17/6/15

El Caño y Panchito (...)

La intuición no me traicionó. Lo presentía desde el otro fin de semana, cuando jugaba al fútbol con amigos como casi todos los sábados y tomé una triste seguidilla de malas decisiones sobre el caucho de las que tiempo atrás eran “Las canchas de los curas”. Parecían, en principio, apenas unos errores más, intrascendentes. Unos cuantos de tantos deslices, esta vez producto de los excesos del asado de la noche anterior. Como máximo, una nueva mala tarde en mi poco agraciada vida como deportista ultra amateur. Pero no era así. Nunca antes me había pasado. Nunca antes me había sentido así.

Me puse a pensar un poco y llegué a algunas conclusiones. Me lesiono cada vez más seguido. Me pierdo goles que antes no me perdía. Los compañeros de turno me putean con mayor frecuencia. De casi siempre pasó a siempre. Síntomas que se repiten. Síntomas que llevan a una conclusión irreversible. El fútbol, lamentablemente y poco a poco, me abandona. Y es una sensación horrible.

Sin embargo, lejos de resignarme ante la verdad que ofrece la realidad, sentí la necesidad de buscar el porqué. No podía aceptar que la muerte del futbolista que llevo adentro llegara de manera repentina. Debía existir alguna explicación racional o irracional que me ayudara a entender lo que me está pasando. Pensé y pensé. Primero supuse que se trataba de la inminente e irremediable llegada de los cuarenta. Pero no. Hasta que me di cuenta de que el problema real es que el sueño, todavía vigente, de ser futbolista profesional se está terminando de deshilachar.

Lo confieso: tuve que recurrir a Wikipedia para ver la luz. Joaquín Irigoytía, Gastón Pezzuti, Federico Domínguez, Juan Pablo Sorin, Sebastián Pena, Mariano Juan, Guillermo Larrosa, Walter Coyette, Gustavo Lombardi, Leonardo Biagini, Julio César Bayon, Andrés Garrone, Cristian Díaz, Germán Arangio, Diego Crosa y Cristian Chaparro. Dieciséis de los 18 jugadores que integraron el plantel que fue campeón del mundo Sub 20 en Qatar 1995, el primero de los laureles que José Pekerman supo conseguir, están retirados. Son ex jugadores o, en el mejor de los casos, son directores técnicos. Pero ya no juegan a la pelota. La dos excepciones son Ariel Ibagaza, que defiende los colores del Panionios griego, y Panchito Guerrero, que todavía mete goles en el APEP Pitsilia de la liga chipriota.

Ellos dos, Ibagaza y Guerrero, son los únicos de jugadores que siguen en actividad de la Sub 20 que debí haber integrado si hubiese sido bueno con la pelota en los pies. Sin saberlo, ellos son la llama, débil por cierto, que se mantiene encendida y que todavía me permite soñar con que un día algún DT que esté fuera de sus cabales me llame para jugar un ratito en algún club para participar de algún campeonato profesional, por los porotos.

Cuando ellos digan basta será también basta para mí. Basta de goles errados en forma incomprensible. Basta de desgarros mal curados. Basta de puteadas de compañeros que creen que son futbolistas profesionales. Por ahora puedo seguir jugando. Todavía hay chances de que aparezca de la nada un reclutador que busqué un nueve de peso y con poco gol para reforzar el plantel y me lleve. Puede ser de Primera A. Pero también de la D o del Torneo Federal B.

Pero no pierdan tiempo, che. Porque no queda demasiado. Queda hasta que Ibagaza y Guerrero aguanten. Después habrá que hacer el curso de DT. Está claro que de algún sueño hay que seguir viviendo.

No hay comentarios.: