26/6/07

Frustraciones soñadas (...)

De chico, admito, soñé miles de veces con que era un exitoso futbolista que brillaba con la casaca de Banfield. También imaginaba que llegaba a jugar un Mundial y, como no podía ser de otro modo, convertía el gol decisivo en la final ante Brasil. Uno suele no escatimar gloria a la hora de fantasear entre sábanas...
De hecho, para seguir ejemplificando, en plena adolescencia y con las hormonas en ebullición, me di el gran gusto de ser el amante en pijamas de mujeres hermosas. Obviamente, el hechizo se desvanecía no bien sonaba el despertador y me daba cuenta de que la almohada, generosa, hacía las veces de la inalcanzable Laura Antonelli, por citar alguna de mis innumerables e imborrables fantasías como púber.
Toda esta vergonzosa y ruborosa introducción tiene una explicación. La otra noche me encontré con que un tal Gabriel García Márquez había dejado un comentario en este blog. El realista mágico de Aracataca o alguien que se hizo pasar por él, elogiaba con fervor uno de mis relatos. Obviamente, totalmente asumido de mi prosa mediocre, no me creí nada. Sólo respondí con una carcajada textual. Suponía que se trataba de una broma de algún amigote. Sin embargo, a los pocos días, el gran GGM insistió a través de un correo electrónico. Decía que entraba a menudo en esta página y que le gustaba mucho lo que hacía. Volví a responderle y le agradecí, pero seguía poco convencido... Hasta que, finalmente, el propio Gabo, a través de la gente de su editorial, se encargó de que yo comprobara que todo era cierto. Era una caricia enorme para mi devaluado ego... Era maravilloso... Era increíble... Era, como imaginaban, un sueño. La pequeña Catalina, con un llanto de madrugada magnificado por el baby-call, me hizo caer en la realidad de que todo era producto de una nueva alucinación nocturna.
Apresurado y tremendista, como siempre, llegué a una conclusión mientras preparaba la mamadera: los sueños anticipan frustraciones. ¿Cómo es eso? De habilidades discretas como futbolista y con escasa fortuna, aunque no debo quejarme por lo que tengo en casa, a la hora de conquistar mujeres bonitas, mi suerte como literato está echada.
¿Saben dónde puedo poner una rotisería? Si la memoria no me falla, jamás soñé con un matambre con rusa o con un pollo al spiedo...

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