22/12/15

La vida suelta de Ernesto XXII (...)

-A partir de ahora, vos vivís en mi casa y, además, sos mi empleado.
-Pero, Gordo, yo no sé ni cómo se agarra un pinza pico de loro.
-No me importa. Acabo de decidir que a partir de ahora tengo un empleado al que le voy a pagar... A ver... ¿cuánto te puedo pagar? A ver... Ocho lucas, con alojamiento y comida garantizada. ¿Te cierra?
 -Vos estás loco, Gordo. -¿Qué? ¿Querés más? Hasta diez lucas te puedo pagar... ¿Cuánto ganabas allá en esa empresa de mierda en la que trabajabas como un boludo? ¿Querés lo mismo? Yo te lo pago.
-Dejate de joder. Me quedo unos días y veo si consigo trabajo de algo. Ya se viene la temporada y seguro que algo sale –le replicó Ernesto-. Además, por lo que veo, a vos no te sobra nada como para regalarme diez lucas por mes.
-Vos no entendés nada, flacucho. Ya te voy a contar la verdad de la milanesa sobre el Gordo Salvador... Lo único que me falta es ser el intendente de Gesell. Vos ya sabés: acá tenés cama, comida y laburo. No creo que consigas algo mejor, pero si querés, probá. Eso sí. Un consejo. Ojo con Lola. Te vi cómo la mirabas. Es muy chiquita para vos...
-Gordo... Después de lo que pasé con Laura, no quiero saber nada con nadie –se excusó Ernesto-. Antes de volver con una mujer, me hago trolo. Vení, dame un beso, gordo puto...
El Gordo se rió con ganas. No le creyó nada. Ernesto, a ciencia cierta, tampoco se creyó lo que dijo...

No hay comentarios.: