12/1/08

Kiosco (...)

Como cada mañana de lunes a viernes, ella aparece en silencio, como si caminara en puntas de pie. Le dice hola, sonríe, pestañea y vuelve a sonreír, esta vez con una mueca, estirando la comisura de los labios hacia los costados y casi sin mostrar sus dientes. Lo mira fijo a los ojos y le pregunta cómo está.
-Mal. Estoy muy cansado.
-¿Dormiste mal?
-No... Dormí toda la noche.
-¿El calor? Seguro que es eso. Me tuve que dar tres duchas heladas a la madrugada para seguir durmiendo. Por mi pieza no corría nada de aire...
-No, el calor no es. Tengo aire acondicionado. Ni me di cuenta de que la temperatura no bajó de los 30 grados.
-¿Entonces?
-Después te lo cuento, dale. Cuando no haya gente. ¿Qué te vas a llevar?
-Dame un paquete de Express y unos Beldent... Ah, me olvidaba, también dame un paquete de yerba.
-¿El de siempre?
-Sí, claro...
-Te lo anoto.
-Por favor... Después, cuando salgo del trabajo, te lo pago y me contás qué te pasa, ¿te parece?
-Chau, nos vemos.
-Chau, linda... Cuidate.
Ella lo mira, sonríe, pestañea y vuelve a sonreír. Repite la mueca, casi como un tic. Y se va. El la acompaña con la vista y queda tildado... Encara a su próximo cliente.
-Es hermosa, ¿no?
-Sí, puede ser. Deme un Marlboro box y un encendedor... ¿Cuánto es?
-...
-Le pedí un Marlboro box y un encendedor...

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