11/11/09

Callado (...)

Ahí, en la mesa chica. Sentado, con cara de nada, con ganas de levantarme y pegar un violento portazo que los dejaría con sus bocas llenas de palabras que siempre forman oraciones previsibles. Porque no quiero escucharlos. Pero no me muevo. No soy tan guapo. Tengo la tácita urgencia de advertirles que no cuenten conmigo. Pero, tembloroso, no puedo modular. Apenas soy capaz de ofrecerles silencio. Es lo único que tengo para decir. No decir. Y, callado, no tengo otra alternativa que jugar a su patético juego. Aunque sea un juego que no deseo jugar. No es excusa. Lo sé.

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