Miro hacia afuera y siento una desesperación enorme por salir. No estoy preso. ¿O sí? No lo sé. Todas las decisiones que tomé, hasta la más pequeña e intrascendente, me llevaron al lugar en el que estoy. Podría estar tirado en la cama, mirando tele o intentando dormir la siesta. Pero no. Estoy frente a esta maldita computadora tratando de buscarle una explicación a todo esto...
¿Voy a perderme una hermosa tarde de sábado en mi casa, solo, sentado en una silla incómoda y tratando de armar un cuento de mierda con seguro destino de papelera de reciclaje? Sí, ya me decidí. Me voy.
La remera está manchada. Me la cambio, ¿no? De paso aprovecho y me pruebo esta camisa nueva que me regalaron para Navidad. Ufff ¿Hace cuánto tiempo que no uso camisa? El desarrollo desmesurado de mi abdomen no se lleva nada bien con los botones. Pronto voy a tener que vestirme con una túnica...
¡Uh! Me entra... ¿Estaré más flaco? ¿O tendré alguna enfermedad terminal que me está consumiendo? Miro la etiqueta. Es XXL. ¡Con razón! El lunes arranco con la dieta. Sin falta. Y el martes salgo a correr. Sin falta.
¿Dónde estará el pantalón? ¡Si lo llevé para lavar la semana pasada! ¿Lo fui a buscar? Sí, señor. Acá está, debajo de la cómoda. Bueno, estoy listo para salir. Ya cerré el gas, agarré un poco de plata, la tarjeta y las llaves...
¿Y ahora? ¿A dónde voy? ¿A lo de Ernesto? Nooooo. Si hace meses que ni siquiera hablo por teléfono con él... Seguro que se fue a Gesell de vacaciones. ¿Gonzalo? La mujer debe estar por parir. ¡Mirá si me agarran de chofer! Para eso me quedo en casa navegando por internet.
Mejor me voy a un bar...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario