Es imprescindible, por estas horas, hablar de los imposibles. Puede sonar como una pérdida de tiempo. ¿Si es imposible? Juá... Siempre hay una mirada ajena, tan reduccionista como totalitaria, que trata de derrumbar las utopías y dejarlas ahí tiradas en un rincón como si fueran meras ilusiones ópticas que se desvanecen con un nuevo golpe de vista. La ciencia avanza a pasos agigantados y resuelve problemas que tiempo atrás parecían irresolubles. ¿Entonces? Ojo, aquí no hay uso ni abuso de libros de autoayuda. Tampoco hubo consumo de drogas lisérgicas para transformar a la realidad en un bello caleidoscopio. Pero sobran los imposibles que ya son posibles. ¿Ejemplos? El hombre llegó a la Luna hace treinta y pico de años (al menos eso nos quieren hacer creer desde la NASA). El cáncer ya no es mortal si es detectado a tiempo. Dos personas paradas en las antípodas pueden comunicarse con apenas mover dos veces un mismo dedo (dícese doble clic)... La lista se puede engrosar con innumerables evidencias que comprueban la hipótesis. Ojo, no es cuestión de comer vidrio. Hay un montón de poder en juego en este mundo corrupto. Y, para poner un contraejemplo, se advierte que hay situaciones que no son plausibles de ser modificadas: nadie gastará un segundo en encontrar la manera de que el presidente de Gringolandia tome al menos una medida racional (el suicidio, tal vez).
Sin embargo, todavía hay miles de situaciones que por estas horas parecen imposibles y, en realidad, no lo son. Y no es necesario caer en el terreno fangoso del piensalindismo (neologismo robado). Sólo falta tiempo. Apenas es necesario cruzar una delgada línea. No siempre la razón oficia de buena consejera. Para conseguir que los imposibles sean posibles, a veces, hay que dejarse llevar por los impulsos. No hay que vacilar. Hay que sacarse de encima los malditos tabúes. Una corazonada puede ser el puntapié inicial de una salida genial. Porque uno comienza a morirse en vida cuando deja de hacer las cosas que le causan placer. Y no hay peor karma que quedarse con la espina de no haber hecho algo que pudo haber modificado sustancialmente el futuro. ¿Un ejemplo publicitario? Miren si el padre de Vilas no le hubiese comprado la raqueta al gran Willy... Hoy estaría en Mar del Plata festejando el día de los pescadores.
Sin embargo, todavía hay miles de situaciones que por estas horas parecen imposibles y, en realidad, no lo son. Y no es necesario caer en el terreno fangoso del piensalindismo (neologismo robado). Sólo falta tiempo. Apenas es necesario cruzar una delgada línea. No siempre la razón oficia de buena consejera. Para conseguir que los imposibles sean posibles, a veces, hay que dejarse llevar por los impulsos. No hay que vacilar. Hay que sacarse de encima los malditos tabúes. Una corazonada puede ser el puntapié inicial de una salida genial. Porque uno comienza a morirse en vida cuando deja de hacer las cosas que le causan placer. Y no hay peor karma que quedarse con la espina de no haber hecho algo que pudo haber modificado sustancialmente el futuro. ¿Un ejemplo publicitario? Miren si el padre de Vilas no le hubiese comprado la raqueta al gran Willy... Hoy estaría en Mar del Plata festejando el día de los pescadores.
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