8/1/15

Garrafa (...)

Nota con Garrafa. Predio de Luis Guillón. Me hace esperar un rato largo y supuse que se iba a ir a la mierda y me iba a cagar. Supuse mal.
Al toque aparece y me dice: "Dale, hablemos que me tengo que ir". Nos sentamos en unos troncos. Segunda o tercera pregunta y se larga a llover. Pienso otra vez que va a aprovechar para irse. Otra vez supuse mal.
La seguimos en el gimnasio. Como media hora. El, yo y mi grabador. Unos pibitos que no me acuerdo a qué jugaban no le sacaban los ojos de encima. Mientras tanto, nosotros hablamos de todo. Se venía el Reducido, ese que terminaría con final feliz en Quilmes y con él convertido en superhéroe maradoniano.
Estaba enfocadísimo cuando hablaba en serio. Era otra persona. Miraba para abajo. Caseteaba un poco. Pero, al toque, como en la cancha, metía un enganche y te tiraba un chiste.
Salimos caminando juntos. El encara para su autito nuevo y seguimos charlando. Alza la vista y unos metros más adelante ve a unos juveniles empujando un auto que no arrancaba. Me mira y me dice: "Dale, Gordo, vamos a ayudar". Así terminó la nota. Garrafa y yo empujando un 147. Era el mejor, pero era uno más. Por eso fue el más grande de todos.

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