Le pido permiso a John Kennedy Toole (en realidad a sus deudos) para tomarle prestado el título de su novela póstuma “La conjura de los necios” (se las recomiendo: es un interesante recorte satírico de la sociedad estadounidense). Luego de las formalidades del caso, les cuento que la idea de esta breve entrada bloggera, apenas un boceto apresurado, es procurar hallar una respuesta a un dilema que me atormenta a diario.
¿Estamos rodeados de idiotas? ¿O será que el imbécil, en realidad, es uno?
Mi autoestima, por estas horas, recorre los subsuelos del barrio y se acerca peligrosamente a las napas. Sin embargo, creo que estoy lejos de ser un tipo alelado (pese a que voy en camino de hacer un posgrado al respecto) Como contrapartida, tengo la firme convicción de que está plagado de hombres y mujeres que convalecen tras padecer idiocia. Los hay en todos los estratos de la sociedad. Y son tan peligrosos como monos con navaja. Sobre todo aquellos que tienen al menos una pizca de autoridad y que convierten su idiotez en hijoputez (perdón, como siempre, por el neologismo). En consecuencia, se transforman en garcas…
Lo peor, encima, es que casi siempre se confabulan para entorpecer el accionar diario de aquellos que simplemente intentamos disfrutar de los pocos placeres que da la vida sin tomar parte de interminables e inconducentes disputas de poder. Ojo: tampoco voy a caer en la teoría del complot permanente. Alguna culpa debemos tener…
¿Qué hay que hacer para sobrevivir sin terminar convirtiéndose en uno de ellos? No lo sé… Si alguien tiene la respuesta, por favor, avise.
1 comentario:
No ... , quedese tranquilo, confirmamos desde aquí que si, estamos rodados de idiotas. Ahora bien, trate en lo posible de no asociarse a sus palabras y dejarlas pasar. Son solo de 6 a 8 horas. Le quedan unas cuantas para disfrutar. Saludos.
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