25/3/08

Solidaridad egoísta (...)

El hombre de los puntos suspensivos no termina de acomodarse a su nuevo habitat. Para colmo, entre una mudanza y otra, extravió el tiempo que tenía para hacer su diaria descarga a tierra en la blogósfera. Por favor, si lo ven por ahí (al tiempo), díganle que su anterior dueño lo está buscando. Lo extraña. Lo necesita. Gracias.

16/3/08

A ciegas (...)

Poco a poco, sin demasiado margen para el ocio, el hombre intenta volver. Se acomoda. Procura conocer cada uno de los nuevos rincones de su viejo hogar. Aún queda mucho por ordenar. Demasiadas tareas por delante. Una de ellas, por ejemplo, es acertar a ciegas el interruptor que corresponde a la luz que uno pretende encender. Parece sencillo. No lo es... La oscuridad no es propia de los iluminados.

5/3/08

Cap. 0 - La culpa es de Roberto (...)

-Es demasiado fácil enamorarse.
-No te entiendo... ¿Qué me querés decir?
-Nada. Mejor dejalo ahí.
Mientras esperaban que el mozo repusiera la cerveza que acababa de terminarse, Javier jugaba con la piel de los maníes que habían quedado en el pequeño bowl de porcelana japonesa. Roberto lo miraba. Hacía meses que no pasaba un buen rato con su viejo amigo. Hasta el momento, no habían hablado de nada trascendente. Sin embargo, casi sin pensarlo, Javier cambió el rumbo de la charla que hasta entonces había girado alrededor de la mala campaña de Banfield y de lo mal que lo pasaban en sus trabajos.
-Pará un cachito, no seas boludo. Contame qué es lo que te pasa... ¿Para qué estamos los amigos?
-Para hablar de fútbol, para recordar los buenos y viejos tiempos...
-Dale, no te hagas el gil. Vos tenés ganas de contarme algo. Si no, no hubieses dejado de hablar del Chocho Llop y del clásico contra Lanús.
-A ver. Es difícil de explicar... Pero lo voy a intentar. Bah, vos me conocés como nadie. Sabés qué me pasa con las mujeres. Creo que sos uno de los pocos que entiende por qué estoy soltero.
-Sí, obvio... Vos te enamoras cada cinco minutos. Te gustan todas...
-Ja, ja, ja, ja -Javier larga una carcajada. Y enseguida, con los codos sobre la mesa, se toma la cabeza con sus manos.
-¿Qué te pasa? ¡Contame!
-Lo que pasa es que esta vez me enamoré en serio. Te lo juro. Hasta estoy dispuesto a proponerle matrimonio.
-¡Cómo! ¿Javier González se quiere casar? Sí, dale... Entonces a mí me va a convocar el Coco Basile para la Selección... ¡Dejate de joder!
-Viste, viste... Por eso no te quería contar nada... ¿Ves cómo sos?
-Uh, loco, no te pongas sensible... ¿A ver? ¿Quién es la afortunada?
-Se llama Agostina. Y la conozco desde hace tiempo. Es la prima de Gonzalo... ¿Te acordás de Gonzalo? Era uno de los pibes con los que jugábamos los domingos al fútbol en el Lomas Social...
-Sí, sí... ¿Y cómo la conociste?
-Una tarde vino con Gonzalo a la ferretería. El le estaba haciendo unos arreglos en la casa. Y ella vino a comprarle unos metros de cable y unos puntos y tomas...
-¿Y?
-A partir de ese momento quedé flasheado, loco... Hacía rato que no veía una chica tan linda... Además, es re inteligente. Tiré un chiste para hacerme el langa y ella lo cazó al vuelo. Javier no entendía nada. Y los dos empezamos a cagarnos de risa.
-¿Entonces?
-Nada. Pero al otro día volvió. Vino a comprar unos tornillos y unos tarugos... Se había mudado con una amiga a los departamentos de la otra cuadra, esos que están en la parte de atrás de la casa de los Parrado.
-Y vos le tiraste con una jauría...
-No seas boludo. Sabés que soy un caballero... El problema es que ella me pidió que la ayudara a colgar un par de cuadros y un espejo. Y empezamos a hablar. Le gusta la misma música, los mismos escritores. Y además es hermosa.
-¿Y cuál es el problema?
-Que no pasó nada. Y eso que yo le dije que sería capaz de dejar todo por ella. Pero no se inmuta. Está convencida de que el ferretero es su amigo. Pero el ferretero sólo quiere besarle el cuello. Abrazarla. Besarla.
-Decíselo. ¿Qué podés perder?
-Ya se lo dije... O se lo insinué. Creo que fui híper convincente. Pero no hay caso... Se hace la boluda. O, en realidad, no quiere saber nada conmigo.
-Entonces no te hagas drama. Es una histérica. No vale la pena que te vuelvas loco.
-Ese es el tema... Ya me volvió loco. No dejo de pensar en ella. No encuentro la manera de desenamorarme. Cada vez que intento olvidarla, ella se aparece por el negocio con su maldita seducción.
-Viste, te dije, es una histérica.
-¿Qué puedo hacer para olvidarla? Ya no aguanto más...
-Enamorate de otra.
-Eso no es tan sencillo. Sobre todo, después de conocer a Agostina... No hay otra como ella.
-¡Uh, loco! ¡Estás hasta las manos!
-Sí... Te decía que era demasiado fácil enamorarse. El problema es desengancharse. Yo ya no puedo hacerlo. Hasta pensé en matarla...
-¡Cómo!
-Sí, boludo, no podría soportar que esté con otro.
-Vos estás loco... Necesitás ayuda. ¿Por qué no vas terapia? Yo conozco una psicóloga que es buenísima... Se llama Clara Estévez.

Ver capítulo 1: Sesión
Ver capítulo 2: Otra sesión
Ver capítulo 3: Llamada
Ver capítulo 4: Mancha
Ver capítulo 5: El encuentro
Ver capítulo 6: Brindis
Ver capítulo 7: El delivery
Ver capítulo 8: El abrazo

3/3/08

Falsa huida (...)

Era necesario. Para volver a empezar. También para dejar de llorar sin lágrimas. Entonces, de repente, decidió marcharse. Algunos están convencidos de que huyó. El prefiere pensar que eligió salir rápidamente. Era lo mejor para todos. Era, al fin y al cabo, lo mejor para él.