30/7/08

Espera (...)

Ella estaba apoyada sobre una ochava de una de las tantas esquinas de Barracas. Estaba peinada y sutilmente maquillada. Desde lejos se sentía su suave perfume. Jugaba nerviosamente con sus manos. Sus dedos se entremezclaban con velocidad hasta que se trababan con los anillos. Entonces, resignada, volvía a empezar con su rudimentario juego digital. Apuntaba su mirada hacia uno de los dos puntos de fuga. Parecía perdida. Sólo alzaba la vista cuando escuchaba un bocinazo o algún grito. Era evidente que esperaba a alguien.

21/7/08

Espejismo (...)

Atiborrado entre curiosos beneficios e inéditos perjuicios, el cambio repentino despierta confusión. La rutina aún no se convirtió en hábito gracias a la dulce sensación que produce lo que se supone erróneamente excepcional. La mente, con sus interminables laberintos, construyó su propio espejismo. Una vez más.

18/7/08

Desgano (...)

De repente, mientras repasaba unos viejos escritos, empecé a llorar. Enseguida, sentí la necesidad de contarlo. Supuse que una acertada combinación de palabras podría ayudarme a canalizar la pena. Pensé que el dolor redundaría en inspiración. Pero estaba equivocado. No tenía energías para seguir llorando. Las ganas se habían convertido en desgano.

9/7/08

Circo (...)

Dícese de un conjunto de artistas, animales y objetos que forman parte de un espectáculo. Dícese también para ilustrar confusión, desorden o caos en forma coloquial. Una paradoja semántica que toma significado por la propia dicotomía entre la denotación y la connotación. Una casualidad impura.

7/7/08

Otra chance (...)

Nos cruzamos de casualidad. Yo iba por la calle. Ella venía caminando en dirección contraria. La miré sin darme cuenta de quién se trataba. Lo mío había sido una respuesta instintiva ante un estímulo visual con forma de mujer bonita. Ella fue quien me reconoció y me frenó de un tirón en una de las mangas de la campera. Yo habría seguido de largo... Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Algo así como 15 años. Sin dudarlo, me saludó con un beso efusivo en plena Lavalle. Enseguida me preguntó si tenía tiempo para aceptar una charla en un café. No me dio opción. Me recordó que se lo debía. Que esta vez no le podía fallar. Entonces, frente a frente, en una mesa del bar más cercano, me hizo un exhaustivo cuestionario sobre mi vida. Me dijo que me imaginaba más gordo, sin barba y con anteojos de marco grueso. También me contó que suponía que había estudiado genética o algo parecido. De hecho, estaba convencida de que me había ido a vivir a los Estados Unidos. Me miraba fijo, me tomaba de las manos. Me contó también que se había casado y que se había divorciado. Que tenía una hija y que trabajaba en una biblioteca. Habían pasado tres horas de conversación y ninguno de los dos se había dado cuenta. Seguía siendo hermosa, aunque poco quedaba de aquella adolescente de la que me había enamorado. Era otra persona. Yo también, obvio. Le dije que tenía que irme. Que llegaba tardísimo al trabajo. Intercambiamos los números de nuestros teléfonos y volvió a darme un beso efusivo, esta vez acompañado por un abrazo. Quedamos en vernos... Y me dio otro beso.

-Una pregunta más, Juan.
-Sí, linda, decime.
-¿Vamos a volver a vernos?
-Sí, claro. ¿Por qué no?
-Porque la otra vez, hace 15 años, me dijiste lo mismo.