23/1/07

Incendio en el área penal (...)


¿Cómo apagar el incendio si el fuego no se ve?
No aparecen marcas en el cuerpo. Sin embargo, los órganos vitales comienzan a tener pequeñas fallas. Muchas veces son imperceptibles… Ojo, tampoco es necesario salir corriendo al hospital más cercano para hacerse un chequeo y conseguir un certificado de buena salud. El médico, por más que uno jamás haya pisado la universidad, está alojado en la azotea. En el mismo lugar en el que surgen los problemas. Porque ya saben: más allá de algún hígado maltrecho o de un corazón agujerado, todos los embrollos se originan en la sesera.
Perdón por lo pueril. Perdón, nuevamente, por apelar a una sencilla (y tan berreta) analogía futbolera. Hay que poner la pelota bajo la suela y alzar la vista. No siempre sirve salir gambeteando. No hay que exponerse tanto. A veces se puede tocar la bola para atrás. Se puede, también, meter un cambio de frente. O, por qué no, un pelotazo profundo. No sirve de nada encapricharse en pasar todos los rivales que aparecen en el camino por el simple hecho de haber salido indemnes en innumerables oportunidades. Todos maradoneamos algunas veces. Sin embargo, cada vez tenemos menos recursos para ganar este maldito partido que nos pusieron a jugar de prepo y que suponemos que vamos perdiendo por goleada.
Basta de fútbol, trivialidad y eufemismos. Se puede salir. Ojo, no hay que ser necios. Hay darle importancia a las pequeñas alertas sintomáticas. Son enormes señales de stop que marcan que vamos por el camino equivocado. Hay que reflexionar y meditar. ¿Para qué llegar hasta la cornisa si corremos alto riesgo de tropezarnos y caernos? ¿Para qué quemarnos vivos?
Hagamos culto del egoísmo: que se prendan fuego los demás…

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