19/2/10

Desencuentro (...)

La tarde tenía ganas llover. Y ellos, encimados, sin que nada les importara, mimoseaban sentados en el borde de un cantero en pleno centro de Adrogué. El se reía. Ella le correspondía con una gentil sonrisa. Se buscaban. Se peleaban por alguna estupidez. Y se amigaban con extrema celeridad. El muchacho jugueteaba con nombres y recuerdos. Y ella, de repente, se enojó. Feo. Cambió los susurros mimosos por gritos histéricos. Lo insultó enérgicamente y al mismo tiempo se incorporó, tomó su cartera y enfiló con paso apresurado hacia la estación de trenes. El se quedó inmóvil, con su mirada estrellada contra un baldosón de granito, quizás esperando que ella regresara. Pasaron entre cinco y diez minutos para que se levantara del cantero. Miró con el deseo de verla venir. Pero la silueta de la chica, morocha y menudita, no se dejaba ver en el horizonte. Resignado caminó hacia el lado opuesto. Su figura, que marchaba con ritmo cansino, se perdió en la lejanía. La historia, aunque tenía ganas de llegar a su final, no terminó allí. La joven apareció de la nada. Regresó corriendo. Con los ojos hinchados, llegó agitada y sólo se encontró con el cantero. Buscó hacia los cuatro puntos cardinales, se sentó y sacó un teléfono celular de la cartera. "¿Dónde estás?", se escuchó. Sonrió aliviada al tiempo que empezó a seguir los pasos del muchacho. Ya había empezado a llover.

1 comentario:

Diego Sagardía dijo...

Muy bueno, chango. Salud!