2/2/08

Abrazo (...)

Javier se puso la ropa a las apuradas y recibió la pizza. Apenas cerró la puerta del consultorio llegó el helado. Clara, en tanto, improvisó un mantel con una de las mantas que decoraban su cómodo sillón. Sólo se había puesto el corpiño y el culotte. Así, abrió el ventanal y llevó las copas y el vino al patio, mientras el muchacho colocaba el helado en el congelador de la heladerita que está en la pequeña cocina. Javier llegó con la caja de la pizza y con un rollo de papel cocina que se había encontrado sobre la mesada. La psicóloga volvió a servir vino y espero que su ex paciente le alcanzara una porción.
-Brindemos otra vez –dijo ella-, pero esta vez por el futuro.
-Salud –le contestó Javier sin quitarle la mirada de sus ojos.
-¿Qué era lo que me querías decir?
-Nada. Sólo lamento haber tardado tanto tiempo en invitarte a salir. De sólo pensar que pasaron tres años de terapia hasta que me animé...
-Ajá –atinó a balbucear Clara, como si se tratara de una sesión más.
-Mirá todo el tiempo que perdimos. Mirá la química que tenemos. La verdad es que me da mucha bronca... Decime, ¿a vos no te pasaba nada conmigo?
Clara volvió a llenar su copa. Y la vació de un trago.
-Rico, ¿no? El otro día lo vi en el supermercado y salía 70 pesos. Estaba loco el tipo que me lo regaló. ¿Qué se habrá creído? ¿Qué me iba a abrir de piernas por un vino de 70 mangos?
-Te pregunté algo.
-Sí, sí...
-¿Te incomodé con la pregunta?
-No, para nada... Lo que pasa es que recuerdo la última vez que viniste como paciente. ¿Te acordás? El día que desenfundaste el líquido limpiavidrios para atacar el ventanal me preguntaste cómo estaba, me dijiste que querías saber más de mí.
-Sí... Lo que pasa es que tenía la necesidad de saber quién eras. La psicóloga me cautivaba, pero quería saber si la mujer también. Yo jamás imaginé que podía llegar tan lejos con vos. Me parecías inalcanzable...
Clara sonrió, tomó la cabeza de Javier y la puso entre sus pechos.
-¿Y ahora qué te parezco?
-...
-Dale, decime... Te parezco una vieja puta, que se está sacando las ganas con un pendejo.
-No, Clara, no te confundas. Yo estoy totalmente enamorado de vos. Te digo más: si estuviese casado, mañana empezaría los trámites de divorcio. Y eso que casi no te conozco. Pero estoy seguro de que no sos una vieja puta, como decís vos. Sos inteligente, hermosa... No entiendo por qué estás sola.
-¿Será porque soy un poco complicada? ¿Será porque tuve una pésima experiencia con mi ex marido? ¿Será porque él me metía los cuernos con cualquiera? ¿Será porque cada vez que un hombre me invitaba a salir sentía algo parecido a un ataque de pánico? Son demasiadas preguntas. Y todas tienen como respuesta un sí enorme que titila como si fuese un cartel luminoso.
Clara empezó a llorar. Ya no era la mujer que había tomado las riendas de la aventura nocturna en su propio consultorio. Ya no era la misma que se había aparecido vestida con apenas una botella de vino. Ni siquiera la misma que había llamado al delivery totalmente desnuda, antes de continuar con la faena sexual hasta que sonara el timbre por culpa del repartidor de pizza. La psicóloga se estaba mostrando como mujer. Estaba desnudando su dolorida alma. Y Javier, que había nacido para enamorarse, se conmovía cada vez más.
-¿Querés que te abrace? –preguntó el muchacho.
-Sí, es lo que necesito. Es lo único que necesito.

Ver capítulo 1: Sesión
Ver capítulo 2: Otra sesión
Ver capítulo 3: Llamada
Ver capítulo 4: Mancha
Ver capítulo 5: El encuentro
Ver capítulo 6: Brindis
Ver capítulo 7: El delivery

1 comentario:

Diego Sagardía dijo...

"Había nacido para enamorarse".
Bella síntesis. Gran texto multipliclado en cada línea.