20/9/07

Rutina (...)

El cansancio alienta la dispersión. Los detalles cotidianos toman mayor trascendencia de la que realmente merecen. El ruido de dedos obedientes martillando teclas se convierte en una tortura auditiva. Pero mucho más molesto es el olor que emanan un par de cigarrillos encendidos de madrugada en tiempos de rebeldía. Apenas pasaron unas pocas horas de un día que se reitera de lunes a viernes. Todavía no hay tensión, siempre un poco exagerada. Tampoco chistes repetidos como si fueran pasos de comedia ni mensajes cifrados. Ya llegarán. Y estarán acompañados por la habitual sobredosis de histeria y de lugares comunes. La rutina desespera. Es previsible. Pero somos parte de ella. Y no hacemos demasiado para alterarla.

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