28/4/08

REW/PLAY/FF/STOP/PAUSE (...)

La mudanza llegaba a su etapa final. Sólo quedaba desembalar un par de cajas. Claudia, feliz por estar a horas de hacer realidad el proyecto que le demoró dos años, discriminaba con velocidad entre lo inservible y lo útil. Sólo pensaba en poder tirarse en la cama sin pensar en que quedaban cosas por hacer. José, mientras tanto, ordenaba sus libros.

-¿Puedo abrir esta caja? -consultó Claudia- Dice: José, no tocar.
-Capaz que te encontrás con mis viejas revistas porno... Ja, ja. Dale, abrila...
-Uy, mirá. Está llena de casetes. Y hay un grabador. ¿Andará?
-Qué se yo. Hace como quince años que no lo uso. Desde que me fui de la casa de mis viejos. Creo que la caja está cerrada desde entonces. Dejalo ahí. Mirá si lo enchufás y hacés un cortocircuito.
-...

Claudia no quiso saber nada con la advertencia de José. Sacó el grabador de la bolsa que cuidadosamente lo protegía del polvo. Lo miró con atención, como si se tratara de una herramienta prehistórica. Tenía un casete puesto. José seguía sentado en el sillón separando los libros por autores y temáticas. Prefería no alzar la vista. Sabía que algo malo se avecinaba.

-Dejalo ahí, dale... -insistió el hombre.
-...

Ella, rápida y sin temores, enchufó el aparato, puso play y la música empezó a sonar. La cinta luchaba por avanzar a pesar de las vueltas cansinas del cabezal. Sin embargo, los primeros acordes permitían adivinar que vendría una tonta y pegadiza canción de amor. Claudia, melosa, se acercó al sillón y posó su cabeza sobre el hombro de su compañero. A su vez, sin pedir permiso, intentó abrazarlo.

-No la conozco, ¿de quién es? -preguntó la muchacha.
-No sé, no me acuerdo -balbuceó José, que no sabía cómo mentir sin que ella no se diera cuenta.

Él, shockeado, no se movía. Sólo hacía fuerza para no llorar. Sabía lo que vendría. Ya había escuchado la melodía unas cuantas veces. Conocía la letra. Conocía el final. La balada, triste hasta las lágrimas, hablaba de desengaños y engaños. Ella lo miró fijo a los ojos y entendió todo. Se incorporó con furia. Presionó el stop. Pero la música seguía su curso. Intento con el rew. Y la tecla se rompió. Lo mismo sucedió con la pausa. Sólo quedaba probar con el fast forward. Era mejor que todo terminara rápido.

14/4/08

Reflujo (...)

Los silencios contra natura son contraproducentes. Obligan a engullir frases en forma grosera. Y el banquete de términos tiene muy poco de pantagruélico. Es casi como un rito caníbal. Aquellos gritos que quedaron atragantados no completan el recorrido para ser expulsados en una letrina. Uno olvida las contraindicaciones. El efecto negativo es inmediato. Los silencios vuelven sin pedir permiso. Se transforman. Dejan de ser palabras que podrían haber quedado perdidas en el medio de una violenta diatriba. Ahora incomodan. Producen malestar. Ardor.

8/4/08

No te voy a dejar sola (...)

Se escucha de fondo una dulce balada suicida. Los separan los 90 centímetros de la diminuta mesa de un bar. La escenografía no acompaña demasiado. El calor hace todo más difícil. Ya no tienen ganas de besarse. Ni siquiera atinan a tocarse. Los dos saben que la historia está a punto de terminar. Hablan de cualquier cosa. Menos de ellos.
-¿Te acompaño hasta la parada del bondi?
-No es necesario. Me da igual. Bah, si querés, vení...
-Claro que voy a ir. Es de noche. No te voy a dejar sola.
-Ja. Es gracioso. Es un contrasentido. Me decís eso cinco minutos después de haberme dejado...
-Sabés lo que te quiero decir. No me lo hagas más difícil.
-Ahí viene... Chau.
-Chau. Cuidate.
Fue la última escena de su breve y adolescente romance. No hubo un te quiero. Ni siquiera se dieron un último beso. Se volvieron a ver. Pero apenas cruzaron un saludo diplomático. Un hola. Algún que otro qué tal. Nada más.

4/4/08

Tentación (...)

Jamás alza la vista. Apenas mira de reojo. En realidad, observa. Espía. Está al acecho. No tiene prisa. Tampoco escrúpulos. Su belleza la protege. Casi tanto como su histriónico cinismo. Sólo aguarda el momento indicado. Sus presas están indecisas. Saben que deben escapar. Pero prefieren esperar mansamente su ataque. Ella es una tentación. Irresistible.

1/4/08

Auto engaño (...)

Un agujero pequeño. Nada más que eso. Por ahí, sin pedir permiso, se filtra un desobediente haz de luz. También un poco de aire. El hombre, todavía entumecido por los golpes, tiene la esperanza de sobrevivir. No sabe que está a punto de caer una fuerte tormenta. Su aparente camino hacia la salvación no será tal. Apenas un engaño, una ilusión que le permite prolongar su agonía por unos minutos.