación después. Apenas pisó el andén, marcó un número en el celular y comenzó a hablar. Sonrió, guardó el teléfono en un bolsillo y empezó a correr. Iba en dirección contraria, como si quisiera retroceder...

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