9/11/07

El corazón hecho un bollo (...)

-A ver. Siéntese, Romero. ¿Se hizo los estudios que le pedí?
-Sí, doctor. Acá los tiene. Otra cosa: no me diga Romero, me llamo Romiro.
-Romiro, ¿así está bien, amigo? Los sobres están cerrados. No los abrió... ¿No le dieron ganas de ver los resultados? -pregunta con algo de curiosidad Oscar Parrado, que es uno de los más veteranos médicos de planta del Hospital Británico.
-La verdad que no. Total, no entiendo nada. Y, además, no me va a quedar otra que hacer lo que usted me diga. ¿Para que voy a pasar una semana preocupándome por cosas que no dependen de mí? -responde con desgano el maltrecho Romiro.
-Tiene razón. Para qué se va hacer problemas antes de tiempo... A ver. Déjeme ver todo esto.
Javier Romiro tiene 35 años. Es periodista. Hace diez llegó de Azul para radicarse en la Capital Federal. Trabaja como redactor en un diario. Y desde hace unos meses comenzó a sentirse mal. Migrañas, acidez, náuseas. Los primeros síntomas de malestar se manifestaron casi al mismo tiempo que su novia decidió dejarlo. El todavía no sabe por qué se quedó solo. La chica es una periodista radial a la que conoció en la cobertura de la toma de rehenes en las oficinas del ferrocarril en Plaza Constitución. Y no le habló más desde aquella noche de sábado en que salieron a comer para después cumplir con la reglamentaria relación sexual semanal. El, angustiado y desolado, sólo siente molestias y dolores en su cuerpo. Por eso fue a ver a Parrado, médico clínico y especialista en gastroenterología. Una eminencia.
-¿Tengo algo malo? -La pregunta de Romiro interrumpió los dos minutos de silencio total y el tsunami de gestos del hombre del delantal blanco.
-¿Algo malo? Mmmmmm. No. En realidad, lo que usted tiene es algo raro. Los estudios revelan fallas graves en el sistema cardiovascular. ¿Del laboratorio no le dijeron que venga enseguida a verme?
-Sí, me lo dijeron. Incluso, me pidieron el número de su teléfono. Pero yo estaba muy ocupado intentando arreglar algunas cuestiones personales con mi novia... Bah, en realidad, con mi ex novia. Pero eso no viene al caso. Dígame qué tengo, por favor.
-A ver, para que lo entienda, las estadísticas dirían que sólo un hombre entre cinco mil millones está vivo con todos estos trastornos. Y ese hombre es usted.
La cara de Romiro se convirtió en una postal de la incredulidad. No entendía una jota de lo que le estaba diciendo el médico.
-Usted, doctor, me quiere decir que yo debería estar muerto en este instante.
-Algo así... Pero esta vivo. No vaya a pensar que soy el pibe de Sexto sentido... No veo gente muerta... Ja, ja, ja. La vio, ¡está muy buena!
-¿De qué se ríe? Me acaba de decir que tengo un problema gravísimo y enseguida se pone a hablar de cine. No lo entiendo. No entiendo nada. Por favor, dígame qué tengo...
-Todos los estudios que se hizo revelan que su corazón está vacío. Late, bombea, pero no tiene sangre. Es un milagro que esté vivo. Su corazón ahora tiene la forma de un bollo de papel. Le pido por favor que se quede acá que voy a llenar la orden de internación. Usted está en riesgo de muerte.
-Le juro que no entiendo nada. Si apenas siento dolor de cabeza y un poco de acidez.
-Yo tampoco entiendo nada. Sólo le pido que me haga caso. ¿Le avisamos a alguien?
-¿A quién? Si lo que queda de mi familia vive en Azul. No... Mejor déjelos tranquilos, Parrado.
-¿A su novia, tampoco?
-No, si no me habla más.
-Pero necesitamos la autorización de alguien. ¿Un amigo? ¿Al menos un compañero de trabajo?
-Nada.
-¿Nada de nada? Es muy raro. Pero ahora que lo pienso empiezo a entender todo. Usted no está muerto, pero le pega en el palo. ¿Cómo es posible que no se hable con nadie? Perdón que se lo diga: es un muerto vivo, como el de las películas...
-Lo que pasa --interrumpió Romiro antes de otro chiste malo y cinéfilo-- es que a mí me gusta escribir. Hace tiempo que no se me ocurren ideas. Desde entonces, dejé de hablar con el resto del mundo. Y mi novia se cansó. Lo único que hago es llenar el horóscopo en el diario. Allá dicen que estoy medio loco. Y después nada más. Todo lo que escribo lo tiro. No paro de hacer bollos de papel.
-Como su corazón -grita exaltado Parrado, saltando de su cómoda silla, como si hubiera descubierto una vacuna contra la muerte.
-Sí, doctor, como mi corazón.

1 comentario:

malegría dijo...

tira el corazón al tacho de basura
me gustó,
hola :)permiso, voy a seguir leyendo