3/4/09

Putas: Carla (...)

La noticia en la portada del diario me dejó desconcertado. En la radio, no sé por qué me acuerdo de eso, sonaba "Quizás, quizás, quizás", la versión de Arielle Dombasle. La conocía, simplemente, porque la escuchaba una de mis abuelas en su viejo y complejo equipo de música. Apenas me distraje un ratito recordando aquellas tardes que pasaba en el living de la antigua casa chorizo de la calle Manuel Castro. Tenía una alfombra increíblemente peluda. Enseguida, tras la invasión nostálgica, me puse a pensar en cómo conseguir más información de la muerte del Polaco Jermak. Y qué mejor que llamar a Fernán, que era el tipo que más conocía el mundillo policial dentro del periodismo. Al rubio también lo conocía de la Facultad. De hecho, había sido mi primer maestro. Puedo decir, sin ponerme colorado, que aprendí casi todo de él. Hacía mucho tiempo que no hablábamos. Busqué su número en la agenda y lo llamé. Ni siquiera me percaté de que eran las ocho de la mañana y que, seguramente, estaría durmiendo. Claro que lo desperté. Pero, se sabe, los amigos no tienen horario. Y Fernán me atendió de mil maravillas luego de lanzarme una de las más espectaculares puteadas que escuché por teléfono. Después de los saludos de rigor y las reglamentarias preguntas acerca de la familia y el trabajo, me contó que no sabía demasiado sobre el asesinato del Polaco. Lo poco que había averiguado era que el homicida se había escapado con una de sus chicas y que la Policía estaba tratando de buscar testigos para reconstruir el crimen. Yo no le dije nada del Flaco Torres, por las dudas. Pero le pedí que por favor me tuviera al tanto. No me acuerdo bien qué excusa pelotuda le puse cuando me preguntó por qué me interesaba tanto el caso. Fernán no me creyó demasiado, pero me aseguró que me tendría informado y, de paso, me invitó a morfar a su casa. Su mujer hacía unas pizzas y unas empanadas para caerse de culo.
Apenas corté con Fernán intenté ubicar al Flaco por teléfono. En su casa, nadie atendía. También llamé a lo de su vieja. Del otro lado respondió Doña Elena, a la que no le hablé. ¿Para qué? No era cuestión de alertarla. El siguiente llamado fue para Fanucci, que era abogado. Tal vez, el Flaco Torres lo había llamado para que lo asesorara. Pero el Tano tampoco sabía nada. Ni siquiera estaba al tanto de la noticia.
-Me dejás helado, papá. No habrá sido este pelotudo que estaba totalmente envaginado con Iris, la putita esa. ¿Tan buena estaba? -me preguntó.
Le dije que yo nunca la había visto. Sólo sabía de ella por el Flaco y por las putas. Tanto él como sus colegas me la habían descripto como si fuese la puta más linda de todas las putas. Por algo se la había llevado el Polaco... Fanucci me prometió averiguar por su cuenta. El tenía amigos en la Federal y en Tribunales. Así que alguna información podría encontrar. Me cortó y yo me caía de sueño.
Entonces, decidí llamar a mi jefe de la punto com para decirle que me sentía un poco mal y que esa mañana no iba a actualizar los portales. Me cagó a pedos, me retó argumentando que siempre le hacía lo mismo y que me iba a pegar una patada en el culo. Yo aproveché para putearlo de arriba a abajo. No me iba a bancar que me forreara por una vez que no cumplía mi trabajo y le avisé que le iba a hacer juicio por tenerme en negro. El muñeco dio marcha atrás y hasta me ofreció disculpas. Sólo me pidió que cuando tuviera tiempo actualizara los sitios.
La discusión volvió a sacarme el sueño. En realidad, no podía dejar de pensar en el Flaco Torres. A tal punto que me pegué un duchazo y después de tomarme un café recontra cargado, salí para el departamento de mi amigo. Sólo pensaba en su curioso fanatismo por Bonavena y se me erizaba la piel. El viaje se hizo súper corto. Me bajé en la avenida y corrí las pocas cuadras que quedaban hasta la casa del Flaco. Desde la esquina, vi a José, el encargado, con la manguera en la mano mientras hablaba animadamente con un tipo que estaba subido a una Siambretta, con una mina que estaba sentada detrás suyo y que lo abrazaba por la cintura. Agitado por el trote y por el apuro de descubrir el paradero de Torres, le pregunté a José por mi amigo y el correntino me hizo un no moviendo la cabeza de un lado al otro antes de detallar que no lo veía desde la tarde anterior. Igualmente, me dejó pasar para que le tocara la puerta del derpa. "Quizás está acá y no lo vi...", explicó. Antes de entrar, alcé la vista y miré al tipo que estaba arriba de la moto. No me había dado cuenta de que era Alberto, el portero de la otra noche, y que la chica que estaba sentada atrás era Alma. Sí, la trola endiablada que le había tirado la goma como ninguna... ¡Otro que se había enamorado de una puta!
Subí los tres pisos por escalera y golpeé fuerte la puerta del departamento del Flaco al tiempo que grité fuerte: "Soy yo, abrime, no seas boludo". No salió nadie. A excepción de la vecina del 3ºC, que salió con baby doll que dejaba traslucir sus tetas. Estaba buenísima. No debía tener más de 30 años. Explotaba.
-¿Lo buscás a Ruben? -me preguntó mientras yo procuraba -y no podía- dejar de mirarle el voluminoso escote.
-Sí, soy un amigo. ¿Por casualidad no lo viste?
-No, lo ví ayer a la tarde. ¿Querés esperarlo acá? -me preguntó e inmediatamente empecé a sentir una fuerte presión en la bragueta.
Lo pensé dos veces y le dije que no. No podía ser tan fácil. Eso sí, le dejé mi tarjeta y le pedí que por favor me llamara o me dejara un mensaje si sabía algo del Flaco.
-Vos también sos periodista. ¿No sé qué tienen ustedes? Pero son todos lindos -retrucó lo morocha, que además de ser un bombón iba al frente como loca. Resulta obvio y literal que ellas y sus tetas firmes lograron hacerme cambiar de opinión.
-Bueno, dale, te acepto un café. Pero primero decime cómo te llamás.
-Me llamo Carla...
Apenas cruzaba la puerta y comprobaba que Carlita se iba casi tan bien como venía, el beeper empezó a vibrar. "Te espero a las once en el bar de Minucho. Necesito hablar con vos. El Flaco", rezaba el mensaje que se deslizaba por la pantallita desde la derecha hacia la izquierda. Estaba claro. No podía ser tan sencillo. A mí esas historias nunca me pasan. El desayuno en lo de Carla quedaría para otra ocasión.

2 comentarios:

Carla Irupé dijo...

Pfff...siempre nos salen tan bien las cosas a nosotras, eh....
si no es por H es por B...cosa de locos...
hace boocha que no te veo, tincho! espero que andes bien! besos !!

Casa de Los Cuentos dijo...

Hola

Hoy estoy de paseo por la red en busca de contadores de cuentos, letras nuevas, amigos para aprender y compartir. He venido a invitarte con especial motivo para que me acompañes esta semana que dedico a la lectura de las letras Argentinas. Espero que lo que estoy leyendo te guste tanto como a mí. Espero tu visita, tus opiniones y comentarios.


Saludos desde Mérida, Venezuela. Jabier.