7/8/07

Bufar (...)

Tenía muchas ganas de decir. Pero no lo hice. Quedé mudo. De inmediato, con la garganta seca, opté por tomar aire hasta llenar los pulmones y la boca. Conté hasta cinco y comencé a largarlo lentamente. Creí que el ejercicio de respiración, muy parecido a un bufido, lograría descomprimir la situación. Supuse que sería lo más parecido a una solución. Pero estaba equivocado.
Con un par de días de guarda, no logro entender por qué cometí semejante traición a mis convicciones. Quizá sentí que no me iban a escuchar. En realidad, necesito admitir que tuve un enorme temor a no ser comprendido. Las palabras quedaron ahí. Lo peor de todo es que dejaron de tener validez. Ya no sirven de nada. Sólo aportarían más confusión. Sin embargo, siguen rondando en mi cabeza. Errantes, sin destino, causan bronca. Devoran neuronas.

No hay comentarios.: