8/4/08

No te voy a dejar sola (...)

Se escucha de fondo una dulce balada suicida. Los separan los 90 centímetros de la diminuta mesa de un bar. La escenografía no acompaña demasiado. El calor hace todo más difícil. Ya no tienen ganas de besarse. Ni siquiera atinan a tocarse. Los dos saben que la historia está a punto de terminar. Hablan de cualquier cosa. Menos de ellos.
-¿Te acompaño hasta la parada del bondi?
-No es necesario. Me da igual. Bah, si querés, vení...
-Claro que voy a ir. Es de noche. No te voy a dejar sola.
-Ja. Es gracioso. Es un contrasentido. Me decís eso cinco minutos después de haberme dejado...
-Sabés lo que te quiero decir. No me lo hagas más difícil.
-Ahí viene... Chau.
-Chau. Cuidate.
Fue la última escena de su breve y adolescente romance. No hubo un te quiero. Ni siquiera se dieron un último beso. Se volvieron a ver. Pero apenas cruzaron un saludo diplomático. Un hola. Algún que otro qué tal. Nada más.

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