21/10/08

Contacto (...)

Lloraba. Intenté consolarla. Pero las palabras, apresuradas, sin demasiado sentido, resultaban inocuas. No alcanzaban para contenerla. Su creciente angustia no encontraba techo. Por eso, sin saber qué hacer o qué decir, me acerqué. Y ella, sin dudar, sin dejarme hablar, me abrazó. Fuerte, con ganas de no soltarme jamás. El contacto, efusivo y sincero, apaciguó sus penas. Era mucho más sencillo que lo que imaginaba. Apenas un contacto. Nada más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y abrazados al amanecer nos encontró la vida... (sabina Sic.)

Saludos